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Una vez
sentadas las bases de una organización administrativa y laboral libre de
ataduras corporativas, con el pleno consentimiento de todos los trabajadores,
al ver resultados positivos en pocos años, que les habían permitido no sólo
conservar su fuente de trabajo, sino mejorar sus expectativas laborales
en todos los sentidos, pudo continuarse con mayor celeridad el proceso de
modernización de "El Gran Diario de México". De 1970 a 1975 se
había podido pasar del sistema Letter Press al de Offset,
paso que abrió amplias posibilidades de servicios y rentabilidad.
Con todo, en 1976 se presentó un nuevo conflicto con la Unión Linotipográfica, por su oposición a que se adquiriera el equipo Harris de fotocomposición. El 15 de abril de ese año habían empezado a imprimirse en Offset las secciones de Sociales y Espectáculos, pero al intentar imprimir la primera sección en ese sistema, hubo oposición del mecionado sindicato, lo que originó que el 7 de agosto saliera una primera sección de sólo ocho páginas, y que en la segunda parte, impresa en el sistema Letter Press, se incluyera en la sección Editorial.
La década de los años setenta fue de consolidación de
un proyecto de largo alcance. EL UNIVERSAL había logrado sobrevivir a
una inercia negativa que presagiaba el fin del ideal de Palavicini, de
darle a la capital de la República un periódico adecuado a la etapa de
resurgimiento nacional, luego del triunfo de las armas constitucionalistas.
Una vez terminado en tiempo récord -once meses- el edificio de Iturbide
7, "El Gran Diario de México", contó Sin embargo, quedaba por resolver un reto mayor que el meramente tecnológico: recuperar lectores y ganar la credibilidad perdida por el marcado oficialismo que durante años caracterizó al periodismo del país, principalmente el de la capital. La autocensura era por entonces, en todos los diarios, un arma inbatible, debido a la necesidad de reporteros y redactores, todos sindicalizados en EL UNIVERSAL, de cuidar sus fuentes de información, generalmente gubernamentales. Cabe recordar que hasta el jefe de redacción y, ¡el colmo!, los editorialistas, eran sindicalizados, situación que hacía ver la imposibilidad real de marcar una política editorial independiente. El pluralismo en las páginas editoriales nisiquiera era una idea remota, pues nadie dentro del periódico podia imaginar que hubiera una línea editorial diferente a la marcada por las oficinas de prensa. Llegar a escribir editoriales era considerado entonces un premio, premio otorgado por la dirigencia del Sindicato de Redactores a quienes demostraban mayor afinidad con las polítcas de la organización, no con las de la empresa; por supuesto, era también un reconocimiento a los muchos años de experiencia y a las relaciones que cada editorialista podía tener en el mundo político. De ahí que nada pudiera hacerse al respecto mientras la organización sindical conservara firme su entramado. Menos aún cuando, efecto de la época, todos los lideres soñaban -recuerda Miguel Castro Ruiz- con hacer de EL UNIVERSAL una cooperativa y ser gerentes de la misma. Si esto no llegó a suceder, fue gracias a el Aviso oportuno, sección que aseguraba ingresos fijos y que no permitió se dieran las condiciones para que las autoridades laborales dieran paso a esa forma de propiedad. Una vez formalizada la nueva administración, y liquidados
los riesgos de quiebra o cierre de la fuente de trabajo, así como fuertes
adeudos que se tenían con Nacional Financiera (cuya totalidad fue saldada
hasta 1988), fue factible poner en marcha una nueva política editorial,
significó, en ese momento, una "revolución" dentro del periodismo
mexicano, luego de alrededor de seis décadas de un cerrado oficialismo
que esclerotizó a la prensa escrita. Es conveniente recordar que por ese entonces México vivia una etapa
conflictiva en lo social y en lo económico, luego de la crisis política que desembocó
en violencia durante cuatro meses de 1968. La década de los años setenta comenzaba con
una herida de muy difícil cicatrización, circunstancia que fue valientamente enfentada
por el licenciado Ealy Ortiz para inaugurar una corriente editorial e informativa que,
además de servir a los lectores, contribuyó en buena medida a cerrar esa cicatriz en el
cuerpo social de México. El primer colaborador ajeno al pensamiento oficilista que
prestó su pluma a EL UNIVERSAL, fue uno de los dirigentes del Movimiento Estudiantil de
1968, el ingeniero Heberto Castillo, quien desde su celda de Lecumberri enviaba sus
artículos cada semana. Tan absurdo estrangulamiento se rompió cuando fue posible imprimir 70 páginas en vez de las 24 de que constaba regularmente la edición, con el mismo personal y sin pagar onerosos tiempos extras, que hacían prácticamente incosteable la impresión del diario. Al adoptarse el sistema de impresión del diario en frío, se abrió la puerta a una mayor tecnificación, pero también a una profesionalización más dinámica de los trabajadores luego de vencerse inercias sumamente nocivas. Se crearon condiciones favorables para dar los saltos indespensables, debido a la evidente descomposición de la vida sindical al interior de la empresa, lo que orginó que los propios empleados y trabajadores apoyaran, mayoritariamente, las decisiones de la dirección general y la gerencia general, para entonces a cargo del licenciado Ealy Ortiz y el contador público López Barroso. Sin embargo, no había sido fácil la lucha para ganar la batalla contra una hegemonía sindical que representaba pingües beneficios a los lideres, como recuerda López Barroso. Por ese entonces, el conflicto laboral con la Unión Litopográfica se había tornado irreversible, y aun sin el apoyo de sus bases, una parte de la dirigencia buscaba parar labores. No se consiguió tal objetivo, gracias a la voluntad de la mayoría de proteger la fuente de trabajo. Con la liquidación del primer sindicato, el de Agentes, los propios trabajadores habían empezado a darse cuenta de las ventajas que representaba evitarse una intermediación laboral caduca y viciada. En efecto, en el caso de los agentes, que entonces eran 20, todos sindicalizados, la empresa no tenía ninguna garantía de exclusividad, ya que además de conseguir anuncios para EL UNIVERSAL, lo hacían para otras publicaciones. Pero lo mas daniño era que no se tenía ningún control de los movimientos que llevaban acabo tales agentes. Esto favoreció que, una vez el señor Lopez Barroso en la Gerencia General, fuera cosa facíl demostrarles abusos de confianza que incluso podían ser penados. Para evitarse conflictos más serios, de común acuerdo empresa y dirigencia sindical acordaron liquidar la organización. El paso siguiente fue contratar agentes de exclusividad, y bajo normas que permitieran una contabilidad transparente.
Quienes pertenecían a esta organización sindical fueron absorbidas por las otras, de la manera siguiente: el personal administrativo fue sumado al Sindicato de Redactores; todos aquellos que ganaban salario mínimo -mozos, intendentes,estibadores- lo fueron el la UTP, y los del Aviso Oportuno se inscribieron en la Unión Linotipográfica. Esta desapareció, conjuntamente con el Sindicato de Dibujantes -apenas 12- cuando la modernización tecnológica se volvió un asunto prioritario, irreversible. En 1985, año del terremoto del 19 de septiembre, todavia
hubo un último intento por impulsar lo que definitivamente y en forma
casi unánime los propios trabajadores habían repudiado: un sindicalismo
oprobioso que ponía en riesgo el futuro de la fuente de trabajo. Angel
Gómez Rodríguez, ya jubilado, se incorporó al periódico con el propósito
de liderear a la UTP. Lo consiguio de hecho, pero como estaba jubilado,
la organización sindical no tenía personalidad jurídica al ser dirigida
por un trabajador en retiro. Todavía intento modificar los estatutos a
fin de legalizar su situación anómala, de conformidad con las leyes laborables,
pero no lo logró debido a la oposición de los propios trabajadores. Para entonces, éstos tenían plena conciencia de que las organizaciones sindicales no les reportaban algún beneficio. No sólo se había podido salvar la fuente de trabajo, en ruinas completamente en 1969, sino que se habian creado condiciones para un mejor futuro colectivo: la gente de talleres contaba para ese año de 1985 con planes de incentivos reales, con sistemas de capacitación efectivos, con sueldos que eran impensables años atrás. De ahí que 95% de los trabajadores le voltearan la espalda a la organización sindical, la cual además se había dividido entre dos dirigentes: el mencionado Angel Gómez y Luis Colín. Por último, el Sindicato de Redactores se desgajo cuando sus miembros de base se enteraron de que su dirigente, el reportero Mario Cedeño Rosas, habia solicitado un aumento de 3% a los salarios, cuando la empresa estaba decidida a otorgar 8% de incremento. Para entonces, EL UNIVERSAL contaba ya con finanzas saneadas, tanto así que en 1980 adquiere casi al contado, otra rotativa Harris 1660, la cual fue inaugurada, el 20 de enero de 1981, por el entonces mandatario, José López Portillo. Al mismo tiempo actualiza e integra el equipo electrónico de fotocoposición, con el que definitiva y totalmente se dejaba atrás el sistema de impresión en caliente. En esa oprtunidad, el licenciado Ealy Ortiz, en nombre de los trabajadores de la Compañía Periodística Nacional, puntualizó que: nos hemos robustecido como un medio que reivindica su vocación por la objetividad, al traves de páginas abiertas a todo el abanico político e ideológico. Y más adelante afirmó: EL UNIVERSAL se mantenido atento a los cambios técnicos que codyuven a dar un mejor servicio... adoptamos adelantos en el campo de la comunicación para llevar a otros países la imagen de un país en pujante renovación. Por primera vez en México, asistían como invitados especiales, directores de los más importantes periódicos latinoamericanos, así como los directivos de la agencia norteamericana United Press International. Esta manifestación de esfuerzo y voluntad, fue reconocida en 1982, al serle otorgado al licenciado Ealy Ortiz el Premio Nacional de Comunicación "Teponaxtli de Malinalco", y ser declarado "Editor de año en 1981". El 7 de junio de ese mismo año -1982-, recibe el Premio Nacional de Periodismo y de Información, presea que corona una lucha denodada por rescatar el periódico decano de la capital de la República, lucha que se había dado en condiciones muy complejas, al conjuntarse problemas de atraso tecnológico muy serios, con vicios laborales muy enraizados que tenían a la empresa al borde de la quiebra. Atrás, aunque no muy lejos en el tiempo, quedaban las épocas en las que el recién nombrado gerente y administrador, Daniel López Barroso, salía los vienes temprano, en un recorrido ya habitual, por diversos bancos, en busca de préstamos para pagar la nomina, y recorrido inversa los lunes, para no cerrarse esa vía crediticia que cuando menos permitía la sobrevivencia de la empresa. Lejos también quedaba la etapa aciaga en la que para poder cobrar facturas atrasadas, empleados no sindicalizados, recién contratados debido a la paralización de funciones del personal administrativo debían esperar altas horas de la noche, para subrepticiamente y al amparo de las sombras, introducirse a las oficinas administrativas del antiguo edificio de Bucareli 8, a fin de sustraer esos documentos cobrables que los empleados sindicales daban por perdidos. Esta situación desventajosa e incierta continuaba todavia, por otro lado, debido a que los inmuebles que alojaban las ya costosas instalaciones de LOS UNIVERSALES, no pertenecían a la empresa. Por todos ellos seguía pagándose renta. Ni siquiera el "Palavicini", llamado en un tiempo "La Catedral de la Prensa", pertenecian a la Compañia Periodistica Nacional. Sus dueños eran los sucesores del constitucionalista fundador del periódico que sufrió más persecuciones durante los gobiernos de Carranza y Obregón, al decir del propio Palavicini en su libro Mi Vida Revolucionaria. Hay una coincidencia digna de atención en las circunstancias en que Palavicini funda el periódico, y las que se dieron muchos años después. Relata el tabasqueño:
El licenciado Ealy Ortiz, tambien fue adquiriendo las acciones de la familia Lanz Duret, con grandes dificultades y sin ayuda gubernamental, como le había sucedido a Palavicini. Por ello, un paso definitivo para consolidar el despegue de la Compañia Periodistica Nacional, fue la compra del terreno ubicado en Bucareli 8, cuyo vestuoso edificio quedaba totalmente rebasado por las exigencias del crecimiento que venía experimentando EL UNIVERSAL. El nuevo edificio fue inaugurado por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, el 16 de diciembre de 1986. En esa oprtunidad, el licenciado Ealy Ortiz, afirmó: Prometimos la mejor maquinaria que existiera en el mercado, seleccinada por los mismos trabajadores, y la adquirimos. Entendimos que se necesitaba un edificio construido ex profeso para un periódico. Y venciendo un sin número de obstáculos, entregamos a tiempo ambas cosas. Ese año de 1986, EL UNIVERSAL llegó a su septuagésimo aniversario. Tal
fecha, era motivo de reflexiones y recapitulación. En octubre, el dia 22, se hizo oficial la entrega de la ilustre rotativa bautizada certeramente por Palavicini como "La Constituyente", a la LIII Legislatura de la Cámara de Diputados dijo en esa oportunidad: Esperamos que "La Constituyente" sea vista como un emblema de la libertad que ha existido y deberá existir en nuestro país y a la que debemos de seguir cultivando con nuestro diario ejercicio, ustedes en la tribuna, nosotros en las páginas del periódico. y todos en el trabajo enaltecedor y digno, en un país en cual queremos ver aplicado el pensamiento de don Venustiano Carranza: `Reinará sobre la tierra la verdadera justicia, cuando cada ciudadano, en cualquier punto que pise del planeta, se encuentre dentro de su nacionalidad. |