Siglo XIX y XX

Miguel de la Torre Gamboa

Universidad Autónoma de Nuevo León

Introducción:

El estudio de los cambios en las orientaciones filosófico-políticas en educación superior en México durante el siglo XX

En este trabajo usamos el término educación superior: para referirnos a los procesos educativos consistentes en la formación profesional, especializada y sistemática en los diversos campos del conocimiento, que tienen como finalidad la incorporación de los sujetos a los procesos sociales, económicos, políticos, culturales, en las actividades y funciones de dirección, concepción y gestión. Esto abarca a todos los procesos educativos que tienen lugar en los diferentes campos de formación en los niveles post-secundarios en universidades, institutos, escuelas superiores, colegios, seminarios y otro tipo de instituciones que han surgido y se han desarrollado a lo largo de una historia que abarca por lo menos los últimos doscientos años, pero que ha tenido en la segunda mitad del pasado siglo XX su época más dinámica y fructífera.

El desarrollo de este complejo sistema de procesos e instituciones no ha sido nada homogéneo, tanto hay instituciones cuyos primeros antecedentes se localizan en el siglo XVI, como otras cuya creación ha tenido lugar tan recientemente como los últimos años del siglo XX. Algunas tienen sus antecedentes en las universidades coloniales y los Seminarios conciliares creados ente los siglos XVI y XVII; otras en los institutos científicos y literarios del siglo XIX, otras en colegios civiles o las escuelas de oficios e industriales de principios del siglo XX; y otras ningún antecedente.

En este complejo, que sólo eufemísticamente puede llamarse sistema de educación superior mexicano, coexisten, cooperan o compiten, toda una diversidad de instituciones, de estructuras de organización y de gobierno, de calidades educativas, de particularidades geo-sociológicas, de prácticas curriculares, que no sólo nos exigen distinguir entre las instituciones públicas y las privadas, sino que también, y en muchos casos radicalmente entre una dependencia y otra dentro de una misma institución. Conforman este sistema: Universidades públicas, universidades privadas, Institutos tecnológicos públicos y privados, Institutos, Colegios y Escuelas (de formación de profesionales o de investigación) públicos y privados, instituciones autónomas, libres, incorporadas, dependientes, etc.

Es un sistema de instituciones que a finales del siglo pasado no atendían ni a diez mil personas y que hoy sirven a casi dos millones de estudiantes, como puede verse en el siguiente panorama de la evolución de la matrícula:

Año/ciclo
1907
1925
1930
1950
1970
1980-1981
1990-1991
1995-1996
1999-2000
Matrícula
9,884
16,218

23,713
29, 892
252,200
811,300
1,252,027
1,532,846
1,940,341


Fuente: Estadísticas históricas de México, TOMO I, INEGI, 1994. Estadística básica SEP
(varios años. Citado por Daniel Reséndiz )
[MCT 288]

Al menos en lo que se refiere a la educación pública, la historia de esos cambios ha estado ligada al desarrollo de dos tipos de políticas públicas:

1. Las políticas mediante las cuales el Estado posrevolucionario impulsó el desarrollo social y cultural de la población, entendiendo este desarrollo como la difusión de la visión científico-técnica del mundo y de los valores de la modernidad democrática, así como del combate al fanatismo y la superstición.

2. Aquellas otras políticas, de ese mismo Estado, encaminadas al desarrollo y fortalecimiento del aparato productivo, pensando a la educación superior como una estrategia fundamental de modernización de la economía.

Al caracterizar los diferentes momentos o épocas por las que han atravesado las políticas públicas en México en el siglo XX y su concreción en propuestas de educación superior de la educación superior, usaremos la noción de proyecto educativo, ya que ésta nos permite entender los cambios en educación como parte del contexto más amplio de la vida política y cultural del país.

De acuerdo con esta idea, podemos hablar de la presencia de tres grandes proyectos distintos en la educación superior de México en el siglo XX, que en mayor o menor medida se encuadran en el marco de las políticas mencionadas.

El primer proyecto del siglo en educación superior, más ligado a las políticas de desarrollo social y cultural que a las de desarrollo económico, es el que se impulsó entre 1920 y 1946 por parte de los gobiernos surgidos de la Revolución Mexicana, desde Álvaro Obregón hasta Manuel Ávila Camacho. Denominaremos a este proyecto como liberal-revolucionario-popular. Se trató de un proyecto educativo cuya expresión más acabada encontramos en la idea de la creación de una universidad nacional combinada con el propósito de que la nación mexicana superara su deuda histórica de justicia social con los sectores campesino y popular. El proyecto de la universidad nacional, junto al de la creación de escuelas tecnológicas venía siendo anticipado desde el movimiento de independencia en el marco del pensamiento liberal y había cobrado mayor fuerza en la época de la Reforma y el Porfirismo. Características del proyecto - y del periodo en que éste es promovido- fueron las de la inestabilidad y el conflicto.

En el segundo proyecto educativo predomina abiertamente como finalidad principal de la educación superior el objetivo de formar cuadros profesionales para el desarrollo de una economía moderna en México, motivo por el cual puede ser denominado modernizador. Está constituido por las orientaciones educativas que van de los años cuarentas a los setentas del pasado siglo XX. Es un proyecto producido todavía en el marco del pensamiento liberal, pero matizando sus aspectos de integración social y desentendiéndose en parte de los compromisos sociales con los sectores obrero y campesino asumidos por los gobiernos anteriores.

Lo anterior nos habla de que este proyecto, más que en el marco del pensamiento liberal clásico, debe inscribirse en la idea de Estado de Bienestar Social (welfare state), que como modelo de desarrollo económico y social predominó en esa época. Este proyecto liga las ideas de libertad en lo económico y lo político con la intervención reguladora del Estado sobre la actividad económica y el control de los efectos sociales negativos de la libre competencia y, antes que como instrumento de la unidad nacional, mira a la educación como instrumento principal en la tarea del desarrollo económico y como factor de movilidad social. La perspectiva interventora-planificadora del welfare state tuvo un amplio éxito de los cuarentas a los setentas, pero el fracaso de la planificación económica y nuevas situaciones de crisis en lo económico y lo político, tales como la profundización de las diferencias entre países ricos y pobres y la caída del socialismo, impusieron ya en los ochentas, la necesidad de una reorientación de las políticas públicas en las que se expresa una nueva concepción del papel de la educación en el desarrollo económico y social.

Este cambio dio lugar a la promoción de un tercer proyecto en educación superior que puede ser llamado Neoliberal y que comprende las orientaciones de política educativa del Estado mexicano habidas entre los años ochentas y noventas del siglo XX. Este proyecto, aunque mantiene la idea de que la educación superior es palanca del desarrollo económico, introduce un cambio significativo interpretación de la función que la educación cumple respecto de la vida social.

La reorientación parte de la crítica que la ideología neoliberal hace a los "errores" y desviaciones del Estado de Bienestar social, intentando, según sus exponentes, "recuperar" el espíritu del liberalismo clásico: La no-intervención estatal en los asuntos económicos y privados. La educación aparecerá ahora más como asunto privado que público, exacerbando el individualismo y buscando asegurar el predominio de las leyes del mercado sobre el conjunto de la vida social. En este marco, la educación deja de ser instrumento de política cultural del Estado y de desarrollo nacional y modernización, para convertirse en un comercio de capital cultural, quienes ofrecen este servicio, al igual que quienes ofrecen otros bienes económicos, compiten en el mercado buscando atraer, a partir de sus características de calidad, a los individuos que aspiran a poseer capital cultural y realizarlo como competencias productivas en los mercados de trabajo.

2Antecedentes y orígenes del pensamiento liberal en educación en México

El moderno Estado liberal mexicano, como articulación social que formalmente supone individuos libres, asociados voluntariamente, sujetos a un régimen de derecho establecido bajo la forma de una Constitución votada universalmente, integrados en partidos políticos para competir por el poder público, con organizaciones sociales activas, etc. se empieza a configurar en la segunda mitad del siglo XIX y alcanza su consolidación con los gobiernos posrevolucionarios.

El liberalismo constituyó, desde sus orígenes en la Europa del siglo XVIII, un movimiento fundamentalmente anti-autoritario, anti-monárquico y anti-clerical. El liberalismo clásico reivindicaba la libertad en todos los campos de la acción humana: libertad de pensamiento, libertad de asociación, libertad de tránsito, libertad de comercio, libertad de expresión de las ideas, etc. en contra del férreo control de las monarquías y la iglesia católica en todas las manifestaciones de la vida social.

En lo educativo, el liberalismo significó el intento de ligar la educación a los procesos sociales, eliminando el abismo existente entre el trabajo, la política y la cultura, buscando hacer de la ciencia un instrumento de transformación de la vida social.

Entre años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX, entre los miembros de la élite social en México, tuvieron una amplia difusión las ideas de la Ilustración y el Liberalismo político y económico, el universalismo, el cientificismo y el democratismo europeos. Uno de los frutos de esta difusión, fue la asunción del liberalismo como visión de Estado y, consecuentemente, como base filosófico-antropológica para la formulación de políticas públicas.

Movido por la preocupación de acabar con el predominio de la iglesia y los conservadores eclesiásticos en la cultura y la educación superior y, en ese marco y ante los retos de la formación de nuevos cuadros para el desarrollo nacional y de la difusión de la visión científico-técnica del mundo, el pensamiento liberal aparecía como la alternativa legítima frente a la crisis de la educación superior y particularmente de la Universidad colonial a finales del siglo XIX.

El impulso del nuevo Estado a la creación de Institutos científicos y literarios y de Colegios civiles en oposición a los seminarios, escuelas y colegios eclesiales -aunque en muchos casos fue más bien un intento por mantener esos espacios educativos bajo una nueva orientación-, abría los espacios en que se concretaría la presencia de la orientación liberal en educación superior, incorporando a su currículum las nuevas disciplinas científicas, las lenguas modernas y las nuevas actividades económicas. En muchos casos se articulan a ellos las escuelas de ingeniería, de artes u oficios vía por la cual van acercándose a la idea de una universidad Nacional como proyecto alternativo a la Real y Pontificia.

El Estado liberal, como Estado educador asumía, entonces, como una de sus responsabilidades, la instrucción de la población, partiendo de la idea de que la educación significa la posibilidad de la superación de los fanatismos religiosos, fomenta la integración nacional y la participación democrática. En el marco de las limitaciones que la particular hibridación entre pasado y futuro que, según Jesús Reyes Heroles[MCT 285] , han sufrido siempre los proyectos sociales en México.

La segunda mitad del siglo XIX es una época de diversificación de la oferta de educación superior, sobre todo a partir de las reformas juaristas que dan un gran un impulso a la formación de las escuelas de artes, a las escuelas normales, a los institutos científico-literarios y a las escuelas de oficios.

Sin embargo, la actividad de las instituciones existentes no consigue ir más allá de la formación de élites sociales, en la medida en que la cobertura de las instituciones sigue siendo excesivamente limitada, y que su tarea educadora, sigue estando aislada y descomprometida de los objetivos transformadores del Estado.

Poco a poco, el siglo XIX va renovando la educación superior y la institución universitaria de muy diversas maneras. Por una parte la Teología es, cada vez más, desplazada por la filosofía como saber fundamental y superior. En segundo lugar, se crean las facultades de ciencias políticas y económicas y, finalmente, las artes mecánicas se incorporan a los estudios universitarios, con lo cual se crean facultades de ingeniería, arquitectura y diversas tecnologías. Surgen luego las facultades en que se desarrollan estudios de Antropología, Sociología, Lingüística y Psicología y se expulsa de la mayoría de las instituciones a los estudios de Teología, lo que, ahora sí, disuelve la universidad tradicional. Progresivamente y a partir de una creciente articulación entre educación y actividad económica, se van impulsando las áreas de formación técnica, las ciencias aplicadas y los estudios sociales, con lo cual adquieren más importancia que las disciplinas humanísticas.

Paso a paso la élite cultural se va deshaciendo de sus lazos con el pensamiento religioso y ya para los últimos años del siglo, ha madurado en algunos círculos del gobierno un nuevo modelo de universidad, ligado a las necesidades de desarrollo del aparato productivo y de la difusión y reproducción de la visión del mundo de la modernidad. Pero ésta nueva institución sólo surgirá en los albores del siglo XX, bajo la idea de Universidad Nacional; es decir, un modelo en que el Estado se hace cargo, al mismo tiempo que del financiamiento de la nueva institución, de la difusión de la cultura y del compromiso de formar los cuadros administrativos y profesionales que el desarrollo nacional demandaba.

La orientación liberal en la educación superior pública no pierde vigencia durante el porfirismo, pero si se ve profundamente matizada, tanto por el carácter dictatorial del régimen, como por el acento positivista de su concepción de la cultura y las finalidades educativas; Luis González [MCT 286]afirma que el porfirismo se asume como un movimiento que intenta hacer efectivo el ideario filosófico liberal contenido en la Constitución de 1857, sin embargo, en la medida en que el gobierno de Díaz cobró la forma de una dictadura, el movimiento revolucionario de 1917 reivindica también el espíritu liberal de Juárez, Ocampo y Lerdo de Tejada, frente a la situación social y económica generada por el Porfiriato. La inquietud e inconformidad de las clases medias urbanas, tiene realmente la forma de un movimiento antirreeleccionista en el marco de la tradición del pensamiento liberal -adosado de las ideas socialistas que surgen en Europa en la última mitad del siglo XIX y cuya influencia está presente en parte de los líderes del movimiento, sobre todo de los sectores medios urbanos-.

El proyecto educativo liberal-revolucionario-popular

La Revolución Mexicana exacerbó la confrontación ya iniciada desde el siglo XIX entre la concepción escolástica, tradicionalista y católica y la interpretación liberal de las finalidades de la educación superior. La concepción escolástica era representada por los sectores de la jerarquía católica y los más conservadores de la sociedad que realizaron continuos esfuerzos a lo largo del siglo XIX por mantener la presencia de la universidad real y pontificia, clausurada por primera vez mediante un decreto de Valentín Gómez Farías en octubre de 1833.

Esos esfuerzos se concretaron en la reapertura de 1834 por disposición de Santa anna en reacción a los "excesos" liberales; más tarde, en 1558 ante el cierre decretado por Ignacio Comonfort el año anterior, el gobierno interino de Félix zuloaga decreta una vez más la restauración de la universidad colonial. En enero de 1861 Juárez la cierra por tercera vez, para ser reabierta y vuelta a clausurar en 1865, por parte de Maximiliano. En 1872 el Papa Pío IX, concede al Colegio Seminario de México la facultad de otorgar grados académicos, ante las gestiones del arzobispo de México, Dr. Pelagio Antonio de Labastida, cosa que no puede concretarse ante la expulsión de los jesuitas del país.

Pero la iglesia y los sectores conservadores de la sociedad mantenían su proyecto educativo y en 1895, el arzobispo de México, Dr. Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera consigue del Papa León XIII la erección de la nueva Pontificia Universidad de México para conferir grados académicos en la Facultades de Teología y Derecho Canónico. La diferencia entre esta y la universidad colonial quedaba marcada en el discurso inaugural del presbítero Dr. Manuel Solé sobre el sentido de la nueva universidad: "La antigua universidad mexicana, la de Carlos V, fue hija de la universidad de Salamanca... La nueva universidad que hoy solemniza su inauguración es hija de la universidad gregoriana establecida en la ciudad eterna (Roma)".

La otra concepción, liberal, laicista y cientificista, nacida en los primeros años del propio siglo XIX, había tenido sus primeras expresiones en la provincia mexicana con la creación de los institutos científicos y literarios, establecidos por lo liberales en el marco de la euforia independentista que motivaba a la apertura de nuevas instituciones educativas con una orientación no clerical y como reacción frente a la expulsión de los jesuitas y la necesidad de mantener la actividad de sus Colegios Mayores.

Estos institutos -la mayor parte de ellos instalados en los edificios de los antiguos colegios jesuitas-, fueron creados a partir de 1929 como instituciones académicas con el propósito de promover una formación enciclopédica profunda que recogiera los elementos más representativos de la concepción moderna y positivista del mundo. La historia de los institutos científico-literarios es irregular y registra los vaivenes de la política de la época, ya que eran continuamente cerrados, si no por conflictos que los involucraran directamente como objetivos a atacar, si al menos porque continuamente sus instalaciones eran ocupadas como cuarteles de las distintas facciones en pugna.

La Revolución Mexicana, como momento de la historia nacional, ha sido caracterizada por Arnaldo Córdova[MCT 287] en términos de unarevolución política, la que a diferencia de una revolución social, no transformó radicalmente el sistema de relaciones de propiedad; sino que tan sólo significó la abolición de un modo de ejercicio del poder: Según él, esta fue principalmente de una modificación en las formas de apropiación y explotación de la tierra.

Igualmente, según Córdova, tampoco se trató de una revolución popular y obrera. Campesinos y obreros, pero principalmente campesinos, fueron sus actores pero ni unos ni otros fueron los triunfadores. Quienes consumaron la revolución fueron las clases medias rurales y urbanas: ni Villa, ni Zapata, ni los Flores Magón, sino Madero y Carranza. Esta clase media aspiraba a un desarrollo capitalista independiente, y sólo fue sensible a plasmar en la constitución las banderas de los movimientos campesino y obrero, en la medida en que ello contribuía a evitar el estallido social contra el modelo capitalista de desarrollo que se venía impulsando, en lo fundamental y no sin diferencias, desde la época juarista.
Por su extracción de clase, los sectores medios que arribaron al poder con la revolución, impusieron un modo de ejercicio del poder entre oligárquico y populista. En los sucesivos gobiernos posrevolucionarios se integran caudillos militares, antiguos intelectuales y funcionarios del régimen derrumbado, líderes obreros, caudillos regionales, algunos caudillos campesinos, etc. Esto es, asume el poder no una clase social o un sector de clase, sino una amalgama de intereses por conciliar, lo que instaura una práctica del poder fundada en la represión-concesión-negociación-convenio, aunque prevaleciendo siempre la lógica del poder. Una práctica siempre en busca de equilibrios que garantizaran el propio poder a través del de los otros. En síntesis un Estado corporativo y autoritario que consigue derrotar a aquellos: aristócratas, terratenientes o miembros del clero dueños de tierras y riquezas ociosas, que definitivamente no jugaban ya ningún papel en el nuevo modelo capitalista de acumulación.

Todo esto explica que no haya al inicio un proyecto claro para el impulso a la educación superior en elpaís, toda vez que el papel educador del Estado que se había asumido se contaminaba con las exigencias de conciliación-concesión que los compromisos asumidos por el gobierno con los distintos sectores y clases sociales imponían. Pero lo que sí se tenía muy claro por parte de los revolucionarios era que la universidad y la intelectualidad que en ella se formaba, no se encontraban entre los sectores sociales comprometidos con la revolución, Carrillo Flores[MCT 288] lo expresa muy bien cuando al preguntarse "¿La Revolución no tenía ningún interés fundamental que defender en la educación universitaria? Da cuenta de la poca confianza que tenían los que él llama "los hombres de 1917", en la institución universitaria, así como del hecho de que ellos consideraban que el motivo central de la reforma educativa no era la educación universitaria sino la popular y por ello en ocasión de la ley universitaria de 1929, consideraban que era "necesario capacitar a la universidad nacional de México dentro del ideal democrático revolucionario".

El elemento más identificable y más importante de la concepción liberal de la educación superior en esa época, era el proyecto de una universidad nacional; impulsada desde el siglo XIX por diferentes personalidades, tiene en la propuesta presentada por Justo Sierra al congreso de la República en 1885, su versión más acabada.

En ese proyecto, Justo Sierra reivindica la necesidad de una orientación liberal y positivista en los estudios superiores, tanto como la orientación democrática que él advierte en los sistemas alemanes al promover una institución independiente del Estado.

Sin embargo es hasta ya entrado el siglo XX, en 1910 que los liberales consiguen la fundación de la Universidad Nacional de México. Porfirio Díaz, que acababa de ser reelecto presidente, publica en el Diario Oficial del 18 de junio de 1910, el siguiente bando: "Se instituye con el nombre de Universidad Nacional de México un cuerpo docente cuyo objeto primordial será realizar en sus elementos superiores la obra de la educación nacional... " [MCT 289]quedando constituida por las escuelas nacionales Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, De bellas artes y de Altos Estudios.

Como proyecto liberal, la Universidad Nacional representaba la reivindicación de complementar y reforzar la formación científico-positivista promovida en los Institutos Científicos y Literarios con la enseñanza de las humanidades y la filosofía que el positivismo porfiriano descalificaba como especulativas y conocimiento falto de valor en tanto que no procede de la directa subordinación de la imaginación a la observación.

Efectivamente, Justo Sierra, en su discurso inaugural declaraba la necesidad de aunar el nuevo espíritu filosófico de la institución con las conquistas de la ciencia. Decía: "La universidad no podrá olvidar, a riesgo de consumir, sin renovarlo, el aceite de su lámpara, que le será necesario vivir en íntima conexión con el movimiento de la cultura general; que sus métodos, que sus investigaciones, que sus conclusiones no podrán adquirir valor definitivo mientras no hayan sido probados en la piedra de toque de la investigación científica que realiza nuestra época, principalmente por medio de las universidades. La ciencia avanza, proyectando hacia adelante su luz, que es el método, como una teoría inmaculada de verdades que va en busca de la verdad; debemos y querremos tomar nuestro lugar en esa divina procesión de antorchas.... Más la nueva Universidad para merecer el epíteto de Nacional, no ha de ser una simple productora de ciencia, una intelectualizadora que sólo sirve para formar cerebrales, un adoratorio en torno al cual se formase una casta de la ciencia, cada vez más alejada de su función terrestre, del suelo que la sustenta e indiferente a las pulsaciones de la realidad social que la circunda.... " [MCT 290]

Este proyecto de comunidad científica y filosófica reclamaba desde el principio la más amplia autonomía. Pero en tanto que nace como un interés del Estado, Decía Justo Sierra en su discurso inaugural, (la universidad) ...debe recibir su protección y apoyo, debe nutrirla y aportarle cuanta protección le sea necesaria, sobre todo en lo financiero, político y moral, pero el Estado no debe, como antaño ejercer la tutela sino la patria potestad sobre la educación superior... El Estado tiene una alta misión política, administrativa y social; pero en esa misión misma hay límites, y si algo no puede ni debe estar a su alcance, es la enseñanza superior, la enseñanza más alta. la enseñanza superior no puede tener, como no tiene la ciencia, otra ley que el método; esto será normalmente fuera del alcance del gobierno..." [MCT 291]

Entre 1910 y 1933 se mantuvo la confrontación entre la intelectualidad agrupada en la nueva institución y los gobiernos surgido de la revolución, respecto de la autonomía universitaria, ya que, desde la perspectiva del gobierno ello significaba la creación de un Estado dentro del Estado; significaba otorgar a la universidad el derecho a tomar distancia respecto del proyecto revolucionario. En las sucesivas leyes orgánicas que en ese periodo tuvo la institución, nunca se plasmó una autonomía absoluta. En todas ellas incorporaron siempre instancias de poder dependientes del gobierno y con capacidad de decisión sobre los asuntos universitarios.

Un paso más decisivo, respecto de la autonomía de la institución, fue la Ley de 1929 que, como resultado de la huelga en la Facultad de jurisprudencia con motivo de la modificación del régimen de exámenes, proclamaba la autonomía de la institución, pero manteniendo: a) la obligación de rendir informe anual al gobierno y la atribución del gobierno para crear escuelas y dependencias universitarias al margen del consejo; b) presencia de un delegado de la secretaría de educación pública al interior del consejo universitario y derecho de veto del presidente respecto de las decisiones del consejo y, sobre todo, c) la atribución del presidente de la república para designar la terna de candidatos con base en la cual el consejo universitario nombraría rector.

A propósito de la promulgación de esta ley, su autor, el presidente Emilio Portes Gil declaraba a la prensa: "La revolución ha puesto en manos de la intelectualidad un precioso legado, la autonomía de la universidad; si fracasa, la casa de estudios se le dará al obrero" [MCT 292], dejando en claro que la autonomía no era un interés del gobierno, tanto como la desconfianza y recelo frente a la actitud distante de la intelectualidad mexicana respecto del movimiento revolucionario y sus fines.. Asimismo, la exposición de motivos de dicha ley, expresa que : " ... es un principio de los gobiernos revolucionarios, la creación de instituciones democráticas funcionales que, debidamente solidarizadas con los principios y los ideales nacionales y asumiendo responsabilidad ante el pueblo, queden investidas de atribuciones suficientes para el descargo de la función social que le corresponde ... Es necesario capacitar a la Universidad Nacional de México dentro del ideal democrático revolucionario para cumplir los fines de impartir una educación superior, de contribuir al progreso de México en la conservación y desarrollo de la cultura mexicana, participando en el estudio de los problemas que afectan a nuestro país, así como el de acercarse al pueblo por el cumplimiento eficaz de sus funciones generales y mediante la obra de extensión educativa..." [MCT 293]

En su exposición de motivos, la Ley de 1933 asentaba: "... para borrar la posibilidad de que los errores y desviaciones de la vida universitaria se atribuyan a las influencias del poder público, y para dejar al mismo tiempo en manos de los universitarios los elementos con que cuenta la universidad, junto con las responsabilidades inherentes a su manejo... entrega el gobierno de la institución, la definición de sus normas y derroteros y las oportunidades de purificarse y reencauzarse a quienes por una parte dudan del Estado y por la otra, manifiestan contar con reservas morales y con vitalidad suficiente para orientarse por si mismos ... abriendo así, también, una última oportunidad a quienes fincan su ideal en el manejo autónomo de la institución, el gobierno de la República no renuncia a ninguno de los derechos que tiene como representante legítimo de la Nación, derechos que a la vez constituyen sagrados deberes para él, y sabrá abordar nuevamente la cuestión si los universitarios mexicanos demostraren en definitiva que no están capacitados para salvar los destinos de su institución." [MCT 294]

El espíritu de la Ley dejaba en claro que el gobierno se desentendía de los destinos de la institución y por tanto retiraba a ésta su carácter de Universidad Nacional, lo que significaba retirar el soporte económico (la ley otorgaba, por única vez una aportación de diez millones de pesos al patrimonio universitario). Por su parte, el gobierno asumía que su proyecto educativo era otro, ligado éste sí a los fines del proyecto revolucionario; Narciso Bassols, Secretario de Educación Pública, en esa misma sesión del congreso para aprobar la Ley, declaraba que el Estado se reservaba el derecho de impartir educación de naturaleza técnica y el de establecer otros institutos de tipo superior, si así lo consideraba necesario.

Manuel Gómez Morín asumió en esas condiciones la rectoría de la universidad para encabezar el intento de sobrevivencia de la institución sin el respaldo económico del gobierno. Gómez Morín no consiguió resolver el conflicto por la orientación socialista y un año después, con motivo de una huelga en su contra, hubo de renunciar. En noviembre de 1934 fue designado rector el Dr. Fernando Ocaranza, quien no tuvo más remedio que dar pasos hacia un nuevo acercamiento con el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas ante el deterioro de la institución provocado por la renuncia (en 1935) de un amplio grupo de catedráticos afines al espíritu pro-socialista de la reforma al artículo tercero constitucional en 1934.

Ya para 1938, tanto el gobierno había asumido el respeto del Estado a la libertad de cátedra en la institución, como la comunidad universitaria había abandonado su actitud de distanciamiento respecto de los proyectos sociales del gobierno revolucionario. En ese año, la comunidad universitaria da un franco respaldo a la expropiación petrolera, con una multitudinaria manifestación estudiantil en las calles de la ciudad.

La universidad vivió un periodo de relativa calma bajo los rectorados del Dr. Gustavo Baz (1938-1940), quien abandonó el puesto al ser designado Secretario de Salubridad y Asistencia al asumir la Presidencia de la República el Gral. Manuel Ávila Camacho, lo sustituyó el Lic. Mario de la Cueva, quien con base en los nuevos subsidios federales y las cuotas estudiantiles había logrado para 1942 una importante modernización de la Universidad.

Entre 1942 y 1944, sobrevino un nuevo episodio de confrontación entre el proyecto autonomista y cientificista de Rudolfo Brito Foucher y el más humanista y comprometido con el proyecto revolucionario de Salvador Azuela. El conflicto llegó, además del derramamiento de sangre, al extremo de tener dos rectores en funciones. La intervención del presidente Ávila Camacho, a través de una Junta de ex-rectores produjo la designación de un nuevo rector: Alfonso Caso, destacado jurista y arqueólogo, quien de inmediato procedió a la elaboración de un proyecto de nueva Ley Orgánica. La nueva ley, aprobada por el congreso el 30 de diciembre de 1944, definía a la institución como "una corporación pública -organismo descentralizado del gobierno- dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior para formar profesionistas, investigadores, profesores universitarios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura". [MCT 295] Quedando así zanjada la distancia frente al Estado, lo que permitía a la institución recuperar su carácter nacional y el apoyo económico y político del gobierno.

Al interior del país, el proyecto socialista en educación superior, encontró un decidido impulso por parte de algunos gobernadores de los Estados, como en los casos de Michoacán, Durango, Jalisco y Nuevo león. Sin embargo, el proyecto enfrentó, y acabó sucumbiendo ante ella, la resistencia de la comunidad universitaria y de los sectores clericales y conservadores en dichos Estados.

En ese mismo marco de las acciones educativas de inspiración socialista, el general Lázaro Cárdenas impulsó la creación del Instituto Politécnico Nacional como respuesta a las necesidades de la formación de un proletariado moderno, eficiente y comprometido con las ideas de la Revolución Mexicana y ante la falta de compromiso de los universitarios con las tareas de la nueva sociedad.

En su informe de gobierno, el 1º. de septiembre de 1935, el Gral. Lázaro Cárdenas decía: "La secretaría de Educación Pública está por terminar ... el estudio que organiza el establecimiento de la Escuela Politécnica, cumplimentándose así el Plan Sexenal en lo relativo a que debe darse preferencia a las enseñanzas técnicas que tiendan a capacitar al hombre para utilizar y transformar los productos de la naturaleza a fin de mejorar las condiciones materiales de la vida humana".[MCT 296] Con este propósito, el Congreso de la Unión, al aprobar el presupuesto de egresos para 1936, incluyó en el ramo XI, relativo a la educación pública, una partida para la contratación de maestros y adquisición de equipos para el Instituto Politécnico Nacional.

La creación del IPN era un proyecto que claramente rompía con la tradición dominante en educación superior en el país, esto en varios sentidos: era un Instituto, no una universidad, el instituto era la opción europea que significaba difusión y creación de la ciencia: Producción de conocimiento y no-reproducción de ideas fijas. Un instituto Politécnico, por lo tanto una institución dedicada a la formación de cuadros profesionales, para el trabajo en la moderna industria maquinizada y tecnificada y no a la reproducción y conservación de una cultura superior aislada de la práctica económica. Un instituto Nacional, lo que dejaba claro el compromiso con la nación y con los ideales de las concepciones de la modernidad, aunque en su vertiente socialista.

La creación del IPN, tiene lugar el año de 1937, aunque no fue producto de un decreto o ley, simplemente con base en la autorización del presupuesto y los acuerdos entre el presidente de la república y su secretario de Educación Pública, relativos al funcionamiento del Instituto, se iniciaron las labores de incorporación de escuelas y de integración de la planta docente.

En enero de ese año, mediante una ceremonia en el Palacio de Bellas Artes, se inauguraron los cursos del IPN. En ese momento la institución integraba dos grupos de escuelas, el primero estaba formado por el conjunto de escuelas, dispersas en todo el territorio nacional, integradas en el sistema llamado Institución Tecnológica y que estaban dedicadas a la formación técnica para el trabajo, tales como: la Escuela de Preaprendizaje, la Escuela de Artes y Oficios, la Escuela de Artes y Oficios nocturna, anexa
al Instituto Técnico Industrial, las Escuelas Federales de Industrias Textiles 1 y 2, la Escuela de Ingenieros Mecánicos y Electricistas en el Distrito Federal; la sección industrial para varones de la Escuela Industrial de Puebla, la Escuela Industrial en Culiacán, la sección industrial para varones de la Escuela Industrial de Tuxtla Gutiérrez, y la sección industrial para varones de la Escuela Industrial en Campeche; la Escuela Superior de Construcción, las Escuelas de Maestros Técnicos del Instituto Técnico Industrial y la anexa a la de Ingenieros Mecánicos y Electricistas; la Escuela Superior de Comercio y Administración, la Escuela Comercial "Miguel Lerdo de Tejada" para mujeres, la sección comercial de las Academias 2, 3 y 4, la sección comercial de la Escuela de Guadalajara y la sección comercial de la Escuela de Hermosillo; la Academia número 1, Costura y Confección, la sección industrial de las Academias números 2, 3 y 4, las secciones industriales de las escuelas de Hermosillo, Puebla, Guadalajara, Campeche y Tuxtla-Gutiérrez; así como las Escuelas Prevocacionales, Vocacionales y las Preparatorias Técnicas ubicadas tanto dentro como fuera del Distrito Federal.

El segundo grupo lo integraban escuelas de investigación y formación de profesionales ubicadas en el Distrito Federal, como la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, la Escuela Nacional de Medicina Homeopática,. Para 1939, el IPN tenía una matrícula de 21,000 alumnos. 2,486 en el nivel de profesional, 7,002 en las escuelas vocacionales y el resto en las prevocacionales y técnicas. (Cfr. León Pérez, Enrique. Instituto Politécnico Nacional. Origen y evolución histórica. IPN, 197. Pags. 25-51)

La orientación y finalidades del IPN quedaban remarcadas en el informe de Gobierno de 1940, en donde el Gral. Cárdenas señalaba: " ...para cumplir con una de las tareas imperativas de la Revolución, fue creado en 1937, el Instituto Politécnico Nacional, donde el alumnado, además de aprender artes y oficios, estudia carreras profesionales y subprofesionales, se capacita técnica y científicamente para intervenir en el proceso de producción y se forman especialistas en distintas ramas de investigaciones científicas y técnicas, llamadas a impulsar la economía del país, mediante una explotación metódica de nuestra riqueza potencial ... el papel del Instituto Politécnico Nacional en la vida educativa y productiva de México, es de enorme trascendencia; en el futuro está llamado a ser la institución de enseñanza profesional técnica que mejor responda a las necesidades nacionales para la formación de profesionistas, maestros, obreros y técnicos en general. Su prestigio y eficacia han alejado ya a muchos cientos de jóvenes de las carreras liberales para derivarlos a las que imparten en sus aulas..." [MCT 297]

La creación del IPN puede ser vista como el inicio de la construcción del sistema de educación tecnológica en el país. A partir de ese modelo las nuevas instituciones de enseñanza técnica acusan también una innegable presencia del Estado y su proyecto revolucionario, orientándose al cumplimiento de finalidades sociales, tales como: Atención a la demanda de educación de los distintos sectores sociales; formación de cuadros profesionales para el desarrollo nacional; democratización en el acceso al conocimiento; y la defensa de la soberanía y la identidad nacionales.

Con estas acciones, dice Olac Fuentes[MCT 298] , el gobierno cardenista convertía la distancia frente a la comunidad universitaria en hostilidad. Cárdenas intentaba impulsar una alternativa a esa "institución de importancia secundaria y fuente de escandalosas molestias -según palabras del propio Gral. Cárdenas- a la cual había que soportar y dejar subsistir"; creando otro tipo de institución que partiera de una definición distinta del saber necesario y que respondiera a las exigencias tanto del proyecto revolucionario, como de la industrialización y de la modernización.

El IPN, además de ser el espacio adecuado para la formación y reclutamiento de los cuadros técnicos necesarios a la industria, combatía el carácter elitista de aquella, mediante la promoción del acceso de los hijos de los trabajadores a los estudios superiores.

La alternativa empresarial y religiosa frente al problema de la formación de profesionales.

La presencia del proyecto revolucionario en la formación de cuadros técnicos para el trabajo, sobre todo en el nivel profesional, no era deltodo grata a los empresarios, además de que el momento que atravesaba el desarrollo del aparato industrial del país requería una mayor oferta de cuadros profesionales y de formaciones específicas en los campos de mayor dinamismo en las diversas regiones, por este motivo asociaciones civiles, principalmente empresariales, promovieron otro tipo de instituciones de educación tecnológica, que ponían el acento en la idoneidad de los conocimientos respecto de los puestos de trabajo y en la "neutralidad" ideológica de los egresados. De este modo, el 14 de julio de 1943, la Asociación Civil Enseñanza e Investigación Superior, cuyos fines eran "promover y dirigir toda clase de actividades educacionales, de investigación y de difusión cultural" [MCT 299] crea en la ciudad de Monterrey el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), que inició sus actividades con los estudios de Preparatoria y la carrera de Ingeniería Industrial en las especialidades de Química, Mecánica, Eléctrica y Administración, También la carrera de Administrador de Negocios y Contador en las especialidades de Privado, Bancario, Industrial y Público. En 1949 incorpora las carreras de Químico Biólogo y Químico Industrial; en 1961 crea, en Mexicali, la primera escuela foránea y a partir de 1985 inicia actividades su división de Humanidades con las carreras de Derecho y ciencias de la información y las maestrías en Periodismo Especializado y Educación. Hoy día el ITESM es un sistema con cobertura internacional en diversos campos disciplinarios.

Tampoco puede decirse que la iglesia católica y la intelectualidad comprometida con su visión del mundo y su filosofía hayan renunciado por completo a tener una presencia en la educación superior mexicana en el siglo XX. Por ello, en el contexto de las movilizaciones en contra de la reforma socialista de 1933 al artículo tercero de la Constitución, resurge la actividad de diversos grupos católicos en torno a un proyecto de educación superior comprometido con esa visión del mundo. La fracción II del artículo establecía que "Las corporaciones religiosas, los ministros de los cultos, las asociaciones ligadas directa o indirectamente con la propaganda de un credo religioso y, en general, todas las personas y entidades que no garanticen una conveniente orientación de sus enseñanzas, no podrán establecer, dirigir o apoyar económicamente escuelas primarias, secundarias, normales o universitarias..." [MCT 300]; La protesta no se hizo esperar y finalmente la reforma se hizo sin comprender en su texto a las universidades y sin excluir al clero de la enseñanza a nivel superior.

Inspirados en el ideario del Papa Pio XI (llamado el gran Papa de la educación) y con la pretensión de recuperar la obra educativa de los Jesuitas en los siglos precedentes, en 1931, miembros de esa orden establecen el Instituto Patria en la ciudad de México. Clausurado en 1932, reabre sus puertas en 1933 con el nombre de Instituto de Ciencias y Letras, en 1934 asume el nombre de Colegio Instituto Bachilleratos y, finalmente, en 1943 vuelve a llamarse Instituto Patria.

Desde que fue creado el instituto, sus estudiantes -católicos militantes-, se reunían cada tarde en círculos de estudio y discusión, este proyecto ideológico-educativo se formalizó, en 1943, con la creación del Centro cultural universitario, antecedente directo de la actual Universidad Iberoamericana. Antes de la creación del CCU, ya habían existido los Centros de extensión y complemento universitario surgidos en 1927 en las áreas de Letras, medicina e ingeniería, promovidos por el arzobispado de México.

El movimiento cristero avivó la iniciativa de buscar promover una educación superior ligada al ideario católico, tanto para enfrentar las orientaciones oficiales, como para intentar promover una educación completamente afín al pensamiento católico y en esa perspectiva, el Centro Cultural Universitario incorporaba, en torno a jesuitas e intelectuales católicos destacados, a los cuadros más importantes del catolicismo universitario militante. A sus círculos de estudio asistían los miembros de la Liga Nacional de estudiantes católicos fundada en 1911 y los de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) formada en 1912. y de la más recientemente formada (1929) Unión Nacional de Estudiantes Católicos.

El proyecto modernizador

La constante presencia de conflictos e inestabilidades en la educación superior mexicana entre las décadas del los años veintes y cuarentas, nos hace decir que es propiamente en la segunda mitad del siglo XX cuando se cumple la transformación definitiva de la educación superior en el país.

En la década de los cuarentas, el Estado mexicano consigue avanzar en la pacificación del país y romper definitivamente los lazos que el poder mantenía con la iglesia y los antiguos terratenientes; es la época del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario que agrupa en una única organización a todos los sectores sociales importante en el nuevo proyecto de nación. Aquí inicia la época del llamado desarrollo estabilizador en el país, lo que significa la posibilidad y la necesidad de instituciones educativas formadores de los cuadros profesionales que ese modelo de crecimiento económico requería.

También en esa década se avanza en la superación de la confrontación entre el Estado y la intelectualidad respecto de lo que debía ser la institución universitaria. Como hemos visto, para los universitarios -sea que provinieran de la tradición católica o de la ilustrada- la idea de una institución universitaria imbuida del espíritu liberal era inseparable de la libertad de cátedra y la pluralidad de ideas, toda vez que ello les garantizaba mantenerse ajenos a la vigilancia y supervisión del Estado; en cambio el Estado revolucionario pretendía una institución al servicio de proyecto revolucionario-socialista y mantener un control político sobre la actividad académica.

El modo de esa superación fue una gradual integración de los universitarios al proyecto modernizador económico y social del gobierno y, consecuentemente, dio inicio a lo que podemos denominar proyecto modernizador en educación superior. Como resultado de la tarea de conciliación llevada adelante por el gobierno de Manuel Ávila Camacho, en 1944 se restituye a la universidad su carácter nacional y se fortalece su régimen de organismo público. En su informe de Gobierno en 1945, el presidente decía: "han pasado los días en que una polémica inconveniente se empeñó en distanciar a la universidad de la autoridades" .[MCT 301]

La nueva visión conciliadora de la educación superior, conceptualizaba a ésta como factor de progreso, elemento civilizador y vía para conseguir la igualdad social, pero también como el medio para la realización de individuo.

El conjunto de los cambios traídos a México por la segunda guerra mundial y en general por el desarrollo de la industrialización del país, fue un terreno fértil para una relación más estrecha entre las instituciones de educación superior y la industria. Entre los cambios sociales e ideológicos que impulsan poderosamente un nuevo discurso y una nueva práctica en educación superior en México en las décadas de 1940 a 1970, destacan los siguientes:

* La urbanización, la industrialización, la secularización del saber y del poder y el desarrollo de una cosmovisión científica.

* La burocratización. Esto es, la tendencia creciente a la organización racional de los procesos sociales y a la creación de organizaciones para la administración pública o privada, basadas en reglas impersonales y orientadas a la eficientización de los procesos.

* El apuntalamiento de una ética de los resultados y no de los principios. La acción humana ha de ser evaluada a partir de la congruencia entre propósitos y resultados.

* La erosión de los sistemas de creencias que apoyaban la autoridad tradicional adjudicada monárquica o religiosa.

* El desarrollo del Estado como una entidad omnisciente, producto de la razón, omnipotente y benévola. Es decir, el crecimiento inexorable de las funciones económicas, políticas y sociales del gobierno.

Estos cambios impulsaron una época de un mayor prestigio social para los universitarios, Olac Fuente[MCT 302] llama a ésta, la época dorada de las relaciones universidad-Estado. En este marco se inició en 1948 el proyecto de la construcción de la ciudad universitaria -las edificaciones habrían de completarse hasta 1954-, respondiendo a una tendencia generalizada a nivel internacional por crear espacios urbanística y arquitectónicamente especializados para la educación superior, pero también como reflejo de la nueva relación entre Estado y universitarios.

A partir de los años cuarentas se incrementa sensiblemente la demanda de educación superior en los sectores medios urbanos que buscan en los espacios de formación profesional una vía para incrementar sus niveles de ingreso; comienza a darse la profesionalización de las actividades económicas y el crecimiento paulatino de la investigación y el desarrollo de tecnología en el país; todo ello en el marco de una centralización política y de una cada vez más estrecha relación entre los universitarios y el gobierno federal. Para 1950 se ha pasado de una matrícula de 25,000 a 40,000 alumnos en el conjunto de las instituciones de educación superior. Nacen los primeros institutos tecnológicos regionales, y ya para entonces hay 11 universidades públicas en los Estados, también en este periodo, como quedó dicho más arriba, se crean el Instituto Tecnológico de Monterrey y la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Un documento interesante respecto de la situación que guardaba en este periodo la educación superior en el país, es el Primer Censo Nacional Universitario, preparado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM en 1949.

De acuerdo con ese documento, la UNAM contaba ya con 17 escuelas y Facultades y con 13 institutos de investigación, tal como se muestra en el siguiente cuadro:

Dependencia universitarias en 1949

Escuelas
Institutos
Nacional Preparatoria
de Historia
Nacional de Enfermería y Obstetricia.
de Matemáticas
Nacional de -Medicina.
de Física
Nacional de Comercio Y Administración
de Derecho Comparado
Nacional de Jurisprudencia.
de Química
Nacional de Ciencias Químicas.
de Geología
Nacional de Ingeniería
de Geofísica
Nacional de Odontología.
de Geografía
Nacional de Arquitectura.
de Biología
Nacional de Medicina Veterinaria.
de Estudios Médicos
Nacional de Economía.
de Investigaciones Sociales
Nacional de Música. de Investigaciones Estéticas
Nacional de Artes Plásticas
Observatorio Astronómico Nacional.
Escuela de Graduados
 
Facultad de Filosofía y Letras.
 
Facultad de Ciencias.
 
Centro de Estudios filosóficos  

 

En los Estados, el Censo estableció la existencia de 9716 alumnos inscritos en 99 instituciones de educación superior, distribuidos en la forma que aquí se muestra:

 

Tipo de escuela de escuela
Número de instituciones
Número de alumnos en el tipo
Arquitectura
1
25
Artes plásticas
2
19
Bellas Artes
3
163
Ciencias químico-biológicas
1
9
Comercio y Administración
10
627
Economía, Comercio y administración
1
359
Enfermería y obstetricia
12
573
Farmacia
3
48
Industrial
1
741
Ingeniería
6
276
Jurisprudencia
10
322
Medicina
7
833
Música
1
47
Náutica mercante
1
32
Normales
4
133
Odontología
3
130
Politécnico
1 2
15
Preparatoria
18
3416

Química y farmacia
1
32
Química

4
229
Secundarias
8
1456

Taquimecanografía
1
31
T o t a1
99
9716

La distribución de los tipos de escuela y número total de alumnos en educación superior, por Estado, era como sigue:

 

Estado

Tipos de escuela en cada Estado
Alumnos por Estado
Aguascalientes
Secundaria, Preparatoria, Bancaria y Comercial
126
Campeche
Secundaria, Preparatoria, Normal
192
Chiapas
Secundaria, Preparatoria, Normal, Artes plásticas, Enfermería y obstetricia, Comercio y administración
455
Durango
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Comercio, Jurisprudencia
417
Guanajuato
Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química y farmacia
1070
Hidalgo
Secundaria, Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Medicina
389
Jalisco
Preparatoria, Enfermería, Economía, Comercio y Administración, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología, Arquitectura, Bellas Artes, Politécnico
1822
México
Preparatoria, Jurisprudencia, Ingeniería municipal, Pedagogía
221
Michoacán
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Farmacia, Bellas Artes
764
Morelos
Preparatoria, Enfermería, Comercio
154
Nuevo León
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología, Arquitectura, Artes plásticas, Música, Industrial
743
Oaxaca
Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Medicina, Farmacia, Taquimecanografía
398
Querétaro
Preparatoria, Jurisprudencia
108
San Luis Potosí
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Comercio y Administración, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología
654
Sinaloa
Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Ciencias Químicas y Biológicas, Ciencias físico-matemáticas, Normal
370
Sonora
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Comercio, Ingeniería, Farmacia, Normal
473
Veracruz
Preparatoria,
Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Biología, Bellas Artes, Música, Náutica mercante
717
Yucatán
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología
498
Zacatecas
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería
145
T o t a
1 9716

Estas cifras siguieron incrementándose, de modo que para los años setentas, la expansión había dado lugar a un crecimiento exagerado de las universidades públicas, con una matrícula verdaderamente masiva en ciertas áreas de especialización profesional. Sin embargo es importante decir que los fenómenos del crecimiento y la masificación no tuvieron el mismo desarrollo en todas las universidades.

La creación de las nuevas instituciones de educación superior, también fue terreno de confrontación -esta vez entre modelos educativos-. En algunos Estados el modelo a seguir, respecto de la estructura organizativa, el funcionamiento y los objetivos de la formación, era la UNAM; pero en otras, cada vez más numerosas, se recurrió más bien a experiencias del extranjero, principalmente Estados Unidos. El resultado fue una diversificación extrema de estructuras organizativas, modelo educativos, objetos de estudio, niveles y grados otorgados por las instituciones.

Pero la época dorada no iba a durar para siempre y así, en el periodo que va del final de los cincuenta hasta los primeros años del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, se fue gestando entre los universitarios y la intelectualidad mexicana una inconformidad creciente en torno a hechos como los siguientes:

* La insuficiencia de oportunidades de educación superior para sectores cada vez más amplios de la población urbana, ante el crecimiento de la demanda como resultado de la expansión del sistema de educación básica y media en el país y de la migración constante a las ciudades.

* La frustración de las aspiraciones de ascenso social con base en la educación por la falta de oportunidades de empleo y los bajos salarios, toda vez que el ciclo de expansión de la economía comenzaba a cerrarse.

* El atraso en los contenidos educativos y el autoritarismo de profesores y autoridades, combinado con el evidente desgaste del discurso oficial respecto del lugar de la educación en el proyecto revolucionario y, aún del proyecto mismo de sociedad. (Cfr. Olac Fuentes).

En los setentas, los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo intentaron volver a articular a la universidad con los proyectos estatales. Sin embargo, ante las dificultades para recuperar la época dorada, el gobierno ya no buscaba la recuperación del control absoluto y sin oposiciones de la vida universitaria y se orienta más bien en el sentido de una despolitización de la educación superior que reforzara la profesionalización de los estudiantes y asegurara una incorporación menos conflictiva y más productiva en los procesos económicos, aún a costa de alejarla de los fines de integración nacional y justicia social.

Los años setentas son de intensa actividad reformadora de los distintos aspectos del funcionamiento de las instituciones de educación superior: financiamiento, currículum y estructuras de autoridad. Una actividad continua de la ANUIES en esa década va articulando propuestas de reestructuración de la organización académica y administrativa de la educación superior, introduciendo ideas tales como: el esquema departamental, el sistema de créditos, las salidas laterales, la sistematización de la enseñanza, la formación continua de los profesores, entre otras.

En este periodo el Estado se concreta a desarrollar una política de impulso al crecimiento del sistema buscando la ampliación de las oportunidades de ingreso y a promover una racionalización del gasto educativo, mediante políticas de planeación y supervisión de la función universitaria y a través de la creación organismos intermedios, tales como la subsecretaría de Educación superior e investigación científica (SESIC) y la Subsecretaría de Educación e Investigación Tecnológica (SEIT), ambas dependientes de la Secretaría de educación pública. Cumpliendo también tareas de coordinación y cooperación, se crearon dos grandes asociaciones a las que se integran, según sus intereses o su naturaleza, las diferentes instituciones: La Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior (ANUIES), que agrupa a las instituciones públicas y algunas privadas y la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de educación Superior (FIMPES) compuesta exclusivamente de instituciones privadas.

Como resultado de este desarrollo, la educación superior en México hoy día, está conformada por una heterogénea gama de instituciones, de prácticas, de regímenes jurídicos, de particularidades curriculares y de modalidades de trabajo académico integrado, como dijimos antes, el Sistema de Educación Superior mexicano.

De acuerdo con el Programa de Desarrollo Educativo 1995-2000 , para el ciclo escolar 1994-1995 el sistema de educación superior mexicano se integraba de la siguiente manera:


Instituciones
Instituciones
Total de
Subsistema
Subsistema
Subsistema
Subsistema
Otros
Públicas
privadas
instituciones
universitario
tecnológico
universitario-tecnológico
Normal
834
217
1051

68%
17.2%
; 0.3%
9%
,. 5.5%

El subsistema universitario se compone de 39 instituciones públicas, 36 de ellas autónomas y 49 particulares. Las universidades públicas ofrecen un total de 447 diferentes programas de licenciatura.

El subsistema tecnológico estaba conformado por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), su Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) y 110 institutos tecnológicos (industriales, agropecuarios y del mar). De éstos, 94 son dependencias federales y 16 son organismos descentralizados de los gobiernos estatales.

El subsistema de universidades tecnológicas creado en 1991 está compuesto por instituciones que operan como organismos públicos descentralizados de los gobiernos estatales. En ese momento el sistema se componía de 10 instituciones.

El subsistema de educación normal se conformaba con 508 escuelas normales, de las cuales 346 eran públicas y 162 particulares.

Las instituciones de educación superior privadas representaban en ese momento el 52% del total y atendían al 22% por ciento de la matrícula. La mayoría de ellas no rebasaban los 1000 alumnos inscritos.

En cuanto al número de escuelas, profesores y matrícula en los últimos dos ciclos escolares, la SEP registra la siguiente panorámica:

ciclo escolar
Educación Media superior Educación Superior Posgrado
Matrícula(miles)
Maestros
Escuelas
Matrícula(miles)
Maestros
Escue
las
Matrícula
(miles)
Maestros
Escue
las
1998- 1999
2,805.5
197,892
9,299
1,726.6
175,375
2,630
111
17,031
97
1999-2000
2,860.5
199,805
9,798
1,822.1
184,682
2,788
118.
17,622
1,02


La distribución de la matrícula entre las diferentes instituciones en los últimos dos ciclos escolares, es como sigue:
MATRÍCULA DE LICENCIATURA Y PROFESIONAL ASOCIADO
Instituciones públicas
Ciclo escolar
Licenciatura
Profesional asociado
Matrícula total IES públicas

Universidades
Otras instituciones

Escuelas Normales (5)

Institutos tecnológicos
IES del Ejercito y la Marina(6)
Univ. Tecnoló gicas (7)
Otras IES (8)

Estatales (1)
Federales (2)
UPEAS (3)
Otras IES (4)
1,296,349
1999-2000

598,297
185,754
17,282
22,735
135,876
291,867

3,235

29,753

11,550
2000-2001
614,163
189,259

18,166
24,174
131,400
315,389
3,348
45,397
12,804
1,354,100
Instituciones particulares
Ciclo escolar
Licenciatura
Profesional asociado
Matrícula total IES particulares
Universidades (9)
Normales (5)
Otras IES

1999-2000

292,365
79,630

173,873
2,447

548,315
2000-2001
310,909
82,400
189,754
9,637
592,700
(Fuente: Estadística Básica DGPPyP / SEP)

 

El proyecto neoliberal

El tercer y último momento en este desarrollo, puede ser llamado proyecto neoliberal y comprende los cambios en la orientación de los procesos de educación superior surgidos a lo largo de los años ochenta y noventa del pasado siglo XX.

No sólo los conflictos internos y la confrontación con los universitarios, llevaron al Estado mexicano a una revisión profunda de su política en educación superior; también jugaron un papel muy importante los grandes procesos de cambio habidos en los últimos veinte años en el mundo y que han afectado las políticas públicas en México y entre ellas las referentes al desarrollo de la educación superior.

Nos referimos a la crisis generalizada del Estado de bienestar social, modelo en el que se inscribía el Estado mexicano nacido de la Revolución, pero también a la quiebra de los sistemas del socialismo real que, al menos en educación, había constituido una fuente de inspiración para las políticas públicas en México. Particular importancia revistieron:

* La crisis del paradigma de aplicación y desarrollo del conocimiento que caracterizó al siglo XIX y conforme al cual la ciencia debía ser vista como instrumento de dominación de la naturaleza y de liberación para el hombre; y

* La crisis de los modelos de organización del trabajo que caracterizaron al sistema fabril de siglo XIX y primera mitad del XX, con la consecuente generación de nuevos patrones y modelos que exigen y producen cambios drásticos en los mercados de trabajo, en los perfiles de desempeño profesional de los hombres y mujeres que habrán de incorporarse a ellos desde ahora y en el futuro.

En el nuevo discurso educativo, se argumenta que las exigencias de las nuevas empresa multipropósito; de la revolución en las comunicaciones y la constante innovación tecnológica; del sistema de producción basado en la reconversión constante de los conocimientos utilizables; de la aparición de una dinámica de circulación constantes de los trabajadores y horarios limitados y flexibles tasados por hora de trabajo o tarea, entre otros cambios, producen cambios drásticos en los mercados de trabajo y en las condiciones del desempeño profesional, por lo que, si no queremos caer en la obsolescencia, hemos de reformar nuestros procesos de formación de profesionales intentando reflejar esta nueva realidad.

Como consecuencia, se plantea que las instituciones educativas deben transformarse respondiendo a la necesidad de adecuar su procesos de formación de profesionales, su funcionamiento y su normatividad institucional a las cambiantes condiciones del desempeño profesional, a los cambiantes objetos de conocimiento, a las nuevas condiciones de la competencia entre profesionales y a la mundialización de los procesos económicos y de la cultura.

Al asumir este discurso, el Estado mexicano, ha ido progresivamente renunciando a la orientación ético-filosófica liberal que caracterizó a sus políticas educativas hasta los años ochenta. Con las reformas del artículo tercero constitucional en 1985 y 1993 y con los llamados programas de modernización del sistema educativo en 1984 y 1995, se ha echado a andar una gradual reconceptualización de los procesos educativos y se ha impulsado una reordenación del sistema de educación superior en el país argumentado la necesidad de adaptarse a las nuevas exigencias del aparato económico mundial y a un propósito de racionalización y eficientización del gasto.

El origen de este nuevo discurso se encuentra en el proceso de definición de criterios para las políticas de financiamiento -en el marco de la nueva situación mundial- elaborados por parte de organismos internacionales tales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que rigen los programas de apoyo para proyectos educativos en los distintos países, traduciéndose en exigencias y recomendaciones a los gobiernos financiados.

Así, las instituciones de educación superior y en particular la universidad pública, no volverán a ser los actores sociales de otros tiempos, dada la situación en que las han colocando los cambios mundiales y las políticas oficiales derivadas de ellos; un egresado con un fuerte perfil de compromiso social, tanto en lo que se refiere a sus valores y actitudes, como de objetos de conocimiento no será ya una finalidad institucional; en adelante, la actividad de investigación, de creación y aplicación de nuevo conocimiento habrá de ajustarse a las reglas del mercado y ya no regirá más la idea de servicio social conforme a la cual, esas actividades respondieron a los compromisos sociales que el Estado moderno sostuvo y en función de las cuales las apoyó económicamente; no se dará más el papel de la universidad pública como formadora de la conciencia y la identidad nacional.

Frente a las finalidades de la educación superior hasta los años setenta en nuestro país, se oponen ahora otras radicalmente distintas de aquellas, tal como se muestra en la siguiente tabla comparativa:

 
Orientaciones liberales
(clásica y del welfare state)
Orientación neoliberal
Presencia del Estado y orientación de la institución al cumplimiento de funciones estatales.
Autonomía de las instituciones y comunidades académicas con objetivos y finalidades distintas de las del Estado.
Formación de cuadros profesionales para el desarrollo nacional y fortalecimiento, por esta vía, de la soberanía económica
. Orientación de las instituciones a la obtención de niveles de excelencia en el dominio de los objetos de conocimiento, habilidades, actitudes y valores de competitividad.
Ejercicio de una función socializadora y de democratización en el acceso al conocimiento, en particular al científico y tecnológico.
Concepción de la responsabilidad social de las instituciones en términos de competitividad garantizada a través de las prácticas de planeación, evaluación, certificación y acreditación.
Producción y reproducción de la ciencia con una perspectiva nacionalista y de identidad propia.
Concepción del saber como capital cultural.

 

La bibliografía sobre el tema de los cambios en educación superior en México en el siglo XX

Un recorrido, aún superficial, por la bibliografía respecto del tema de los cambios en educación superior en el México del siglo XX, nos enfrenta a diferentes tipos de textos. Desde aquellos que podemos llamar documentos institucionales, en los que se recogen logros y avances de las instituciones, estadística e informes sobre aspectos particulares o más o menos amplios, recopilaciones de leyes, discursos y debates, ediciones conmemorativas, pasando por las semblanzas históricas, reseñas de acontecimientos destacados o destacables y biografías de universitarios destacados, hasta llegar a las reflexiones sobre las orientaciones filosófico-políticas o académicas y respecto de la función institucional y las que analizan las interrelaciones entre educación superior y procesos sociales.

La siguiente es una lista de dichos textos, por supuesto estará incompleta y ha sido obtenida sobre todo de la búsqueda realizada en la biblioteca del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU) de la UNAM, los textos se han agrupado de acuerdo con las categorías mencionadas antes.

I. documentos institucionales

ANUIES. Programa Integral para el Desarrollo de la Educación Superior. México, 1987.

Banco Mundial. La enseñanza superior. Las lecciones derivadas de la experiencia. Washington, D. C. 1994

Hurtado Márquez. La universidad autónoma. 1929-1944. UNAM. México, 1976

OECD. Políticas nacionales de la ciencia y de la tecnología. México. México, 1994

OECD. Exámenes de las políticas nacionales de educación. México Educación superior . París, 1997

OECD. Panorama educativo 1996. París, 1996

SEP. Programa de Desarrollo Educativo 1995-2000. México- 1996

SEP-ANUIES. El desarrollo de la educación superior de 1981 a 1990. México, 1992.

Taborga y Hanel. Elementos analíticos de la evaluación del sistema de educación superior en México. ANUIES. México, 1995

Universidad de Guadalajara. Una visión al futuro. Plan de desarrollo institucionalGuadalajara, 1990

Universidad de Guadalajara. La universidad hoy. Estadística básica. Guadalajara, 1991

UNAM. El posgrado en la década de los ochenta. Graduados, planes, población. México, 1992

UNAM. La planeación universitaria en México. México, 1970

UNAM. Siete discursos de toma de posesión. CESU. México, 1985

UNESCO. Conferencia mundial sobre la educación superior. La educación superior en el siglo XXI. Visión y acción. Paris, 1998

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