Enfermedades tifoideas.
1° FIEBRE AMARILLA

      Sinonimia.- Vómito negro, Vómito prieto, Tifo amarillo, Pestilencia hemorrágica, Mal de Siam (español), Fiévre jaune (francés), Yelow fever (inglés).

      La fiebre amarilla está caracterizada especialmente por calentura de tipo continuo, por el color amarillo de la piel y de las conjuntivas, vómitos de materias negruzcas y hemorragias pasivas.

      Parece que la fiebre amarilla no es originaria de Veracruz, á pesar de que la historia no señala con exactitud ni la época de su primera aparición ni el punto de donde fué importada. Según el Padre Alegre, la fiebre amarilla fue importada por la primera vez á Veracruz en el año de 1699 por un buque inglés que trajo un cargamento de esclavos negros, y sin embargo Clavijero afirma en su historia de México que en 1725 la enfermedad era desconocida en estas regiones.

      Sea lo que fuere, sí parece fuera de toda duda que el vómito prieto reina en Veracruz desde principios del siglo pasado.

      Geografía. - La zona del vómito (véase la carta núm. 18) comprende el cantón de Veracruz en el Estado del mismo nombre, el partido de Frontera en Tabasco, los del Carmen y Campeche en Campeche y los de Unucmá, Progreso, Temax, Tizimín y Valladolid en Yucatán.

      Según el. Dr. Carlos Heinemann que ha residido muchos años en Veracruz, no se puede considerar á la fiebre amarilla como con todos los caracteres de una verdadera endemia, sino en las poblaciones siguientes: Veracruz, Alvárado, Tlacotalpan, Laguna y Campeche. En los otros lugares, según este señor, aparece raras veces y más bien bajo la forma epidémica. En los datos que se nos han remitido se consigna la existencia de la enfermedad en otros Distritos sin manifestar que de un modo epidémico, aunque sí haciendo notar su rareza: creemos sin embargo muy autorizada la opinión del Dr. Heinemann quien la funda en multitud de datos y en averiguaciones minuciosas.

       Etiología. - En la actualidad todos los autores están conformes en que el, veneno generador de la fiebre amarilla es un microorganismo, siendo una alga para el Dr. Freire, del Brasil; un hongo para el Dr. Carmona y Valle, de México, para el Dr. Finlay un micrococus. Aunque ninguno de estos tres autores ha logrado demostrar su opinión, han hecho importantes estudios sobre la etiología del mal y han contribuido para afirmar las ideas de la generalidad del, mundo médico, de que la causa esencial de la fiebre amarilla es un ser microscópico.

      Respecto de las condiciones cósmicas, telúricas y sociales de los puntos donde existe la endemia, son enteramente iguales á las de otros puntos de la misma costa del Golfo, en donde no se conoce la enfermedad. Algunos autores han creído que puede tener influencia en la endemia de que se trata la acción de ciertos vientos, la descomposición de las materias animales ó el desprendimiento de los efluvios pantanosos. Por lo que respecta á los vientos, hay la creencia en Veracruz de que los vientos secos y calientes del S.E. exacerban la enfermedad, y que por el contrario los vientos fríos y violentos del N.E. la mitigan o aun la hacen desaparecer muchas veces. Sin negar la influencia que los vientos puedan tener en el mayor ó menor desarrollo de los gérmenes que producen el mal, sí se puede decir que esta influencia ni es decisiva ni mucho menos se halla bien estudiada.

      La descomposición de materias animales existe en mayor o menor escala en todos los puertos del Golfo y del Pacífico, y sin embargo la endemia no existe como propiamente tal sino en los cinco puertos que ha indicado el Sr. Heinemann. Otro tanto se puede decir de los terrenos pantanosos, los cuales si son á veces, como muchas observaciones parecen demostrarlo, medios de cultivo á propósito para los gérmenes, nunca se puede decir que sean la causa productora de la enfermedad.

     Aunque no conocemos sino muy imperfectamente la esencia del mal, sí sabemos alguna cosa respecto á varias de las propiedades del agente que lo produce.

      Entre éstas una de las principales es la inmunidad de que disfrutan los individuos que nacen en el lugar donde existe la endemia. Se ha creído en Veracruz, durante mucho tiempo, que esta inmunidad era absoluta, de tal modo que un individuo por sólo el hecho de haber nacido en los lugares donde existe el vómito, podía tener la seguridad de que nunca seria atacado de este padecimiento; pero varias observaciones muy numerosas citadas por los médicos que han residido largos años en los lugares donde reina el vómito, ha hecho desechar la idea de la inmunidad de la manera tan absoluta como antes le consideraba. En efecto, esta probado que si un individuo nace en un lugar donde reside la endemia y no se separa de allí, ó si lo hace es por muy corto tiempo, gozará de inmunidad, la cual puede perder alejándose de su residencia, aumentando el peligro de ser atacado en proporción del tiempo que dura su ausencia y de la diferencia que existe entre las condiciones climatéricas del lugar donde ha vivido y su país natal.

      Hay otra cualidad del germen que produce la fiebre amarilla y es la de poder trasmitirse y reproducirse si encuentra las condiciones á propósito para verificarlo. En la carta núm. 19 se pueden ver los diversos Estados de la República en que ha habido epidemia de vómito. En 1855 y 1857 en el Estado de Yucatán; en 1863 en el Estado de Veracruz; en 1865 en el Estado de Campeche y en el de Tamaulipas; en los años de 1872, 1873 y 1875 en el Estado de Veracruz; en 1877 en Tabasco y Veracruz; en 1878 y 1879 en Veracruz; en 1881, 1882 y 1883 en Yucatán. , En los Estados del Pacífico ha habido las siguientes epidemias de vómito: en 1813 y 1814 en Michoacán; en 1850 en Oaxaca; en 1860 en Michoacán; en 1870 en Chiapas; en 1877 en Oaxaca; en 1882 en, Jalisco y Sinaloa; en 1883 en Sonora, Sinaloa, Colima y Territorio de Tepic; en 1884 en Sinaloa, Territorio de Tepic, Oaxaca y Guerrero. Las causas que han originado estas epidemias no se mencionan en las respuestas á los interrogatorios del Ministerio de Fomento y nos ha sido preciso consultar otros informes oficiales, así como tener en cuenta algunas observaciones particulares de personas que han vivido en esos lugares durante la epidemia.

      De un modo general se puede decir que las causas á que se han debido dichas epidemias se pueden reducir á cuatro y son:

                1° La trasmisión de la enfermedad de persona á persona.
                2° La trasmisión por el viento.
               3° Por mercancías; y
               4° Por algún buque infestado.

       La trasmisión de persona á persona ha sido negada por la mayoría de los autores y entre otros por Jaccoud, el cual en la página 402 de su tratado de patología interna, dice hablando de los enfermos: "No es él, á decir verdad, el agente de trasmisión, son sus vestidos, sus efectos de lienzo, el local mismo donde ha permanecido; en otros términos la Trasmisión personal (contagio vivo de los antiguos) no está probada, en tanto que la Trasmisión impersonal (contagio muerto) está establecida de un modo innegable." Podríamos citar muchos hechos que probasen la trasmisíón de persona á persona; pero sólo citaremos uno reciente, tomado de la memoria del Sr. Heinemann. "Córdoba.......................no había sufrido ninguna invasión desde los años de 1864 y 1866 hasta 1875 en que comenzó una nueva epidemia que se desarrolló de un modo terrible el año siguiente y á la que sucumbieron más de dos mil personas, quedando exceptuados del contagio solamente los nacidos en Veracruz y los numerosos habaneros que por la revolución de Cuba habían emigrado á este punto. El origen de la epidemia se atribuyó por muchas personas inteligentes á un joven jalapeño, hijo del Sr. Dr. Casas que en un viaje á Veracruz cogió allí el germen de la enfermedad y vino á morir á Córdoba. De la casa del difunto se extendió el mal casa por casa y manzana por manzana y calle por calle hasta la invasión total de la población, y de allí fué trasportado a muchos pueblos, haciendas y ranchos de los alrededores ...........".

      ¿Sería que las ropas de los enfermos y los locales donde éstos se hallaban fueron los únicos agentes de trasmisión? Pues en ese caso se puede considerar lo mismo a propósito de cualquiera otra enfermedad contagiosa, el tifo por ejemplo, pues no es posible separar al enfermo de las ropas de que se halle vestido. Se citan, es cierto, multitud de casos y aun de experiencias. hechas á propósito que indican que la fiebre amarilla no se ha trasmitido de persona á persona, pero por numerosos que sean esos casos no pueden destruir la opinión que se ha formado con otros muchos casos positivos perfectamente observados.

      2° Transmisión por el viento. - No hay noticia de que ningún buque anclado en Veracruz á distancia de una milla del muelle haya sido infestado del vómito si no ha comunicado directamente con tierra, ó con otro buque infestado. Este hecho que se ha. verificado también, y aun tratándose de distancias mucho más cortas, en otras varias partes, ha hecho que se declare terminantemente que el vómito no se trasmite por el viento. Vamos á citar un solo ejemplo que á nuestro juicio prueba suficientemente que tratándose de distancias de muy pocos metros sí es posible la trasmisión por el aire. En la epidemia de fiebre amarilla que hubo en Tampico el año de 1865, el hospital de los atacados estaba separado por un grueso muro de un edificio contiguo que era cuartel á la sazón. Durante algún tiempo los soldados no sufrieron en lo más mínimo, pero para dar luz á una parte del cuartel se abrieron algunas ventanas en el muro que lo dividía del hospital, comenzando desde luego á desarrollarse la enfermedad entre los soldados.

      3° Trasmisión por las mercancías. - Como está un unánimemente admitida la opinión de la trasmisibilidad del vomito por medio de las mercancías, solamente citaremos lo referido por el Sr. D. Francisco Argüelles al Dr. Heinemann á propósito de la epidemia de Pichucalco:

      "Pareció la fiebre amarilla en Pichucalco en el mes de Junio presentándose los primeros casos en la casa de un comerciante español, el Sr. Bustamante, que acababa de recibir un surtido de efectos de San Juan Bautista. Estas mercancías fueron trasportadas por canoa río arriba, hasta un punto que dista una legua de Pichucalco, donde fueron desembarcadas y llevadas por arrieros á esta población. De la suerte de los canoeros no supo nada el Sr. Argüelles, pero me aseguró que todos los, arrieros cayeron enfermos. Pocos días después que llegaron las mercancías se enfermaron los habitantes de la casa del Sr. Bustamante, muriéndose catorce de ellos, y de esta casa se propagó el mal por toda la población, haciendo muchísimas victimas en todas las clases del vecindario, con sola la distinción de que los indios de tierra fría (S, Cristóbal de Chiapas) sucumbían con unas facilidad que los de tierra caliente. Después de pocos días, las mercancías infaustas fueron en espaldas de indios llevadas á San Cristóbal, pero en el camino mismo estos desgraciados fueron atacados uno por uno de la enfermedad: San Cristóbal, cinco jornadas distante de Pichucalco, no llegó la epidemia, cuya fuerza había disminuido mucho ya en el mes de Agosto, continuando, aunque siempre en menor escala, hasta principios de Diciembre que desapareció por completo."

      4° Trasmisión por los buques.- Este modo, de trasmisión es el más generalmente admitido y ha sido el más común por lo que respecta á las epidemias de fiebre amarilla que han tenido lugar en la República. No me detendré en señalar los diversos casos en que ha tenido lugar la infección de diversos puertos por medio de los buques y sólo hablaré de la epidemia que ha hecho más estragos en la República.1 "La fiebre amarilla que, reino" en varios puntos de la costa occidental de México se declaró en Mazatlán, según arriba indiqué á mediados del mes de Agosto de 1883, y parece fuera de duda que fué importada por el vapor "San Juan" de la "Mala del Pacífico" que llevaba treinta y tres enfermos procedentes de Panamá. Acaso merezca alguna disculpa el hecho de que se hubiese dado entrada al vapor, no obstante esa circunstancia, por la de que Mazatlán ha sido generalmente reputado como un puerto sano y en donde no se había hecho endémica la fiebre amarilla, á pesar de encontrarse en contacto con puntos en donde lo era. Esto no obstó para que la enfermedad tomase un rápido incremento, en términos de que, según informe rendido por el Jefe de Hacienda de Sinaloa, había allí en los primeros cinco días tres mil personas atacadas, y en solo uno murieron veintidós. Muy pronto paso la epidemia á Guaymas, San Blas, Acapulco, Manzanillo y algunos otros lugares, varios de ellos distantes de la costa, como Hermosillo, Culiacán, etc.; produciendo en todas partes, pero principalmente en puntos de los Estados de Sinaloa y Sonora, un gran número de defunciones, y á la vez la mayor alarma y miseria entre los habitantes, muchos de los cuales abandonaban en masa las poblaciones, emigrando á lugares más sanos, lo que acaso hizo un poco menos terribles los resultados de la epidemia.

      "Durante el curso de ésta, la Secretaría recabó y estuvo recibiendo noticias constantes, ya por el correo, ya por la vía telegráfica, sobre la marcha y los progresos de la enfermedad, y, oyendo en muchos casos al Consejo, diet6 cuantas medidas juzgo´' oportunas, las que no detallaré por ser numerosas y complicadas, y porque las.más de ellas tenían por objeto la decisi ´ón de los casos particulares que se iban presentando y. que demandaban la resolución del Ejecutivo federal. Este, no obstante los perjuicios que el comercio y el fisco reportaban con ello, procuró establecer la incomunicacio´n posible entre los lugares infestados y los que no lo estaban, lo cual unido ´á las precauciones adoptadas por las autoridades de cada localidad, impidi6 acaso que se extendiese más la enfermedad.

      El 13 de Octubre del expresado año de 1883, la Junta de Sanidad de Mazatlán, declaró oficialmente que había desaparecido por completo la fiebre amarilla, y poco más ó menos, en la misma época, ceso de hacer estragos en los demás puntos invadidos."

      Profilaxia.- Aunque las medidas proflilácticas se deducen fácilmente de la etiología, vamos á ocuparnos de algunas que nos parecen mas importantes, proponiéndonos los casos que con más frecuencia se presentan en la práctica.

      Supongamos que, como pasa en estos momentos, no reine la fiebre amarilla en ninguno de nuestros puertos del Golfo, es posible que avanzando un poco más la época de los calores, y dadas otras condiciones que no conocemos, aparezca la enfermedad en algún puerto; pero más probable será que pueda ser importada de alguna de las islas Antillas, ó de otro punto; la principal medida profiláctica será, pues, establecer la mayor vigilancia con los buques que procedan de los lugares infestados, y establecer, llegado el caso, las cuarentenas, sea de rigor ó de observación, según se necesite, lo mismo que la desinfección de las mercancías susceptibles y de los equipajes. Si en algún puerto se llegare á desarrollar la fiebre amarilla se deberán aplicar con toda eficacia las medidas de aislamiento para los enfermos y la desinfección de las ropas y efectos contaminados, poniendo además en práctica todas aquellas, medidas que impidan la trasmisión de la enfermedad á los otros puertos extranjeros, teniendo presente el deber imprescindible en que estamos de garantizar que salen sin infección de nuestros puertos todos los buques que toquen en ellos, a aún en la época en que reina la enfermedad.

      Estas medidas deben ser puestas en vigor, tanto más pronto cuanto que dentro de muy poco tiempo podrá estar terminado el ferrocarril para buques del istmo de Tehuantepec, y ya se podrán calcular los peligros que resultan para nuestra costa del Pacifico, si no se ejerce la mayor vigilancia y se toman toda clase de precauciones.

      Los lugares de la República donde no reina la endemia deben siempre estar prevenidos para evitar la transmisión de la fiebre amarilla.

      Hemos visto en la carta número 19 que nunca se ha propagado la enfermedad en la tierra fría2 y por lo mismo en esta región es inútil tomar precaución alguna, no sucede lo mismo en la tierra templada, y muy especialmente en la parte de esta región contigua a la tierra caliente, a donde se ha desarrollado varias veces la enfermedad en ambas vertientes de la cordillera. Del lado del Golfo, parece que la enfermedad no ha pasado de la altura de 1008.m59 que es la altura del pueblo de las ?ánimas situado entre Córdoba y Orizaba. Del lado del Pacifico la epidemia ha llegado á mucha mayor altura, sin que podamos decir cuál sea esta, pues para ello no tenemos los datos suficientes.

      Para el caso de la trasmisión de una epidemia de fiebre amarilla á cualquiera localidad, además del aislamiento y la desinfección de que ya hemos hablado, sólo podemos aconsejar como medida individual eficaz la emigración á la tierra fría. Las autoridades locales deberán dictar en cada caso la dirección que deben seguir los que emigren, y las precauciones que se deban de tomar para evitar la difusión de la enfermedad en las zonas susceptibles de ser invadidas.

4° TIFO

      Sinonimia.- Tifus de Hungría, fiebre petequial, tifus de los campos, de las prisiones, de los navíos, de los lazaretos, tiphus petéchial (francés) tiphus fever (inglés).

      El tifo ha reinado en estas regiones desde hace varios siglos, pues fué conocido desde antes de la conquista. Es la enfermedad que causa mayor mortalidad en la República, y sin duda alguna la que ha originado el mayor número de epidemias.

      Geografía.- Las cartas números 20 y 21 representan la distribución del tifo en la República durante el invierno y el verano. En ellas se vé que es mas abundante en el verano, en cuya estación es general á todos los Estados, con excepción de los de Sinaloa y Colima. En el invierno no existe esta enfermedad en los Estados de Campeche, Colima, Tabasco y el Territorio de la Baja California. Se observa tanto en la tierra caliente como en la templada y en la fría, siendo más abundante en la parte del país comprendida entre los 16° y los 13° de latitud, en la cual está más densa la población. Comparando esta carta con la número 2 se puede ver que ataca igualmente á la raza mezclada y á la indígena. Si se comparan con la carta número 3 se ver á que no hay diferencia sensible entre los Distritos en que son abundantes las lluvias respecto a aquellos en que son moderadas. Haciendo la comparación con las cartas números 4 y 5, se notará que tampoco hay diferencia apreciable entre los Distritos pantanosos con los que no lo son, lo mismo con que los que hay ó no heladas. La clase de agua que consumen las diversas poblaciones no parece influir de un modo que se pueda apreciar en el desarrollo de la enfermedad.

      Etiología.- No se conoce la naturaleza del veneno que produce el tifo, aunque todos los autores están conformes en que es un micro-organismo, pues solamente con esta teoría se pueden explicar bien los diversos fenómenos clínicos y etiológicos de la enfermedad.

      Entre las causas que producen el desarrollo del tifo, citan los autores como las principales: 1° la aglomeración de muchos individuos en un espacio poco ventilado; 2° el hambre, la suciedad y demás circunstancias que constituyen lo que se llama la miseria fisiológica; 3° la acumulación de productos animales en estado de fermentación.

      1° Hacinamiento de individuos. - Esta causa, que en algunas ocasiones nos ha parecido ser eficaz para la producción del tifo, no se puede considerar como suficiente, pues se pueden citar multitud de casos en que ha habido aglomeración de personas, tanto en los cuarteles como en las, prisiones de la República sin que, se haya desarrollado el tifo. Algunos hechos sí se pueden aducir, que demuestran claramente que el hacinamiento de individuos ha podido ser la causa de la aparición de algunas epidemias; recuérdese la de 1848 en la Capital, cuando la entrada de los americanos, y las de 1861, 1867 y 1875 que también tuvieron lugar en la Capital con la aglomeración en los cuarteles de las fuerzas del ejercito liberal. Otras varias epidemias han estallado en los Estados por causas semejantes; pero como decíamos al principio, se pueden citar multitud de hechos en que la aglomeración de individuos en espacios poco ventilados no ha producido el desarrollo del mal. Se concibe esto, á priori, reflexionando que por propicio que sea el medio donde se hallen esas aglomeraciones humanas, si falta la semilla, el agente que produce el tifo, ciertamente que la enfermedad no se podrá presentar.

      2° La miseria fisiológica.- Se comprende que el debilitamiento del organismo, debido a la falta de higiene, a la insuficiencia de alimentación, y sobre todo, al abuso de las bebidas alcohólicas, sea un factor que aumente en el individuo la receptividad morbosa; pero no creemos que se pueda citar ningún hecho que atestigüe que esa miseria fisiológica, por sí é independientemente de otra causa, ha podido ser el origen del desarrollo del tifo exantemático.

   3° La acumulación de productos animales en estado de fermentación.- Según la mayoría de los médicos de la Capital á esta causa se debe atribuir principalmente el desarrollo del tifo, tanto en la Ciudad de México como en toda la República. El Consejo Superior de Salubridad del Distrito Federal, que ha estudiado la cuestión con todo el detenimiento que se merece, ha dicho en un informe oficial3 lo siguiente: "En México, a nuestro modo de ver, la infección tiene en gran parte un origen facial, desarrollándose el miasma en los caños, atarjeas y comunes azolvados, de donde se desprende cuando llegan á quedar á descubierto los lodos y materias fecales en descomposición pútrida. Varios hechos podrían citarse en apoyo de esta manera de pensar, y entre otros, las pequeñas epidemias habidas hace poco en el Hospicio de Pobres y en la Escuela Correccional de Artes y Oficios.. En el seno de la Sociedad "Pedro Escobedo" en una de las sesiones del año próximo pasado, en vista de diversas observaciones muy interesantes referidas por los Sres. Olvera y González Amescua, esta opinión fué generalmente aceptada.

      Así consideramos que la causa que nos ocupa es una de las que en México debe principalmente tenerse en cuenta en la etiología del tifo.

      Del año de 1884 á la fecha, hemos tenido ocasión en el Consejo de Salubridad de observar que en la mayor parte de las casas en donde se ha presentado el tífo se ha notado que casi siempre tenía un origen fecal.

      Así como no se comprende que el tifo pueda nacer espontáneamente en una prisión, cuartel ó cualquiera otro lugar de aglomeración de individuos, tampoco, se puede comprender su desarrollo espontáneo en cualquiera otro lugar en donde haya materias animales en descomposición. ¿Cómo se pueden explicar, pues, todos los hechos que hemos visto del desarrollo del tifo en una casa cuyos habitantes no han tenido comunicación alguna con enfermos atacados de ese mal? Creemos, que si bien las materias animales en putrefacción no producen el veneno del tifo, sí son el medio más á propósito para el cultivo y reproducción de los gérmenes, los cuales, en mayor ó menor número, siempre se hallan en la atmósfera.

      El origen fecal del tifo explica la aparición de la enfermedad en las habitaciones aisladas de los campos, y en todos esos lugares que están tan lejanos de los focos de infección.

      Desarrollado de un modo ó de otro, el veneno tifógeno es reproducido por el organismo que infecta, y es trasmisible de hombre á hombre con tal fuerza, que hace del tifo exantemático la más contagiosa de las enfermedades tíficas.4

      El contagio sí es una causa suficiente que explique el desarrollo y propagación del mal, y como se halla admitido por todos los autores, no creemos necesario detenernos en señalar los innumerables casos que lo confirman, y sólo indicaremos algunos hechos que hemos observado acerca de la manera de trasmisión del veneno.

      En la epidemia de tifo que hubo en la ciudad de México el año de 1876, cayó enfermo un hijo del "maestro de obras" del Hospital de Jesús; arriba de la pieza que ocupaba dormía la costurera del mismo Hospital, la cual se contagió poco tiempo, ordenándose pasara á la cama numero 7 de la sala de mujeres, Instalada la enferma en esa cama contagió á sus vecinas, las. de las camas números 6 y 8, y estas á su vez comunicaron la enfermedad á cinco enfermas de las camas inmediatas, no habiéndose propagado la enfermedad a las camas del otro lado de la sala, que distan cuatro varas de las anteriores. Se vació la enfermería dejando a las de tifo solamente, y se detuvo la epidemia.

      Este caso nos demuestra lá poca difusibílidad del veneno del tifo, el cual por el aire se puede trasmitir á distancias muy cortas. Esta opinión se halla también confirmada plenamente por otro hecho, que nunca se ha propagado el tifo del Hospital Juárez, de esta ciudad, á las casas de la acera de enfrente. Otro hecho curioso es el siguiente: Un convaleciente de tifo del Hospital Juárez comenzó a sufrir accesos de enajenación mental, y fue remitido al Hospital de San Hipólito. En este Hospital se desarrolló una epidemia de tifo en el departamento donde estaba el convaleciente, y todos los atacados fueron remitidos para su curación al Hospital Juárez. Cesó de pronto la epidemia, la cual volvió a presentarse después de algunos días, cuando comenzaron á llegar los convalecientes del Hospital Juárez. Como se había practicado, por indicaciones del Consejo Superior de Salubridad, la limpia de los caños y comunes, y la desinfección de los departamentos donde se había presentado el tifo, se pudo ver claramente que la causa de la nueva invasión era debida á las ropas que llevaban los enfermos, y que eran las mismas que habían usado al ser remitidos al Hospital Juárez. Dispuso el Consejo de Salubridad, que para ser remitidos los convalecientes al Hospital de San Hipólito, se lés administrase un baño y se desinfectasen convenientemente las ropas, cuyas medidas fueron coronadas del éxito más completo, pues ya no se presentó otro caso de tifo en San Hipólito.

      Además de los hechos que se acaban de citar, hay otros muy curiosos en las actas del Consejo de Salubridad, que demuestran el contagio por las localidades; pero ya no nos detendremos en referirlos, por tener que pasar al estudio de las epidemias de tifo que se han presentado en la República.

      El tifo ha revestido la forma epidémica (léase la carta número 22) en diversas épocas, en gran número de Distritos, muy especialmente en aquellos donde es más densa la población, y que se hallan en la tierra templada, y sobre todo en la fría. En la tierra caliente sólo se ha presentado sentado bajo esta forma en los Distritos de Juchitán, Juquila y Miahuatlan del Estado de Oaxaca; en los de Hidalgo y Morelos, del Estado de Guerrero; en el de Ario de Michoacán; en el Partido de Tepic en el Territorio del mismo nombre; en los Distritos de Ures y Alamos del Estado de Sonora; en el 6° y 9° de Nuevo León y en el de Cordova y Veracruz del Estado del mismo nombre.

       Se ha observado que las epidemias atacan sobre todo á la raza indígena, sin dejar de manifestarse también en la raza mezclada.

      Los lugares donde las lluvias son moderadas, han sido más invadidos que aquellos donde son abundantes.

      Los pantanos no parecen haber tenido influencia sobre el desarrollo del tifo bajo la forma epidémica, como se puede ver comparando esta carta con la número 5, que indica los Distritos pantanosos.

      Como me parece de suma importancia la historia del tifo en México nos ocuparemos ahora de las epidemias de que se tiene noticia, tomando los datos que se refieran a los siglos pasados, de la Memoria sobre el tifo, presentada por el Dr. Ricardo Egea á la Academia de Medicina de México, el año de 1880, y los del presente siglo, de las noticias remitidas al Ministerio de Fomento por los Ayuntamientos y médicos de la República..

 

HISTORIA. DEL TIFO MEXICANO

      "Parece que en el Nuevo Mundo existió el tifo desde antes de la conquista, y que en el Anáhuac se le designaba con el nombre de Cocolistle, según refiere el cronista Herrera.

      "En tiempo del primer virrey de México, D. Antonio de Mendoza, hizo grandes estragos en la capital cierta fiebre con pintas en la piel, y que se extendió por todas las provincias y pueblos de la Nueva España. Esta época coincide con la de 1530, en que se propagó el tifo de Chipre á Italia y otros puntos del Viejo Mundo.

      "Los mexicanos sanaron entonces á muchos soldados españoles, dándoles á beber el cocimiento de Huachichitl, y la raíz de otra planta muy semejante á la verdolaga, y que no puede ser otra que el Tianguis pepetla que emplean los indios y rancheros de la tierra caliente para curar el tabardillo, sarampión y viruelas, cuyo uso traen por tradición. [Boletín de Geografía y Estadística. Año de 1875, pág. 254.]

      "Hacia fines de 1545 hubo otra gran epidemia que no se encuentra clasificada por los historiadores, que duró unos seis meses y cundió con gran celeridad a muchos puntos del país. El virrey D. Antonio de Mendoza destinó en México varios edificios para hospitales de los epidémicos, circulando órdenes á los Gobernadores y autoridades subalternas de las provincias, para que aliviaran á los menesterosos.

      "Terrible fué dicha epidemia, puesto que algunos historiadores hacen subir a 800,000 el número, de muertos, y Grijalva dice: que de las seis partes de los indios murieron cinco. (Cavo. Tres siglos de México, libro 3°).

      "Aparecieron otras epidemias en los años de 1575, 1576 y 1577, a las cuales se les dió el nombre de Matlazahuatl (que parece ser el tifo). Esta última de 77, que se extendió á todo el reino, mató a más de dos millones de habitantes, habiendo despoblado por completo multitud de aldeas: lo notable de ella fué qué se cebó en los indígenas puramente, pues los españoles fueron muy poco atacados. Según las autopsias verificadas por el Dr. Juan de la Fuente, parece haber sido un tifo exantemátíco complicado de hemorragias, y cuya sintomatología marchaba con tanta rapidez, que los enfermos morían en un día frecuentemente. (Coindet, México, al punto de vista Médico Quirúrgico).

      "En 1694 hubo otra epidemia que no tuvo la importancia de la anterior. Se atribuyo á escasez de víveres por la perdida de las cosechas en varios años sucesivos, y por la falta de pulque que se les prohibió á los indios, y se dijo, que la debilidad que ambas cosas produjeron en ellos los enfermaba y los hacía morir.

      Durante el virreinato del duque de Linares, D. Fernando Alencáster, y Silva, ocurrió otra epidemia el año de 1714, á consecuencia también de carestías ocasionadas por heladas prematuras el año anterior, que arruinaron los campos. Tampoco se dice de esta epidemia, ni cómo la calificaron, ni el tiempo que duró, ni los estragos que hizo.

      "En 1736 hubo la gran epidemia de Matlazahuatl, que comenzó el mes de Agosto y continuó hasta Mayo ó Junio de 1737. Los síntomas que esta epidemia presentó, fueron: calosfrío inicial, dolor de cabeza, principalmente en las sienes, flujo de sangre por las narices, ardor de entrañas; y en el curso de la enfermedad, en algunos enfermos, un color amarillo muy sabido de los tegumentos, por lo que algunos médicos la denominaron, Fiebre amarilla. Al quinto ó sexto día sobrevenía la muerte ó la curación, quedando expuestos los enfermos a recaídas, que algunas veces eran dos ó tres.

      "Los mismos síntomas, ó al menos semejantes, se observaron en la epidemia de 1545, siendo tan mortífera como la de 1536 y 1537.

      "Ya en 1737 había en México nueve hospitales para recibir enfermos, y en todos se aumentaron las salas, principalmente en el Hospital Real de Indios, que convirtió en enfermerías sus corredores y hasta la iglesia misma. La caridad pública se mostró esplendida en las angustiosas circunstancias: no bastando los hospitales citados, el P. Juan Martínez, jesuita, abrió dos, y además algunas casas reunían y asistían enfermos, todo con recursos que daban los ricos. Así también se sostuvo el hospital, que por influjo del mismo P. Martínez abrió el médico D. Vicente Rebeque en la plaza de Gallos.

      "Animados de este ejemplo abrieron también hospitales, el Ayuntamiento de México: uno en el puente de la Teja; otro, el Arzobispo virrey, en San Hipólito; otro el P. Nicolás de Segura, jesuita, en San Lázaro, y otro para convalecientes el Cabildo eclesiástico.

      Sin perjuicio de todo esto, el Arzobispo virrey nombró cuatro médicos, bien pagados, que asistían á los necesitados en sus casas, dándoles las medicinas en seis boticas, montando este gasto á 35,372 pesos.

      "Se atribuyó esta epidemia a la maléfica influencia de los vientos del Sur, que soplaron ese año con frecuencia, y tan impetuosos algunos, que arrancaron los árboles, y arrancaron las veletas de los campanarios: cualquiera que haya sido su causa, lo cierto fué, que la epidemia comenzó al Occidente de la ciudad, en su obraje de Tacuba.

      "Túvose esta epidemia por contagiosa, con algún fundamento, pues no pocos murieron víctimas de su caridad, como sucedió al P. Martínez. Muchos médicos murieron contagiados con los autopsias que hacían, y es de sentir que no hayan dejado nada escrito, ó que no hayan llegado hasta nosotros las lesiones cadavéricas que observaron, así como lo que hayan observado en la marcha sintomática de la enfermedad, y de los métodos curativos qué siguieron.

      "Algunos historiadores, de una manera vaga, dicen que, en algunos cadáveres, se encontraron pústulas en el redaño, y algunos ganglios mesentéricos supurados.

      "Aunque no se averiguó con fijeza el total de muertos en la Nación, se sabe que en la ciudad de México llegó á 40,150; en Puebla á 54,000. Alegre asienta, que perecieron las dos terceras partes de los habitantes. Cabrera hace llegar la mortandad á 192,000; pero Cayo hace notar que esta suma es incompleta, porque la tomó Cabrera de solo 130 alcaidías, y también porque se limitó á los indios tributarios.

      "Una cosa llamó la atención de los historiadores, y es: que habiendo habido pueblos que quedaron desiertos, hubo también cuatro pertenecientes al Obispado de Oaxaca que, aunque rodeados de pueblos apestados, no se contagiaron: estos fueron Teotitlan, Ayahualíca, Hueyacocotlán y Nochixtán.

      "En 1763 repitió casi inmediatamente el Matlazahuatl, también con flujo de sangre por las narices: No fué tan fuerte esta epidemia como las anteriores; sin embargo, se llenaron los hospitales que ya había establecidos, y otro nuevo que fundó el P. Agustín Márquez, jesuita; del cual se dice que fué muy grande, pero no donde estuvo. Tampoco se fija la duración de esa epidemia, ni el número de víctimas que hizo.

      "En 1784 hubo una gran epidemia que se designó con el nombre de Epidemia de la Bola, " también producida por escasez, y que, a mi entender, fué de tifo, por el carácter contagioso de ella; pues se cuenta que en Guanajuato fué detenido el carruaje del Conde de Valenciana por un pordiosero para pedirle limosna por una de las portezuelas, y que, al recibir el aliento de éste, contrajo la enfermedad y murió de ella.

      "En 1785 hubo una epidemia de fiebres, que comenzó en el invierno del referido año, y terminó el año de 1786: de esta epidemia hay muy pocos datos, lo único que se sabe es que fue consecutiva á carestías."

      En 1805, 1812 y 1813 hubo una epidemia de tifo en el Distrito Federal.

      "En lo más recio de la insurrección el año de 1812 apareció en Puebla otra epidemia que se llamó Fiebre amarilla (acaso fué también de Matlazahuatl), que se propagó á una gran extensión del virreinato: lo particular de esta epidemia fué que habiendo invadido la Provincia de Oaxaca hasta un pueblo llamado Xoxo, á media legua de la ciudad, no entro en ella.

      "En 1813 hubo una epidemia que se designó, con el nombre de Fiebres del año de 13, que causó muchas víctimas."

      "Hubo otra epidemia el año de 1821, siguieron las de los años de 1835 á 1838, bastante mortíferas, y las de 1848 á 1849."

      Las otras epidemias de tifo de que tenemos noticia, hasta ahora, en la República por las resoluciones al cuestionario relativo de la Secretaría de Fomento son en orden cronológico como siguen:

En 1850 en los Estados de Guanajuato y Zacatecas.
En 1851 en Zacatecas.
En 1860 en Chiapas, Guanajuato, México, y Oaxaca.
En 1861 en el Distrito Federal y los Estados de México y Guanajuato.
En 1862 en Chiapas.
En 1863 en México, Michoacán y Tlaxcala.
En 1864 en México, Oaxaca, Puebla y Zacatecas.
En 1865 en el Distrito Federal y Estados de México y Nuevo Le6n.
En 1866 en el Distrito Federal.
En 1867 en el Estado de México.
En 1868 en Michoacán y Oaxaca.
En 1869 en Guanajuato.
En 1871 en Chiapas y Oaxaca.
En 1872 en Hidalgo.
En 1874 en Guanajuato.
En 1875 en el Distrito Federal y los Estados de Durango, Michoacán, Morelos y Oaxaca.
En 1876 en el Distrito Federal y los Estados de Guanajuato y México.
En 1877 en México, Nuevo León, Oaxaca y Puebla.
En 1878 en Guerrero, México y Puebla.
En 1879 en Guerrero, Oaxaca y Territorio de Tepic.
En 1880 en Chiapas y Oaxaca.
En 1881 en Michoacán y Oaxaca.
En 1883 en Oaxaca, Puebla y Tamaulipas.
En 1884 en México y Oaxaca.
En 1885 y 1886 en Hidalgo.

      Los datos que tenemos de los Estados de San Luis Potosí, Veracruz y Yucatán expresan que en ellos ha habido epidemias de tifo, pero no precisan en qué épocas se han presentado.

      Profilaxia.- Las medidas profilácticas para el tifo, deben tener por objeto: El aislamiento de los enfermos; El trasporte de los enfermos y de los cadáveres en carros especiales; y La desinfección de todos los objetos y locales que de alguna manera hayan podido recibir la infección.

      Nos parecen de la mayor utilidad las medidas sanitarias propuestas últimamente por el Consejo Superior de Salubridad del Distrito Federal, con motivo de la epidemia que en la actualidad se ha desarrollado en la Capital de la República,, y las vamos a copiar íntegras.

JOSE CEBALLOS, Gobernador del Distrito Federal, á sus habitantes, sabed:

      Que con el objeto de impedir el desarrollo y propagación de las enfermedades contagiosas en la presente estación en esta capital, y especialmente la del tifo, he tenido á bien disponer la observancia de las medidas sanitarias indicadas por el Consejo Superior de Salubridad, en la comunicación siguiente:

      "Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación.- México.- Sección la.- Con fecha 22 de Enero último ha presentado á esta Secretaría el Consejo Superior de Salubridad, el siguiente informe:

      "El tifo que reina habitualmente en la capital de un modo endémico, tiende en la actualidad á tomar un carácter epidémico, como lo comprueban perfectamente los datos estadísticos de la mortalidad, el aumento del número de enfermos de esa clase que se asisten en el Hospital "Juárez," que hace poco ha llegado á la cifra de ciento sesenta, los datos suministrados por los médicos que ejercen en la ciudad y los que en estos días ha estado publicando la prensa. La Comisión de Epidemiología, teniendo en cuenta el grave peligro que amenaza á la población, se ha ocupado del estudio de las medidas propias para evitar el desarrollo de esa enfermedad, aprovechando la experiencia de otras Naciones, que demuestra que los medios de que actualmente dispone la higiene para combatir las enfermedades epidémicas, son de tal manera eficaces, que permiten asegurar la extinción de éstas, siempre que se pongan en práctica oportunamente, y que se lleven á cabo con la propiedad y energía necesarias. Tratándose de una enfermedad como el tifo, que reconoce por origen principal la putrefacción de las materias orgánicas, en particular las de desechos de la población, habría que ocuparse desde luego del saneamiento de la ciudad como la base de la profilaxis de esa afección; pero como las obras conducentes á ese fin han sido ya acordadas desde Marzo del año próximo pasado, y están en vía de realización, debiendo terminarse muy pronto las principales, según resulta de la conferencia que este Consejo tuvo con los Ingenieros de ciudad, y de la visita que hizo á la instalación respectiva en San Lázaro, no se indican, haciéndose mención de algunas otras que, aunque no radicales, pueden ponerse en práctica desde luego para mejorar al menos el estado sanitario, y que han sido tomadas en consideración después de oír el parecer de los Ingenieros de ciudad antes citados. Las medidas que consulta la Comisión, y con las cuales juzga que podrá impedirse el desarrollo del tifo, las divide en cinco capítulos. El primero, comprende algunas medidas relativas á la limpia de ciudad, que deben ponerse en práctica entretanto se terminan las obras de saneamiento radicales, El segundo, abraza las disposiciones que deben dictarse para evitar el contagio del tifo. El tercero, las instrucciones que deben recomendarse á los particulares para precaverse de esa misma enfermedad. El cuarto, las obras que debe realizar la autoridad para hacer efectivo el aislamiento de los enfermos mejorando su asistencia, y para la práctica conveniente de la desinfección. El quinto, las medidas que deben imponerse á los propietarios de fincas, para que hagan desaparecer las malas condiciones higiénicas de las habitaciones que más favorecen al desarrollo del tifo. Las disposiciones que comprende este último capítulo, no son seguramente de aquellas que pueden realizarse desde luego; pero la Comisión las indica desde ahora, porque considerándolas de sumo interés, cree que la autoridad debe ordenarlas, fijando el plazo que ella juzgue prudente para su realización."

 

CAPITULO I.

 

LIMPIA DE CIUDAD

      1ª. Las aguas de Chapultepec que actualmente van á la zanja cuadrada del Sur, deben desviarse de su curso, utilizándolas para el lavado de las atarjeas.

      2ª. Deben construirse los tramos de atarjeas que sean necesarios para evitarse el estancamiento de aguas y materias fecales en las atarjeas, que, como en la de la calle del Ratón, se comunican con otras cuyo nivel es más alto, y que por este motivo no tienen desagüe alguno.

      3ª. La policía vigilará con especial cuidado que no se arrojen basuras ni animales muertos al canal de la Merced, ni á algún otro lugar que no esté destinado á servir de muladar.

      4ª. Las Inspecciones de policía activarán los trabajos de limpia de los caños azolvados de las calles, cuidarán de que el riego de éstas no se haga con agua de pozos ni de caños, y vigilarán también que el barrido de las calles se haga diariamente, evitando que alguna vez se dejen amontonadas las basuras.

      5ª. Las fuentes públicas se sustituirán por postes que tengan el número suficiente de llaves automáticas para tomar el agua.

 

CAPITULO II.

 

DISPOSICIONES QUE DEBE DICTAR LA AUTORIDAD PARA EVITAR EL CONTAGIO DEL TIFO

      6ª. Las personas que ejercen la medicina en la capital quedarán obligadas á dar parte á este Consejo, en el acto, de cualquier caso confirmado de tifo que observen. Este parte lo darán por medio de una tarjeta postal, conforme al modelo adjunto, y cuya circulación estará exceptuada del timbre respectivo.

      7ª. Los dueños ó Administradores de los Hoteles, Casas de Huéspedes y Mesones; los Directores de Colegios, de fábricas y talleres, y los jefes de cualquiera establecimiento en que haya varios individuos reunidos, estarán obligados á dar aviso al Consejo de Salubridad, de la existencia de cualquier enfermo de tifo en esos Establecimientos.

      8ª. Tan luego como se reciba el aviso de que hablan los artículos anteriores, el Consejo lo comunicará á la Inspección de policía de la demarcación á que corresponda la casa del enfermo, para que inmediatamente se practique una visita por el médico de la Inspección, para que en vista de ella se resuelva si el enfermo puede continuar asistiéndose allí, ó debe ser trasladado al Hospital.

         9ª. El aislamiento en el Hospital será obligatorio en los casos siguientes:

      I. Cuando la casa del enfermo sea muy reducida con relación al número de personas que la habitan, de tal manera que no sea posible alcanzar que en la pieza del enfermo y en la inmediata, si comunica con ella, permanezcan sólo las personas que sean estrictamente necesarias para su asistencia.

      II. Cuando en la misma casa haya, aun siendo en distintas habitaciones, un número de enfermos tal, que no se deba considerar como infestada.

      III. Cuando la familia se rehuse á observar las prescripciones necesarias para hacer lo mejor posible el aislamiento.

      IV. Cuando las condiciones higiénicas de la casa sean tales, que hagan imposible su buena asistencia en ella.

      10. En el caso de las fracciones II y IV del artículo anterior, podrá permitirse que los enfermos sean trasladados á otra casa que no sea vecindad, cuando así lo deseen ellos mismos ó sus familias, y cuando sus recursos se los permitan.

      11. En ningún caso se permitirá la asistencia de los enfermos de tifo en los establecimientos en que haya aglomeración de individuos, como escuelas, cuarteles, talleres, hoteles, mesones, casas de huéspedes, etc., etc.

      12. Cuando tenga que trasportarse á un enfermo de tifo al Hospital, el Inspector de la demarcación respectiva ordenará su conducción en alguna camilla de las destinadas exclusivamente á ese objeto, y dará parte en el mismo día al Consejo de Salubridad.

      13. Cuando el enfermo pueda asistirse en su domicilio, el médico que haga la visita entregará al jefe de la familia un ejemplar de la adjunta instrucción, previniéndole la obligación que tiene de observar estrictamente sus prevenciones; y dará el parte correspondiente á la Inspección de policía, para que ésta, á su vez, lo trasmita al Consejo.

      14. Queda prohibido el uso de los coches públicos para la conducción de enfermos de tifo, y cuando alguno haya servido para ese objeto, será sometido á una desinfección inmediata y completa.

      15 No se permitirán honras fúnebres en presencia del cadáver de una persona que haya muerto de tifo.

      16. Toda habitación que haya sido ocupada por un tifoideo será desinfectada convenientemente, así como los colchones, sábanas y ropas ú objetos que le hayan servido durante la enfermedad.

      17. Esta desinfección será gratuita para los pobres, debiendo cubrir las otras personas ?los gastos que originen.

      18. El Consejo de Salubridad llevará un registro especial de los atacados de tifo, en el que inscribirá todos los datos que reciba referentes á cada enfermo.

 

CAPITULO III.

 

NSTRUCCIONES PARA PRECAVERSE DEL TIFO

      19. Las habitaciones estarán ventiladas lo mejor posible y se renovará con frecuencia el aire de las piezas, en particular el de las recámaras, abriendo para ello ampliamente y durante largo tiempo las puertas y ventanas.

      20. En todas las casas habrá el mayor aseo y por ningún motivo se dejarán en montón estiércol ni desperdicios de las cocinas ni otras inmundicias capaces de entrar en putrefacción.

      21. Se cuidará de una manera muy especial de la limpieza de los caños y comunes de las casas en los que se arrojará varias veces al día agua en cantidad bastante para llevar hacia fuera las inmundicias que contengan, y diariamente se desinfectarán por medio de la solución cuya fórmula está adelante.

      22. Hasta donde sea posible, conviene evitar que duerman muchas personas en una misma pieza.

      23. No deberán ser habitados los cuartos bajos de México en los que haya excesiva humedad ó agua debajo de las vigas que forman el piso, si no se remedian estos defectos.

     24. El agua que se destine para beber debe elegirse de fuentes ó pozos artesianos enteramente limpios, no debiendo usarse para este objeto el agua de los pozos comunes. Las personas que puedan deben proporcionarse un filtro Chamberland sistema Pasteur para lograr la purificación del agua.

      25. Debe cuidarse mucho de la limpieza corporal y la de los vestidos y cuando éstos ó el calzado se mojen accidentalmente se cambiarán por otros lo más pronto posible.

      26. Deben evitarse las desveladas frecuentes y los desórdenes de cualquiera género que sean, porque deprimiendo éstos las fuerzas del organismo lo predisponen á contraer la enfermedad.

      27. Para la asistencia de los enfermos de tifo, se observarán los siguientes preceptos á fin de evitar el contagio:

      I. Se colocará al enfermo en una pieza bien ventilada y lo más aislada posible de las otras de la misma casa.

      II. En dicha pieza no habrá alfombra ni cortinas, sino que se dejarán sólo los objetos sumamente indispensables para cuidar al enfermo.

      III. Las ropas y sábanas deberán cambiarse todos los días y aun si fuere posible se cambiará la cama.

      IV. Cada vez que se cambien las ropas del enfermo se sumergirán en algunas de las soluciones desinfectantes que más adelante se indican y que deben tenerse dentro de la misma pieza en un barril ú otra vasija que no sea de metal, de capacidad bastante, de donde se podrán sacar para su lavado.

     V. Las evacuaciones de los enfermos han de recibirse en vasijas que contengan alguna cantidad de líquido desinfectante.

      VI. La asistencia de los enfermos se hará por el menor número de personas posible. Siempre que se pueda, se elegirán los asistentes entre aquellos que hayan sufrido el tifo y no deberá permitirse que entren á la pieza del enfermo otras personas que las absolutamente indispensables para cuidarlo.

      VII. Las personas que están asistiendo al enfermo, no deben tomar alimento ni bebida en la pieza ocupada por él; han de lavarse las manos con una solución de borax al dos por ciento antes de cada comida que hagan, y harán que se desinfecten las ropas que han usado durante la asistencia cuando ésta termine.

      VIII. Tan luego como el enfermo sane ó sucumba se desinfectará la pieza en que haya estado, quemando azufre flor en la proporción de veinte gramos por metro cúbico de capacidad ó haciendo pulverizaciones en la misma con un aparato conveniente de bicloruro de mercurio.

 

CAPITULO IV.

 

CASA DE SALUD PARA EPIDEMADOS Y SERVICIO DE DESIXFECCIÓN

      28. Siendo insuficientes los departamentos destinados para tifoideos en el Hospital Juárez, es indispensable se proceda desde luego á construir barracas apropiadas en el terreno del mismo hospital para la asistencia de los enfermos de esa afección.

     29. Estas barracas estarán destinadas cada una para treinta enfermos á lo más teniendo la capacidad suficiente.

      30. Tan luego como estén construidas algunas se trasladarán allí á los enfermos que se asisten en las salas que hay actualmente, reservándose éstos desde entonces para los convalecientes, quienes permanecerán allí hasta su completo restablecimiento. Antes de darles su alta se les obligará á que se bañen y se desinfectarán las ropas con que deben salir.

      31. Tanto los médicos como practicantes y enfermos que vaya siendo necesario nombrar para este servicio, deberán ser personas que hayan padecido el tifo.

      32. Es muy conveniente que se proceda desde luego á la instalación de la estufa de desinfección de que dispone el Consejo en el mismo Hospital Juárez, nombrándose al personal que ya se tiene consultado para el servicio de ella.

 

CAPITULO V.

 

HIGIENE DE LAS HABITACIONES

      33. Se impondrán como obligatorias para los propietarios de fincas, las siguientes prescripciones ya recomendadas por el Consejo:

      I. Los caños cualquiera que sea el material de que se construyan, serán de sección ovoidea ó circular, de paredes impermeables perfectamente lisas y desprovistas de toda aspereza.

      II. Los cambios de dirección serán por curvas de dos metros de radio como mínimum y los enlaces bajo ángulos de treinta grados cuando menos.

      III. Su desemboque en el albañal ó atargea de la calle, se hará en la parte más alta.

     IV. Su inclinación será uniforme y por lo menos de uno por ciento.

     V. Cerca de la puerta de la casa tendrán una inflexión que haciendo el oficio de obturador hidráulico, dificulte la penetración de los gases de las atargeas al interior de las casas.

      VI. Tendrán un sifón ó cualquier otro obturador hidráulico en los puntos donde reciban los derrames de los patios, azotehuelas, cocinas, lavaderos, etc., que impidan el escape de los gases.

      VII. El caño principal de las casas comunicará con un tubo de salida de los gases, de suficiente diámetro para la ventilación que termine tres metros lo menos más arriba de la azotea de las construcciones, colocadas á diez metros de distancia y que parta del caño principal, antes de la inflexión que debe llevar éste, entre la calle y la inflexión.

     VIII. Podrán elevarse estos tubos solamente dos metros arriba del nivel de la azotea de la casa misma donde estén colocados cuando las construcciones vecinas no tengan aberturas de ventilación por ese lado.

     IX. La parte del tubo que sobresalga de la azotea estará pintada de negro.

      X. Los derrames de los excusados comunicarán con un tubo análogo, pero cuyo diámetro podrá ser menor. Cuando haya varios comunes sobrepuestos en un mismo plano vertical, cada uno tendrá un tubo pequeño que partiendo de la curvatura más alta del sifón, se comunique con el tubo superior.

      XI. En todas las casas habrá cuando menos un común. En las calles en donde haya atarjea los comunes tendrán sifón y una llave de agua cuyo receptáculo sea independiente del principal de la casa.

      XII. En las calles donde no haya atarjea se usará de comunes móviles.

      XIII. Los vasos móviles ó los comunes de sifón, tendrán una tapa que ajuste bien y estarán situados en un cuarto independiente de las habitaciones, y que esté bien ventilado.

      XIV. En las casas de vecindad, en los hoteles, mesones, casas de huéspedes, etc., habrá cuando menos un común por cada diez y seis cuartos.

      XV. Todas las casas dispondrán de la cantidad suficiente de agua potable.

     XVI. Las fuentes deberán estar alejadas de los comunes y caños colectores, cuando menos dos metros y estarán encubiertas, no teniendo para tomar el agua sino la llave ó llaves que fueren necesarias.

      34. En todas las casas están obligados los porteros á cuidar de que los caños estén perfectamente aseados, siendo de recomendarse que en todos ellos se establezcan depósitos de agua de los llamados estanques lavadores.

     35. Los establos y establecimientos donde se elaboren productos con sustancias orgánicas que puedan entrar en putrefacción, se mantendrán enteramente aseados.

      México, Enero 17 de 1889.-(Firmado).?Nicólas R. de Arellano.? J. J. R. de Arellano.

      Y habiendo aprobado el Presidente de la República el dictamen inserto lo transcribo á vd.. por acuerdo del mismo Primer Magistrado, á fin de que en la órbita de las facultades de ese Gobierno y en los asuntos de su competencia, dicte las disposiciones convenientes para hacer efectivo lo consultado por el Consejo, sirviéndose recomendar al Ayuntamiento de la capital los que son de su resorte.

      Libertad y Constitución. México, Marzo 8 de 1889.?(Firmado).- ?P. o. d. S., Manuel A.

Mercado.- Al C. Gobernador del Distrito Federal. .

 

MODELO DE TARJETA POSTAL

TARJETA POSTAL
Ciudad de México.
{
Aviso sanitario trasmitido al
Consejo Superior de Salubridad.
Servicio de Salubridad pública.

 

El Profesor de Medicina que suscribe, informa al Consejo Superior de Salubridad,
que está asistiendo á un enfermo de tifo de..............................edad, que vive en la
calle de...............................................................................núm........................
.......vivienda núm..............cuarto núm....................

 

 

México,.................. de 188

 

 

Firma........

 

SOLUCIONES DESINFECTANTES PARA ROPA.

NÚMERO 1

Agua .........................................................
1,000 gramos.
Bicloruro de mercurio...............................
0,20 centígs.

 

NÚMERO 2.

Agua .........................................................
1,000 gramos.
Sulfato de zinc...........................................
50 "

 

      Estas son las fórmulas que indican la proporción en que debe estar el agua y la sustancia desinfectante; pero debe tenerse de ellas en el barril la cantidad suficiente para poder sumergir las ropas con facilidad. Conviene renovarlas soluciones cada tres ó cuatro días 6 antes si fuere necesario, arrojando el residuo en los comunes Solución para arrojar en los comunes y para recibir las evacuaciones.

Agua .........................................................
1,000 gramos.
Sulfato de cobre........................................
50 "

 

      Y para que tenga su puntual observancia, mando se imprima, publique y circule á quienes corresponda. Libertad y Constitución. México, Marzo 14 de 1889.? José Ceballos.?Niicolás Islas y Bustamante, secretario.

 


 

 

1 Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación presenta al Congreso de la Unión, correspondiente al período trascurrido del 1° de Diciembre de 1880 á 30 de Noviembre de 1884.? México, 1884.

*2En los Distritos de Morelia del Estado de Michoacán y de Villa Juárez del Estado de Oaxaca, que están situados en parte en la tierra fría, contestaron á los interrogatorios que habido epidemia de fiebre amarilla; pero investigaciones particulares nos han hecho comprender que la fiebre que se desarrolló epídémicamente en esos Distritos no fué la verdadera fiebre amarilla, sino una especie de fiebre biliosa que siempre es común por todas esas regiones.

*3 Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación. Medidas Sanitarias relativas al tifo. México, 1884

*4 Jaccoud