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El concenso
dentro y fuera de EL UNIVERSAL, es que pudieron vencerse los grandes escollos
del despegue de la nueva administración, a partir del 23 de octubre de 1969,
con Juan Francisco Ealy Ortiz al frente, gracias a tres medidas fundamentales:
1. el saneamiento económico; 2. la terminación de la relación con los sindicatos
sin afectar los derechos legítimos de los trabajadores; 3. la modernización
de edificios y equipos. Sin embargo, el comienzo de la nueva etapa no podía
haber sido más dificil: la Unión de Trabajadores de Periódicos emplazó a
huelga en abril de 1970, la cual estallo finalmente el día 18, prolongandose
hasta el 21.
Previamente, la empresa había planteado un conflicto de orden económico ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal, solicitando la suspensión de los contratos colectivos de trabajo, de los contratos individuales, y el cierre de la empresa por incosteabilidad notaria y manifiesta. Un argumento era incontrovertible: por cada peso que ingresaba, salían veinticinco, según se pudo comprobar mediante un dictamén contable. El capital social de la empresa apenas llegaba a un millón de pesos, situación que contrastaba con la situación de los sindicatos, los cuales por su parte no unían nada para evitar el colapso.
Luego de cuatro días efectivos de huelga, se llego a un convenio mediante el cual se rompía la anterior limitación. Desde ese momento pudo promoverse el Aviso Oportuno y dar cabida a mayor información, a más publicidad así como establecer un sano equilibrio entre una y otra, lo que dio la pauta para que el diario empezara a recuperar clientes y lectores. Sin embargo, pronto se presento otro conflicto, esta vez con el Sindicato de Agentes de Anuncios de la Prensa del Distrito Federal. Sus miembros, como se pudo comprobar ante las autoridades laborales, no sólo laboraban para EL UNIVERSAL, empresa con la que tenían contrato colectivo que les garantizaba diversas prestaciones, sino para otros periódicos, situación a todas luces anómala y nada ética. Ante la imposibilidad de rebatir los argumentos de la empresa, los miembros de dicho sindicato -los más privilegiados al decir de los otros-, decidieron aceptar la negociación que se les ofrecía, comenzando por la liquidación de dicha organización y firmando, cada miembro, un nuevo contrato bajo los términos de comisión mercantil, con lo cual quedaban en libertad para vender publicidad a todos los diarios. En seguida, el Sindicato de Empleados de Periódicos pasó a la ofensiva, tratando de aprovechar una coyuntura difícil para la empresa. Planteó el estallamiento de huelga, bajo el supuesto de que serían apoyados por el resto de los trabajadores sindicalizados. Esto no sucedió, debido a que, como se dijo anteriormente, cada organización era una ínsula de poder, y en cada una de ellas reinaba una dirigencia que no veía más allá de su respectiva cuota. La huelga estalló, pero no se paralizaron, ya que se puso en marcha una táctica novedosa: se dieron toda clase de facilidades para que aquel empleado que no deseaba apoyar el movimiento, continuara laborando, pero renunciando al Sindicato de Empleados y afiliándose a otra agrupación sindical. Así se rompió la hegemonía de un grupo sin visión y que en realidad afectaba a sus agremiados, al evitar que la empresa tuviera utilidades y capacidad para modernizarse. Con este paso se logró tener un 20% de personal de confianza, lo que significaba un avance fundamental, impensable apenas unos cuantos meses atrás. Vista esta situación por los dibujantes, afiliados a su propio sindicato, optaron simplemente por desaparecerlo, paso que facilitó el hecho de que no llegaban a veinte sus miembros. De cualquier forma, se afiliaron en la Unión Linotipográfica de la Republica Mexicana, la más poderosa y conbativa entonces. En estas circunstancias, el licenciado Ealy Ortiz comienza a realizar cambios que influyeran en el nuevo rumbo de LOS UNIVERSALES. Apenas se hace cargo de la Gerencia y Dirección General, designa al doctor José Sanginés Barraza como subgerente y al contador público Daniel López Barroso como administrador general. En el área de redacción nombra al licenciado Miguel Castro Ruiz subdirector de EL UNIVERSAL, quien decide el cambio de formato de las páginas editoriales, las que desde entonces se caracterizaban por su pluraridad, rigor y solidez periodística. No obstante los conflictos de orden sindical, los reporteros de gran bagaje histórico como el gran cronista parlamentario, Demetrio Bolaños Espinosa, el famoso reportero de policia Eduardo Téllez Vargas, y los no menos ameritados Antonio Ortiz Izquierdo, José Luis Parra, Luis Jordá Galeana, Enrique Fajardo Ortiz, Enrique Basulto Jaramillo, Antonio Lara Barragán, Guillermo Hewett Alba, Leopoldo Cano, Jorge Avilés Randolph, Ariel Ramos, Armando Padilla, Ángel Gomez Granados, Jorge Plank, Clemente Cámara Ochoa, Antonio Flores Mazzari, Lilia Báez, Yolanda Cabello, Gregorio Rocha, entre otros, siguieron teniendo todo el apoyo de la Dirección General para su trabajo. Nadie salió afectado en lo individual, y EL UNIVERSAL siguió siendo el diario que agrupaba en su redacción a los periodistas de mayor experiencia. Algunos de ellos, con bien ganada fama, para bien del diarismo, como "El güero" Téllez Vargas; o para alimentar la picaresca, como el famoso "Burro solemne", Antonio Flores Mazzari, cabeceador de nota roja, de quien siempre se recordarán "cabezas" memorables como estas: MATÓ A SU MADRE SIN CAUSA JUSTIFICADA. LE DIERON UN BALAZO CERCA DEL PERIFÉRICO.
Por esos años, en pleno auge económico por el triunfo de las
fuerzas aliadas, EL UNIVERSAL se expendió hacia un predio de la calle
de Iturbide 11, donde se improvisó un espacio para albergar linotipos
y formación, y posteriormente se agrego fotograbado. Así se continuó trabajando
prácticamente hasta 1974, cuando el licenciado Ealy Ortiz pone la primera
piedra del nuevo edificio con el que se inició la verdadera modernización
de la Compañía Periodística Nacional. Pero durante casi tres décadas se
continuó trabajando casi en las mismas condiciones en las que había salido
a la luz el "Diario Politico de la Mañana". La sección de Sociales era la que se formaba primero, a partir de las cuatro de la tarde, y se finalizaba el trabajo de formación generalmente a la una de la mañana. Antes, a temprana hora -las nueve- se iniciaba la formación de EL GRÁFICO, el primer vespertino latino americano, cuya aceptación fue vital para la Compañía Periodística Nacional, pues hubo épocas en que gracias a éste fue posible seguir editando EL UNIVERSAL, debido a contar con mayores ingresos por concepto de publicidad y venta directa. Era provervial en el medio de la prensa la capacidad de los linotipistas y formadores de EL UNIVERSAL, situación que era bien aprovechada por los líderes para buscar siempre prestaciones por encima de las que regían en otros sectores laborantes. Esta realidad contribuyó a que se activara un nuevo conflicto al decidir el licenciado Ealy Ortiz el ingreso de "El Gran Diario de México" a la era computarizada. La Unión Linotipográfica se opuso rotundamente a que se diera ese paso, lo que dio lugar a largas y desgastantes negociaciones, que finalmente fueron ganadas por la empresa, cuando los trabajadores se convencieron de que se trataba de un paso irrenunciable que a la larga traería beneficios no sólo tecnológicos, sino laborales. Se dio por terminado el contrato colectivo con dicha organización sindical, al aceptar la mayoría de miembros un nuevo convenio muy favorable, por cuanto que además de mejoras salariales, se garantizaba capacitación a quienes desearan incorporarse a la nueva etapa de trabajo. De hecho, el cambio tecnológico en EL UNIVERSAL no fue tan complejo como en otros medios y latitudes. Como apuntan Florence Toussaint y Ana María Menéndez en su libro Prensa y Nueva Tecnología, el paso de linotipo a la tipografia en frío se hizo en forma violenta. En 1962, en Nueva York, se realizó una huelga que paralizó a nueve grandes diarios durante más de tres meses. Sólo tres de ellos pudieron continuar trabajando, ante la imposibilidad de llegar a acuerdos que evitaran la liquidación. Otro ejemplo lo tenemos en el famoso The Times, de Londres, periódico que dejó de publicarse de noviembre de 1978 a noviembre de 1979, cuando la empresa anunció su intención de introducir metodología moderna en sus talleres de tipografía. En toda Europa hubo intentos de evitar la entrada de las computadoras en las redacciones, señalaban las investigadoras mencionadas, quienes citan al especialista inglés Anthony Smith, autor de Goodbye Guttemberg con el siguente argumento del Centro de Perfeccionamiento de Periodistas:
Era, pues, natural que en México hubiera también opocisión a inovaciones que se consideraban hasta contrarias al espíritu de Guttemberg. El primer paso fue la introducción de máquinas eléctricas con tira perforada,pero aun así hubo quienes se negaron a dejar de usar la tradicional Olivetti mecánica, como el ya entonces legendario "güero" Téllez, quien prefirió pedir su jubilación. Incluso, muy pocos creyeron la promesa del licenciado Ealy Ortiz, de que en un año se terminaría de construir un nuevo edificio en Iturbide 7, adquirido por la Compañía Peridística Nacional, para alojar a la redacción y nuevas rotativas. Sin embargo, se cumplió el compromiso y en la ceremonia inaugural, con la asistencia del entonces Presidente Luis Echeverría, afirmó lo siguiente ante el mandatario y los incrédulos que consideraban imposible concluir dicha obra, primera en su tipo en América Latina:
Más adelante hizo otra nueva promesa, que también fue cumplida puntualmente:
La primera piedra del nuevo edificio había sido colocada el lunes 23 de diciembre de 1974, y para el jueves 15 de enero de 1976, el presidente Luis Echeverría Alvarez era testigo del comienzo de una nueva era en el periodismo mexicano. Por fin la antigua rotatica Goss con la que EL UNIVERSAL comenzara a imprimirse en 1916, dejaba de funcionar, hecho ciertamente "milagroso", debido a los incontables remiendos que había sufrido durante sus más de setenta años de vida. Atrás, para no volver, quedaban los tiempos en los que imprimir el diario era un "albur", ya que nadie sabía, ni los propios operarios que hacían funcionar la vieja rotativa, si esa noche la Goss, la histórica "Constituyente", no padecería un serio quebrantamiento. La transportación de la nueva maquinaria había sido una odisea, pues se había iniciado en la ciudad de norteamerica de Rhode Island, el 12 de abril de 1975, concluyendo una semana después en el edificio de Iturbide 7, recíen terminado, que habría de darle alojamiento. Doce gigantescos trailers habían sido necesarios para traer la moderna rotativa Harris 1,650 de seis unidades impresoras, con capacidad para imprimir 50,000 ejemplares por hora, la mejor de su tipo en el mundo en ese momento. Con esta rotativa se daba paso a la integración de equipo computarizado, fase que se continuó con la compra de equipo de fotocomposición con el que se desechó el tradicional sistema caliente, en el año de 1976.
Por fin, quedaban sentadas las bases para que entrara en vigor, plenamente, la filosofía delineada por el fundador de EL UNIVERSAL, de hacer un periodismo al servicio del lector, en las mejores condiciones y sin dar ni pedir cuartel a los enemigos de la sociedad y de las instituciones. Palavicini, como buen hombre de su tiempo, creó un Decálogo del Periodista, el cual fue aprobado, por unanimidad, en el Congreso de la Prensa Latina, celebrado en La Habana, Cuba, en febrero de 1928. Por su interés, vale la pena rescatarlo, respetando el estilo del autor. Dice así:
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