Los años difíciles
Introducción
Los primeros pasos
El despegue
Los nuevos retos
Los tiempos futuros

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En una de sus novelas más celebradas, La Piel de Zapa, Honorato de Balzac escribió: "El periodismo es la religión de las sociedades modernas y una de sus formas de progreso". Fue por ello que siempre vio con gran respeto y admiración, la actividad periodística, en la que también incursionó, aunque con poca fortuna por que su genio estaba encaminado a crear un universo novelístico imperecedero. Sin embargo, con las palabras transcritas dejó constancia de su interés por una labor que aun ahora, cuando la competencia de los medios electrónicos obliga a un periodismo escrito sumamente eficaz, ágil, vivo, sigue siendo no sólo espejo del mundo, sino un invaluable factor de progreso.

    Así lo entendió Félix F. Palavicini, al crear EL UNIVERSAL en una época convulsionada y aún herida por los cruentos años de lucha armada. El progreso de México, luego de comenzar la vida institucional bajo la égida constitucionalista, se vio reflejado, e inducido, por el "Diario Político de la Mañana". Sin embargo no hubo plena correspondencia entre el desenvolvimiento del país y el que mostró el periódico. La primitiva Goss No obstante que contaba con lo más ilustre de las plumas de la época, y con repórters de primera línea, EL UNIVERSAL no caminó a la par de las innovaciones tecnológicas. Se adquirió una antigua rotativa GOSS que siguió funcionando hasta 1975. Claro que en 1916, el surgimiento de un matutino se antojaba una empresa condenada al fracaso. De cualquier modo, Palavicini hizo acopio de voluntad y entusiasmo para fundar un diario orientado a ser testigo esencial de los acontecimientos del México posrevolucionario.

    El que nisiquiera el edificio que ocupó durante tantos años fuera propiedad de la empresa, demuestra las dificultades que hubo necesidad de arrastrar para darle vida a un ideal de años en la vida personal del político, diplomático y periodista tabasqueño. Esta situación continuó durante largos años en que "El Gran Diario de México" estuvo dirigido y administrado por la familia Lanz Duret. Sin embargo la visión de Palavicini se patentiza en que la maquinaria con la que comenzó a publicarse EL UNIVERSAL, fue de hecho la misma que había cuando el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz adquirío la mayoría de las acciones de la empresa, al comenzar los años setenta.

    Esta situación explica mejor que nada el origen de los problemas que hubo necesidad de enfrentar, hace 25 años, para evitar que "El Gran Diario de México" tuviera que liquidarse. No obstante haber transcurrido más de seis décadas, el periódico segía teniendo el mismo formato y casi el mismo número de páginas, situación explicable debido a que una de la muchas "conquistas" sindicales consistía en que el diario no debia de rebasar de 22 páginas, y en caso de que así fuera debían pagarse horas extras a los linotipistas y redactores, pero en proporción geométrica.

    Para tener una idea más objetiva de tal situación, vale la pena hacer un somero recuento de las relaciones laborales existentes hasta 1970. Para comenzar, debe señalarse que los contratos de trabajo del periódico, de los primeros años, son anteriores a la aparición de la Ley Federal del Trabajo, la cual data de 1931. Años atrás, el 10 de septiembre de 1922, se había constituido la unión de redactores, obreros y empleados de la Compañía Periodística Nacional, antecedente y origen de los seis sindicatos que durante medio siglo ejercieron una fuerte presión sobre la administración de la empresa.

    Tales organizaciones fueron las siguientes: Unión Linotipográfica Méxicana, en la que se agrupaban los linopistas, el gremio mejor pagado y que disfrutaba de mayores prestaciones; el Sindicato de Empleados de Periódicos, donde se ubicaban los empleados del área administrativa; el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa y Trabajadores de Actividades Anexas y Conexas, que supuestamente protegiá los intereses de los reporteros y fotógrafos; el Sindicato de Dibujantes, que operaba aun cuando su número de integrantes no fuera el mínimo exigido por la ley para integrarse en sindicato; el de Agentes de Anuncios de la Prensa del Distrito Federal; y la Union de Trabajadores de Periódicos.

    Todos estos sindicatos estaban unidos a una alianza bajo cuyo amparo ofrecían un frente común en las negociaciones contractuales. En cada uno de los contratos de modalidades y en el general de la Alianza de Sindicatos, se estableció que cualquier beneficio que se otorgara a uno de ellos se hacía extensivo a los demás. Las prestaciones otorgadas por la empresa aparecieron en los contratos respectivos antes de su obligatoriedad por ley. Sin embargo, es válido señalarlo, no hábia reciprocidad como lo patentiza un hecho inobjetable: se abusaba de las suplencias y los permisos, además de facilitarse que el titular de la planta utilizara suplentes, que en muchos casos no cumplían requisitos mínimos para llevar a cabo el trabajo. Esto era factible por que se había establecido la costumbre, con la Unión de Trabajadores de Periódicos, de pagarles a éstos por conducto del tesorero del gremio.

    La directiva de la empresa prácticamente no tenía posibilidad alguna de llevar la admistración, pues lo que ingresaba era entregado al administrador, quien tambíen era no sólo sindicalizado, sino secretario del Sindicato de Empleados. Era tal la presencia de los sindicatos que cuando se revisaba la cuenta de algún anunciante, debían de estar presentes tres elementos, lo que se llamaba "delegación sindical", sin cuya asistencia no podía llevarse a cabo dicha revisión. El colmo era que la empresa sólo tenía derecho a contar con cinco personas no sindicalizadas; dos secretarias para la Dirección General, un secretario privado y dos choferes como se mencionó anteriormente.

Primer número de El Universal Gráfico.

    En estas circunstancias era muy sencillo que se impusieran cláusulas que a la larga ténian que afectar a la fuente de trabajo, como así sucedió finalmente. Por ejemplo, estaba prohibido que los redactores que laboraban en EL UNIVERSAL lo hicieran en EL UNIVERSAL GRÁFICO y viceversa, no obstante ser diarios editados por la misma empresa. Los acensos se otorgaban de manera escalafonaria y no por capacidad. Las sanciones, del nivel que fueran, no existían debido que para aprobarlas tenía que intervenir una comisión designada por cada una de las agrupaciones sindicales, las cuales acababan imponiendo su punto de vista, contrario desde luego a sancionar al trabajador, aun cuando éste hubiera cometido una falta grave.

    Un tabajador tenía hasta tres plantas y por lo tanto podía cobrar hasta 30 horas extra a la semana. Había un total de 600 empleados en la empresa, pero como el pagador era sindicalizado y para entonces se había creado el sistema de fichas de cobro, éstas se negociaban para un pronto pago, además de que por las horas extra llegaban a sumar 2,000 como si tal fuera el número de trabajadores.

    Se llegó a extremos que frenaban un más cabal desemvolvimiento profesional de los propios reporteros, como se observa en el hecho de que el redactor debía de ser relevado después de las ocho de la noche, situación que sucedía con suma frecuencia, sobre todo en los asignados a las cámaras de Senadores, de Diputados y a la cobertura de congresos, que entre otro tipo de actividades que demandaban mayor tiempo. Aparte, el trabajador tenía derecho a pedir permisos hasta por ciento ochenta días al año, sin goce de salario, situación que se prestaba para que se pudiera faltar dos y tres veces a la semana, espacio que era cubierto por los suplentes o cuijes, quienes devengaban salario completo pero no podían aspirar a tener la titularidad de la planta, por lo mismo no contaban con estímulos para mejorar su capacidad y ser más eficientes.

    Una política de relaciones laborales carente de reciprocidad, como era la que se había cimentado en "El Gran Diario de México", gracias al populismo inherente a una etapa histórica que buscaba la conformación de una base social que impulsara el desarrollo del Estado, tenía necesariamente que desembocar en perjuicios para ambas partes, no sólo para la empresa, pues llegó en que el periódico perdió prestigio y clientes, ante la imposibilidad de mejorar y competir. Buen ejemplo de ello es que incluso con apenas tres años de laborar en la empresa, el trabajador que por algún accidente se incapacitara total o parcialmente, tenía derecho a cobrar el 50% de su salario como renta vitalicia, y a recibir aumentos en un monto del 60% de los incrementos que obtuvieran los trabajadores en cada revisión contractual.

El Aviso Oportuno.

    Tal realidad explica en buena medida por qué la empresa se vino abajo al paso de los años, pero también hace ver cuán hondo había penetrado en el público un diario nacido en plena etapa revolucionaria. Fueron cinco décadas de estancamiento administrativo y organizativo, no obstante lo cual EL UNIVERSAL siguió la aceptación de un asiduo público lector. Esto, es preciso reconcerlo, se debió en buena medida a la sección que le dio gran impulso al diario: el Aviso Oportuno, innovación tempranera que le permitió arrastrar años de duras penalidades. Con ésta se ponían los cimientos de una contribución que al paso de los años sería esencial en la prensa escrita. México entraba en una etapa dinámica donde las inquietudes económicas y sociales de la colectividad se encauzaban hacia el desarrollo.

    Algo que por sí solo revela cuán lamentable era ya la situación de la empresa, es un hecho grotesco: las ratas que pululaban en el vecino cine "Palacio Chino", preferían morirse en los entrepisos del edificio de Bucareli 8. Los malos olores eran, por entonces, algo natural en los sombríos pasillos de la planta baja, donde se ubicaban las oficinas del Aviso Oportuno, de Cobranzas, de Publicidad... La mugre se había instalado en los pisos de madera y paredes del edificio de dos niveles que entonces albergaban la redacción y oficinas administrativas de "El Gran Diario de México", como lo recuerdan quienes comenzaron a trabajar por aquellos años. No había, como se advierte, correspondencia entre lo que expresaba el lema de pie de plana y lo que demostraba la realidad.

    El país, por otro lado, no había dejado atrás plenamente situaciones propias de un mundo convulsionado, y esto lo reflejaba EL UNIVERSAL. No obstante un entorno de deterioro físico, en el terreno periodístico el diario se venía anotando éxitos sucesivos a partir de la cobertura de los conflictos de la preguerra y posteriormente de las acciones bélicas entre los aliados y las naciones del Eje. Fueron años de severas lecciones históricas que "El Gran Diario de México" asimiló con aplicación irreprochable, como ahora se puede advertir al revisar en la hemeroteca los periódicos de esa etapa.

    En la década de los sesenta, EL UNIVERSAL sobrevivía merced a la inercia que arrastraba de periódico innovador -al menos en México- y capaz de seguir el curso de los acontacimientos mundiales. Sin embargo, poco era lo que había cambiado desde los años de su fundación. La primera plana conservaba su formato casi igual, pues no había modificado el concepto de que mientras más notas se cumplía mejor la tarea cotidiana. Seguía vigente la mala influencia del añejo periodismo norteamericano, de que una buena primera plana era aquella que no bajaba de 30 cabezas.

    Se había habia salvado de organizarse en cooperativa, como había sucedido en otros diarios metropolitanos, pero a un costo que resultaba muy oneroso. En efecto, la hegemonía sindical que desactivaba toda iniciativa, había sido alentada por la propia empresa con el fin de minimizar las ventajas del cooperativismo. Por otro lado, se actuaba así en franca congruencia con los postulados constitucionalistas que hizo suyos el fundador Palavicini. Los sindicatos de Linotipistas y de la Unión de Trabajadores del Periódicos, habían tenido su origen en la Casa del Obrero Mundial, organización que fue determinante en la redacción definitiva del artículo 123 de la Carta Magna. Era lógico el resultado luego de medio siglo de operaciones basadas en reglas de juego en las que la administración era lo que menos contaba.

Manifestaciones y plantones

    La década de los años treinta había transcurrido, para "El Gran Diario de México", sin contra tiempos ni amenazas, como el conflicto habido en 1922, entre los trabajadores de EL UNIVERSAL y el gobierno capitalino encabezado por el general Celestino Gasca, el cual obligó al cierre del periódico de los días del 8 al 13 de septiembre y que tuvo como corolario la fudación de la Unión de Redactores, Obreros y Empleados de la Compañia Periodística Nacional,S.A., antecedente de los sindicatos que habrían de crear posteriormente. Los años previos a la Segunda Guerra Mundial son de consolidación, auque no de cambio, porque para entonces la hegemonía de ese sindicalismo distorsionado era evidente.

    Por ello, el auge económico que trajo la conflagración mundial, a partir de 1939, no fue aprovechado por la empresa para modernizar sus instalaciones y equipos, como convenía para dar un salto cualitativo y como lo esperaba el público lector, ansioso de información oportuna e ilustrativa de los hechos que se suscitaban todos los días en los frentes de batalla en el Viejo Continente. Por ese entonces, Miguel Lanz Duret Sierra se hace cargo de la dirección de EL UNIVERSAL.Miguel anz Duret Sierra Comienza su tarea con entusiasmo y visión, pero tampoco puede hacer nada en favor de una modernización elemental. El abogado de la empresa, José Piña Stein, se decide por el camino fácil de otorgar a los sindicatos todo lo que piden, situación que se vuelve crítica al morir Lanz Duret Sierra, durante la semana santa de 1959.

    Sus herederos no estaban preparados para una eventualidad de tal envergadura, y los problemas acumulados en cuarenta años de no reinvertir utilidades ni adecuar las instalaciones al natural crecimiento de la empresa, pronto se agravaron. La inercia del diario hizo posible que se sobrellevara tan desfavorable realidad, no obstante que había una clarísima falta de dirección. Pues si bien en el directorio aparecia la señora Francisca Dolores Valdé viuda de Lanz Duret, como la responsable de EL UNIVERSAL, en los hechos, la dirección recaia en diversas manos que se fueron turnando la responsabilidad que nunca se entendió de manera cabal, de conformidad con los resultados.

    Pero en honor a la verdad, era ya muy difícil revertir una situación que databa de muchos años atrás. Para los años cincuenta seguían vigentes métodos de trabajo obsoletos y antieconómicos. Por ejemplo, el edificio de Bucareli 8 no contaba con drenaje, factor esencial cuya carencia había originado la creación de una empresa paralela, la Compañia Impresora Popular, S.A., responsabilizada únicamente de la limpieza de las fosas sépticas del edificio, tarea que originaba gastos innecesarios y absurda pérdida de tiempo al tenerse que parar las operaciones del periódico cada semana para hacer la limpieza de la fosa donde se depositaba la grasa de la rotativa.

    Lanz Duret Sierra había fundado el Banco de las Artes Gráficas, y al morir, esta negociación comenzó a ser mal administrada. No obstante funcionar desligada de EL UNIVERSAL, su liquidación ocasionó pérdidas económicas al tenerse que saldar compromisos adquiridos por sus funcionarios. De ahí que el periódico viviera esos años de 1959 a 1969 problemas cada vez más acuciantes y limitaciones que frenaban su competitividad. Por ejemplo, la distribución a los suscriptores del Distrito Federal se hacía en bicicleta. No se contaba con vehículos propios para hacer el reparto a las agencias y al aeropuerto, tarea que se realizaba por conducto de la Unión de Voceadores, a un costo mensual elevadísimo, equivalente a lo que costaba adquirir un camión.

La Constituyente

    A partir de 1962 las cosa empezaron a empeorar, debido a que EL UNIVERSAL dejó de tener utilidades. Habia perdido prestigio, pues las carencias internas y la creciente desorganización se notaban en el periódico mismo. Cada departamento se había convertido en una isla y cada isla tenía su propio "rey", donde se hacía lo que éste mandaba, sin rendirle cuentas a nadie. Pese a ello, los viernes, recuerdan con avergonzada nostalgia los protagonistas de esa época, eran de obligada convivialidad, o sea lo que ahora se denomina "viernes social".

    Nunca había dinero en la caja, y se tenía que negociar con los bancos desde el miercoles a fin de poder pagar los viernes la nómina. Hubo ocasiones que los proveedores se negaban a entregar sus productos, y el endeudamiento de la empresa crecía mientras que sus anunciantes iban a la baja. En noviembre de 1964, se intentó poner remedio a esta grave situación: se contrataron los servicios de un especialista en el procesamiento de datos, Genaro Llanos, quien para poder ingresar tuvo que ser contratado en calidad de auditor. No había ni un sitio más o menos idóneo para instalar el equipo de cómputo que se deseaba adquirir. Por ello el paso inicial fue acondicionar un cuarto, en Bucareli 8, que sirviera a ese fin que de inmediato encontró el rechazo del Sindicato de Empleados.

    De cualquier forma, se echó a andar en abril de 1965, luego de capacitar a diez personas que se prestaron a ello, aunque fueran vistos con malos ojos por la dirigencia del sindicato respectivo. Esto era explicable, pues se tenía la idea de que el uso de las computadoras -entonces muy elementales- iba a desplazar a toda la gente. Pero en esencia lo que se temía era que una eficaz organización administrativa representaba, como después se vio que así sería, la pérdida de cuotas de poder. El Sistema Unit Records se puso en marcha en el área de contabilidad, a efecto de llevar a cabo el trabajo de cobranzas y la elaboración de nóminas. En este renglón había mayores reticencias, pues el administrador, Rubén Rodríguez, desde años atrás tenía el control de los pagos por medio de las conocidas como "fichas amarillas", cuya negociación significaba un poder real, más efectivo que el de la empresa.

    Los conflictos con el Sindicatos de Empleados nunca terminaron por el uso de dicho sistema de cómputo, por elemental que haya sido. Por ello se decidió desmatelarlo a principios de 1972, ya bajo la administración de licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, regresándose las terminales a la IBM y volviendo a la facturación a mano, aun que ya en máquinas de registro directo, lo que significaba un avance con relación a una década anterior. No obstante, lo normal era que la facturación estuviera atrasada por la menos ocho meses. La Constituyente Tal situación provocó el primer conflicto serio con uno de los sindicatos, el de empleados, cuya dirigencia hizo estallar una huelga. Sin embargo gracias a este conflicto fue posible romper una inercia negativa, una vez que 80 empleados de confianza, contratados ante tal eventualidad, se dedicaron durante 19 días a sacar el trabajo en condiciones muy penosas. El señor Llanos recuerda que para poder cobrar se tenían que robar las facturas de los escritorios, en horas en que el sueño vencia a las guadias dejadas por el sindicato.

    Esas 80 personas, prácticamente permanecieron bajo virtual arresto domiciliario, ya que según la ley laboral nadie podía salir ni entrar. Sin embargo, luego de 19 dias de "pesadilla", fue posible no sólo ganar la huelga, que por cierto no afectó las áreas productivas, sino liquidar al Sindicato de Empleados, acción que demostró que para salvar a la empresa no había otro camino que el de acabar con un mal entendido y viciado sindicalismo, que ponía en grave riesgo no sólo la supervivencia del periódico, sino de una importante fuente de trabajo que había favorecido la entrada de México al diarismo moderno.

 

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