Mílada
Bazant El Colegio Mexiquense,A.C.
Este trabajo abordará el análisis de la vida profesional
de Laura Méndez como ayudante y directora de varias escuelas
de la ciudad de México. Asimismo, tratará de su experiencia
educativa en San Louis Missouri, ciudad pionera del kindergarten
en los Estados Unidos.
El título de maestra en el ayuntamiento
Antes de que existiera la Escuela Normal
para profesoras, que se fundó en 1890, el ayuntamiento de la
ciudad de México otorgaba el título de maestra, previo
examen de reconocimiento. Las interesadas podían estudiar en
la Secundaria para Niñas
(establecimiento que se convirtió en Normal; también confería
títulos), en el Colegio Católico de Santo Tomás
de Aquino, el Colegio Guadalupano y otros, o bien tenían la opción
de preparar el examen de manera individual. El día del reconocimiento
debían presentar una "Colección de muestras caligráficas",
una "Colección de planas" o un "Cuaderno de escritura".
Estos eran pequeños cuadernitos de unas diez páginas,
con letra inglesa tipo Palmer, y tenían letras, palabras o frases
tales como "Sembremos la fe y brotarán a raudales la esperanza
y la caridad". En esa época era muy importante que la interesada
en obtener el título de maestra demostrara haber adquirido buena
ortografía y bella caligrafía.
El trámite que siguió Laura Méndez para titularse
fue el siguiente: en agosto de 1885 le escribió al presidente
del ayuntamiento manifestándole "haber cursado las materias
necesarias para estar en aptitud de ingresar al profesorado y consagrarse
a la enseñanza de la niñez según lo acreditaban
los certificados que acompañaba"; asimismo, "le suplicaba
le concediera sustentar el examen". Adjuntaba a la petición
dos cartas de recomendación que certificaban que la interesada
era "hija de familia honrada y su conducta era intachable".
Al cabo de tres meses, Laura Méndez presentó dos exámenes
orales, alternados, y fue aprobada por mayoría de votos.
En el ejercicio de la profesión
Las maestras tituladas tenían mayores oportunidades laborales
y remunerativas. Las que carecían de título, que formaban
el 80% en el país, padecieron aún más, las deplorables
condiciones de trabajo y de salario.
Esta situación provocaba que las profesoras cambiaran constantemente
de empleo, con la esperanza de conseguir una plaza mejor retribuida.
Aún con título, Laura Méndez nunca obtuvo el beneficio
de una buena compensación, a pesar de haber desempeñado
puestos importantes en el ramo educativo. En cuarenta y un años
que la maestra Méndez ejerció la docencia tuvo el mismo
número de trabajos
y
en todas sus renuncias dejó patente su inconformidad y desencanto
con la profesión, en lo que al salario se refiere.
Desempeñó el puesto de ayudante más veces que el
de directora, a pesar de que tenía suficiente experiencia docente
para ejercer el segundo, que era mejor remunerado.
El ser ayudante significaba que estaba a cargo de dos años escolares
(generalmente primero y tercero o segundo y cuarto) y la directora de
los otros dos. El puesto de directora exigía estar a cargo del
buen funcionamiento del plantel escolar, responsabilidad por la cual
aumentaba el sueldo. Los directores más afortunados vivían
en las escuelas, que era una gran ventaja pues se ahorraban el pago
de la renta. Estos funcionarios dispusieron los espacios de las casas-escuelas
como mejor les convino; algunosprivilegiaron la ubicación de
los cuartos familiares; otros, intercalaron los salones de clase con
la o las recámaras, comedor, sala y cocina que ocupaban sus familias;
algunas veces compartieron el baño. En todos los casos los maestros-directores
comprometieron su vida íntima
con tal de no pagar renta.
Las grandes distancias y los pésimos medios de comunicación
ocasionaron, quizás, la mayor parte de las renuncias de todas
las maestras. Cuando Laura Méndez fue directora por primera vez
en 1909 declinó el trabajo poco tiempo después "por
laringitis aguda y agotamiento" pues ella habitaba en Tacubaya
y la escuela estaba en Xochimilco. El traslado de un lugar a otro le
tomaba 2 o 3 horas. Sin embargo, posteriormente, volvió a solicitar
el cargo de directora pero ya no hubo vacantes y tuvo que conformarse
a ser ayudante. Cada nueva contratación exigía que algún
funcionario de la Secretaría de Instrucción Pública
y Bellas Artes
le tomara la protesta siguiente:
Protestáis
sin reserva alguna guardar la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, sus adiciones y reformas, las leyes
que de ella emanen, así como desempeñar fiel y lealmente
las obligaciones del encargo que se os ha confiado?
Después
de la respuesta "Sí protesto" el funcionario agregaba:
"Si así lo hiciéreis la nación os lo premie,
y si no, os lo demande".
Uno
de los trabajos mejor pagados en el ramo educativo era el de inspector,
funcionario encargado de rendir informes mensuales acerca de las "aptitudes
pedagógicas" de los maestros, de las condiciones físicas
de los inmuebles, de la cantidad de los libros y materiales escolares,
etc.; además de impartir clases de carácter demostrativo.
Si el inspector emitía un juicio desfavorable acerca del desempeño
de los profesores, éstos podían perder el empleo. De acuerdo
a Laura Méndez el cargo de inspector se prestaba a favoritismos
personales y a una "serie de ruindajes de que resultan muchas víctimas
y a veces muchos honores usurpados". La maestra Méndez sostuvo
a lo largo de su carrera una visión crítica de los funcionarios:
inspectores, directores y profesores:
Los
maestros y sobre todo los inspectores son responsables de la desintegración
de la escuela por la deficiencia pedagógica de que adolecen,
pues cada cual enseña como su amor propio le da a entender
y entre los inspectores existe total desacuerdo metodológico.
Los más afectos a hacer papel e imponerse sobre el resto de
sus compañeros escriben artículos y hasta tratados de
pedagogía pero todo se reduce a teorías más o
menos especulativas, sin que por saberse de memoria a éste
o el otro autor sepan ellos poner en práctica ni una sola de
las reglas de enseñanza de que abundan sus textos...
El colmo
de los males fue cuando ella misma sufrió la acusación,
cuando se desempeñaba como ayudante, de que "tenía
poca iniciativa, que poseía poco entusiasmo para los trabajos
manuales y que tenía poca capacidad para educar". El último
juicio la impulsó a escribir un extenso oficio, dirigido al director
general de educación pública, refutando los cargos tramados
por la directora. En dicho comunicado manifestaba que las 53 alumnas
a las cuales había enseñado, habían pasado de año
a pesar de que la directora la forzó a recibir en el segundo
año niñas que no sabían leer, por lo que ella "había
trabajado doble". Además exponía, que como todas
las educandas eran muy pobres, se había encargado de pagarles
los materiales necesarios para los trabajos manuales a pesar de que
ésta era una obligación que correspondía a la directora.
Después de que la Dirección General de Instrucción
Primaria analizó su expediente "le hizo formal excitativa
para que redoblara sus esfuerzos a fin de mejorar su labor, manifestándole
que de lo contrario se vería obligada a tomar medidas tendientes
a salvaguardar los intereses de los niños". Es posible que
en este año de 1924 Laura Méndez se encontrara cansada
de ejercer la profesión y no enseñara de acuerdo a la
metodología vigente pues al año siguiente la directora
apuntó que "su labor no ha sido más que la de un
primer año bueno, notándose deficiencias en relación
a la orientación actual de la Escuela de Acción",
corriente pedagógica introducida formalmente el año anterior.
Desde
1918 Laura Méndez había empezado a gestionar su jubilación;
el trámite se interrumpió porque al año siguiente,
el 13 de mayo, estalló la primera huelga de maestros porque exigían
el pago de sus salarios. Todos los que participaron en el paro, incluida
Laura Méndez, fueron cesados.
La Constitución de 1917 había establecido, en su artículo
115, que los estados (incluido el Distrito Federal) "tengan como
base de su organización política y administrativa el municipio
libre, al que se ha confiado la instrucción primaria".
Como los ayuntamientos fueron incapaces de liquidar los salarios de
los maestros, detonó el movimiento magisterial. La revolución
había agotado los recursos municipales pero la historia había
demostrado que casi siempre los ayuntamientos no habían sido
capaces, por insuficiencia de fondos, de administrar las escuelas. Por
esta razón, apenas dos décadas anteriores, en 1896, el
Estado había asumido el control de la enseñanza.
De diez y seis municipios que tenía el Distrito Federal, sólo
el de San Angel ofreció cubrir los sueldos; debido a ello, los
maestros secundaron el movimiento a título de solidaridad. Como
consecuencia de la huelga se cerraron 369 escuelas, 1 817 maestros se
quedaron sin empleo y 100 000 niños sin escuela. El periódico
Excélsior describió así la situación:
Sométese
a los maestros a durísimas reducciones de salarios que han
sufrido por largo tiempo, además de endeudárseles fuertes
sumas, se les entregan sus sueldos con irregularidad desesperante
y se les hace desfallecer de hambre en las aulas, se les niega material
de enseñanza, se les hace trabajar en edificios cada vez más
ruinosos y antihigiénicos y se les hace marcado desaire en
el concierto de la sociedad.
El
levantamiento tuvo gran apoyo popular pues todos los sindicatos obreros
de la ciudad de México amenazaron a las autoridades con el paro
de los servicios públicos si no les pagaban el sueldo a los maestros.
Aún los alumnos de la Escuela Normal fueron solidarios pues el
gobierno les ofreció las plazas vacantes y las rechazaron. El
día 15, que habría de celebrarse en el futuro como día
del maestro, la huelga obtuvo el apoyo de los diputados quienes organizaron
una colecta para ayudarlos. Finalmente, el día 21, la Liga de
Maestros firmó un acuerdo con el presidente Carranza por medio
del cual los profesores declaraban estar dispuestos a encargarse nuevamente
de sus labores y el gobierno se comprometía a liquidarles sus
sueldos.
Como
producto de la huelga, los maestros obtuvieron algunas prestaciones.
En 1920 las autoridades otorgaron a Laura Méndez 60 centavos
diarios como sobresueldo por haber cumplido más de 10 años
de servicio ininterrumpido pero ni aún entonces el salario le
alcanzaba.
La Ley General de Pensiones Civiles de Retiro, expedida en 1925, benefició
al año siguiente a la maestra Méndez con $ 7.59 diarios
que era el sueldo promedio que había obtenido durante los últimos
dos años. Había cumplido 73 años y 41 en el ejercicio
de la docencia.
Educación, orden y eficiencia
Laura
Méndez de Cuenca formó parte de una elite de maestros
que mandó el gobierno de Porfirio Díaz a Estados Unidos
a estudiar su sistema educativo con el objetivo de analizar la posibilidad
de implantar en México las mejoras pedagógicas que ella
considerara pertinentes.
La maestra Méndez fue a San Louis Missouri por la actividad educativa
que desarrolló ahí uno de los grandes educadores, William
T. Harris. Sus escuelas fueron conocidas en todos los Estados Unidos
y gracias a él, Missouri fue cuna "del movimiento filosófico
de San Louis". La escuela para Harris era sólo el medio
para conservar los valores del pasado y ajustar al individuo dentro
de la sociedad; el principal papel en el proceso educativo lo desarrollaba
la familia, la iglesia, la comunidad y el Estado. Su punto de vista
era conservador ya que prefería el orden a la libertad, el trabajo
al juego, el esfuerzo al interés, todo lo que se requería
para conservar y salvar el orden civil.
Gracias
a Harris, San Louis fue la primera ciudad norteamericana que incorporó
el kindergarten al sistema de las escuelas públicas y sobre ellas
Méndez mandó sus informes en 1904. Seguramente el gobierno
mexicano decidió enviarla porque había fundado un jardín
de niños en México en 1885 y conocía el sistema
Froebel. La maestra Méndez realizó un estudio comparativo
entre el espíritu del kindergarten alemán "según
se desprende de los libros de que puedo disponer de la materia"
(y que visitaría en 1907), lo que era el kindergarten en México
y la adaptación que del sistema de Froebel habían hecho
para sus escuelas los norteamericanos:
...el kinder alemán es, a mi juicio, más ideal que delicado,
más amoroso, propio para producir pensadores, artistas, poetas,
madres y esposas, el americano no reza con el hogar ni con las bellas
artes, el de México ha sido hasta aquí rutinario, falso,
mal adaptado a nuestras necesidades, piedra fundamental de ese romanticismo
que mina nuestra juventud y ese sentimentalismo mal sano que nos devora...
El aprendizaje
de los niños del kinder en ambos países estaba basado
en los dones de Froebel cuya premisa fundamental era "aprender
haciendo". La maestra Méndez observó que en las escuelas
de San Louis los salones de clase estaban adornados con dibujos que
continuamente se cambiaban y estaban elaborados por las profesoras.
Representaban cosas, animales y actividades propias del ser humano y
tenían el propósito de instruir, al describirlos, pero
siempre haciendo partícipes a los niños.
"Jugando, jugando, porque en este país los niños
no tienen miedo que se les sorprenda jugando como en México"
apuntó Méndez, los educandos iban aprendiendo lo que era
propio de su edad. En nuestro país, por el contrario, se les
exigía el uso de la pizarra, a leer, a escribir, a contar y a
sumar a pesar de que los niños tenían sólo tres
años, en lugar de los seis, que habían cumplido los de
San Louis.
En ambos países había más maestras que maestros
y a juzgar por las observaciones de Méndez, en el país
del norte eran más responsables y preparadas "no se ocupan
de leer, estudiar o hacer labor a mano en clase" y las aulas
nunca
quedan acéfalas, pues que las personas que las desempeñan
tienen en mucho su dignidad personal y no pueden pedir licencias ni
mandar excusas a última hora, para estar ausente del deber,
pretextando jaquecas, ocupaciones urgentes, cumpleaños o cuidados
de familia...
En Missouri no existían las ayudantes, prefectas, vigilantes,
etc., de tal forma que no se dividía la autoridad y sólo
directores y maestros eran responsables del funcionamiento del plantel
escolar. Como Estados Unidos era el país del "ORDEN por
excelencia", todos sabían lo que tenían que hacer
y por ende sobraban las ayudantes. Las profesoras "anémicas
y románticas eran desechadas por inútiles y nocivas"
ya que el puesto exigía "responsabilidad, energía
y fuerza". En México, por el contrario, se fomentaba el
"romanticismo y la debilidad", cualidades consideradas como
virtuosamente femeninas.
Una de las grandes diferencias educativas entre los dos países,
anotaba Laura Méndez, eran los exámenes que en México
se celebraban cada año y públicamente "con intervención
de extraños" y se concedían premios lo cual daba
lugar a "burlas, abusos, favoritismos, vanidades y envidias"
y además no evaluaban correctamente a los alumnos; los maestros
examinadores
preguntan
una cosa y antes de que el alumno haya tenido tiempo de coordinar
sus ideas y apercibirse la respuesta se contestan a sí mismos
sus cuestiones con largas tiradas de lirismo, limitándose al
final a interrogar al alumno si han dicho la verdad. Este que no lo
sabe de seguro dice siempre que sí...
Méndez
proponía que se adoptara la práctica de examinar individualmente
como en Estados Unidos. En este país se evaluaba además
mensualmente a los educandos; los maestros enviaban una "report
carte" a los padres de familia en la cual incluían las calificaciones
(del 1 al 10) de las materias cursadas y la conducta observada en clase.
En Estados
Unidos las escuelas
son propiedades al vacío que tienen que llenar. En el este
se producen demócratas americanos, hombres de empuje y de empresa,
pero cultos, generosos, humanitarios; en el sur la educación
es algo aristócrata con tendencias esclavistas; los individuos
de esa región son inquietos, levantiscos y mantienen latente
el odio de razas y la insensata ambición de conquista de territorio...
Aunque
los estudios en México tenían mayor nivel académico,
los de Estados Unidos eran más formativos:
la enseñanza
moldea el carácter: (en México) allá lo tuerce,
lo saca de caja, lo desequilibra enteramente, haciendo principalmente
estragos en la mujer. Porque aquí la escuela es lugar propio
para estudiar, para instruirse y aprender. Esta gente sabe apreciar
la superioridad de la educación y gozar de su conocimiento
adquirido...
Enseñar,
moralizar y americanizar
En
las escuelas de San Louis como en las de México se utilizaba
el método objetivo,
intuitivo o de Pestalozzi como se le llamó indistintamente para
enseñar, sobre todo, las materias científicas. Este método
sustituía al memorista de épocas anteriores y consistía
en motivar a los niños a que observaran y palparan los objetos
que los rodeaban para llegar a conocerlos. Así, por ejemplo,
la aritmética se enseñaba con el ábaco, canicas,
lentejas, etc.; la geometría haciendo figuras con cartón
o papel; la geografía realizando excursiones escolares para observar
el cauce de un río, la dimensión de una montaña,
etc. Todas las materias se instruían, en ambos países,
con un fondo de tipo moralizante con el objetivo de producir buenos
ciudadanos y padres de familia responsables. Sin embargo, se divulgaban
en la enseñanza mensajes claves que revelaban la idiosincracia
disímil que existía en los dos países. En Estados
Unidos se fomentaba en los niños
el anhelo
de enriquecerse: contraste notable con nuestra doctrinaria conformidad
con la suerte. Nos la predicamos los unos a los otros, la imbuimos
en el espíritu de nuestros hijos, matando en ellos toda simiente
de entusiasmo y emulación...
Todas
las materias en Estados Unidos se ejemplificaban con acontecimientos
históricos de tal forma que al terminar la primaria los niños
sabían "al dedillo" la historia de los Estados Unidos
y el papel tan importante que desempeñaron personajes como Lincoln,
Grant, Longfellow, etc. Sin embargo, ignoraban por completo la vida
de hombres ilustres como Alejandro, Homero, Miguel Angel, Napoleón,
etc. lo cual sirve "para aferrar en el pueblo la idea de que sólo
los Estados Unidos producen hombres eminentes". Continuamente se
ponderaban las virtudes cívicas del pueblo norteamericano y se
denigraba todo lo proveniente de otras naciones:
En su
manía de apocamiento y denigración de todo lo que no
es norteamericano, se pinta ante los niños con colores odiosos
el imperialismo moscovita, la tiranía germana, la inmoralidad
y prostitución francesas, la miseria y decadencia de Italia,
la crueldad, ignorancia y fanatismo de España, la arrogancia
de Inglaterra, la degradación de China y finalmente el salvajismo,
insignificancia y presunción ridícula de América
Latina medida con el mismo rasero de todas las tribus bárbaras
que pueblan las islas del mundo...
Las lecciones
terminaban diciendo que a Estados Unidos "le tocó en suerte,
por derecho divino, la obra civilizadora del mundo".
Esta retahila ensalzadora se escuchaba por todas partes. En las conferencias
a las que asistía Méndez, que estaban abiertas al público
en general y eran costeadas por el municipio, se trataban todo tipo
de temas, pero constantemente se mencionaba el hecho de que América
recibía millones de inmigrantes "apretados por la miseria
y la tiranía" y los adoptaba "nacionalizándolos,
educándolos y amándolos para la lucha por la vida".
Se insistía en adoctrinar que los inmigrantes
llegan
al país en harapos, pero los emigrantes americanos llevan a
otros países capitales inmensos y contribuyen poderosamente
al desarrollo y progreso de las naciones que los hospedan. Con estas
enseñanzas, ¿qué niño nutrido en la escuela,
ya sea nativo del país o emigrado de él no desea ser
norteamericano y se siente orgulloso de serlo?
Todos
los niños que habían emigrado, que en su mayoría
eran latinos, eslavos o hebreos, escuchaban esta presunción diariamente,
entreverado con la lección de gramática o aritmética,
de geografía o de moral y acababan por creer que los Estados
Unidos era el "único pueblo civilizado y civilizados del
mundo". Los maestros se empeñaban en desarraigar en los
niños el amor a la patria nativa "para convertirlos en enemigos
de todos los países y de todas las razas".
El proceso de americanizar fue sumamente complejo pues los nuevos inmigrantes
pronto revelaron actitudes problemáticas no sólo de adaptación
a la nueva nación, sino a los barrios donde vivía gente
de sus propios países pero que ya estaba en proceso de aculturación.
Pronto se hizo obvio que americanizar significaba anglizar, es decir,
inculcar la moral anglo-sajona y los conceptos de legalidad, orden e
instituciones democráticas. Algunos afirmaban que la unidad no
sólo radicaba en perpetuar las tradiciones anglo-sajonas ya que,
de todas maneras, una nueva nacionalidad nacía lentamente de
la "melting pot" con características distintas.
Laura
Méndez criticaba la desmedida ponderación de los Estados
Unidos pero a la vez admiraba la evolución de la "americanización"
y afirmaba que ésta nacía de un genuino sistema educativo
norteamericano (que no copiaba modelos extranjeros) y que no daba
... a sus connacionales ni ideas ni costumbres exóticas, sino
que antes transforman en sus escuelas, con una tenacidad admirable
que por cierto debemos imitar, a los niños extranjeros, en
hijos del país, sin que resulten hijos de pega...
En México,
por el contrario, apuntaba Méndez, nos ufanábamos por
despreciar lo nacional y valorar lo extranjero:
...Repletos
de desprecio por lo nacional y admiración por lo exótico,
nos apresuramos a olvidar nuestra lengua, a transformar nuestras costumbres,
asimilándonos las de otros, por más que éstas
sean malas y nos cueste inmenso trabajo la asimilación. La
escuela nos despatriotiza y desmoraliza con empeño aunque sin
mala intención...
La integración
nacional y la desintegración familiar
Con todas las ventajas del sistema educativo norteamericano, adolecía,
de acuerdo a Méndez, del grave mal de promover la desintegración
familiar:
...tal
como la escuela está regida ahora, produce excelentes obreros,
hábiles artesanos, abundantes y algunas veces buenos médicos
; mecánicos de primera calidad, comerciantes sagaces y hombres
de empresa sin paralelo en el mundo, pero ni esposas, ni madres, ni
amas de casa, ni siquiera criadas de servicio, pues oficios son éstos
a cargo por ahora, de las mujeres extranjeras...
Méndez reconocía que era importante que la mujer mexicana
se educara y trabajara pero no al costo de perder a su familia:
...en
vez de americanizar a la mujer mexicana, emancipándola enteramente,
estoy porque se le instruya liberalmente, se le habilite para luchar
por su pan, cuando soltera, mal casada o viuda necesita ganarlo para
sí o para los suyos; no creo que debamos arrancarla del hogar,
como aquí se ha hecho, pues ni ellaes feliz en medio de tanta
libertad ni siente por ello gratitud hacia el hombre que se la ha
otorgado sino odio profundísimo, cuando no desprecio...
Este desprecio provenía del hecho de que la mujer asistia más
años a la escuela que el hombre:
...sea por la dureza del clima o por la apremiante necesidad que cada
uno tiene que allegarse recursos para el propio sustento, sea por
la codicia de riquezas que constituyen la enfermedad endémica
del país, los niños varones abandonan muy temprano la
escuela por el taller, mientras las niñas continúan
en ella más tiempo...
Los Estados
Unidos, manifestaba Méndez, podrían aprender ciertos aspectos
educativos de "nosotros, y de seguro lo aprenderían sino
fuesen un pueblo tan soberbio y pagado de sí". Por ejemplo,
les sería útil copiar nuestro horario escolar de mañana
y tarde pues en el país del norte las escuelas cerraban a las
3 P.M. pero existían 3 o 4 secciones de primaria y kindergarten
que despedían a los alumnos a las 11, 12 o 2 dando como resultado
que los niños anduvieran "callejeando toda la tarde, expuestos
a mil peligros". En México la escuela era "colaboradora"
del hogar; en su seno había más educación dada
por los padres de familia, especialmente por la madre; en cambio, en
los Estados Unidos:
...la
vida fabril y de negocios múltiples ha minado ya los hogares
y desmembrado por completo la familia; la escuela no es colaboradora
del hogar, sino substituta. En las aulas es donde el niño goza
de los encantos de la vida social ya que la casa para él es
un lugar que sirve para comer y dormir....
La
desintegración familiar que mencionaba la maestra Méndez
era precisamente producto del proceso de "americanización"
que ella de alguna manera también admiró. Algunos estudiosos
han afirmado que el rechazo que hubo de hijos a padres por perpetuar
las propias culturas nativas, aprendido y estimulado en la escuela,
fue el hecho que provocó la desintegración familiar. Muestra
de ello es que en aquellas comunidades que lograron conservar su hegemonía
cultural como los grupos de escandinavos y alemanes que se asentaron
desde Minnesota a Washington, no se produjo dicha desintegración.
A
su regreso a México, Laura Méndez colaboró, entre
otras cosas, en el Consejo Superior de Instrucción Pública;
en la comisión relacionada a la conveniencia de adoptar medidas
especiales para la educación de la raza indígena porque
el proyecto educativo porfiriano, que pretendía "integrarlos
al resto de la civilización" a través de un plan
de estudios uniforme, había fracasado. Dicha comisión
hizo alusión a épocas pretéritas en donde la Legislación
de Indias, por querer proteger a los indios con leyes especiales, había
logrado aislarlos del medio ambiente "atrofiando sus energías
nativas por la falta de ejercicio y haciendo de ellos perpetuos menores
incapaces de ejercitar derechos y de velar por sus propios intereses".
Por lo tanto la comisión estaba en desacuerdo de dictaminar decretos
especiales... y sin embargo, al mismo tiempo, asentía en la conveniencia
de "usar con ellos métodos y procedimientos pedagógicos
más sencillos y elementales..."
En
1911 se decretó la Ley de las Escuelas Rudimentarias que establecían
una educación para los indígenas de dos años que
consistía en la enseñanza de la lectura y la escritura
en castellano y en las operaciones más elementales de la aritmética.
Acaso estas escuelas fueron el resultado de los planteamientos de la
comisión formada con Laura Méndez. Sin duda alguna, representaban
un atraso con respecto a las leyes anteriores que
contemplaban una educación integral, no nada más
de tipo instructivo.
Además
de su labor docente y de colaboración para el gobierno en ciertas
reformas educativas, Laura Méndez también incursionó
en la literatura, como poetisa y novelista. Asimismo, a los 70 años
de edad le quedaron fuerzas para ingresar, como alumna regular, a la
universidad, a la facultad de altos estudios
. Sin embargo, su espíritu estaba abatido y así lo
reflejó su poesía Nieblas:
... Así te espero, humano sufrimiento.
¡Ay! ni cedes, ni menguas, ni te paras:
¡Alerta siempre y sin cesar hambriento!.
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