Miguel
de la Torre Gamboa
Universidad
Autónoma de Nuevo León
Introducción:
El estudio
de los cambios en las orientaciones filosófico-políticas en educación
superior en México durante el siglo XX
En
este trabajo usamos el término educación superior: para referirnos a los
procesos educativos consistentes en la formación profesional, especializada
y sistemática en los diversos campos del conocimiento, que tienen como
finalidad la incorporación de los sujetos a los procesos sociales, económicos,
políticos, culturales, en las actividades y funciones de dirección, concepción
y gestión. Esto abarca a todos los procesos educativos que tienen lugar
en los diferentes campos de formación en los niveles post-secundarios
en universidades, institutos, escuelas superiores, colegios, seminarios
y otro tipo de instituciones que han surgido y se han desarrollado a lo
largo de una historia que abarca por lo menos los últimos doscientos años,
pero que ha tenido en la segunda mitad del pasado siglo XX su época más
dinámica y fructífera.
El desarrollo
de este complejo sistema de procesos e instituciones no ha sido nada homogéneo,
tanto hay instituciones cuyos primeros antecedentes se localizan en el
siglo XVI, como otras cuya creación ha tenido lugar tan recientemente
como los últimos años del siglo XX. Algunas tienen sus antecedentes en
las universidades coloniales y los Seminarios conciliares creados ente
los siglos XVI y XVII; otras en los institutos científicos y literarios
del siglo XIX, otras en colegios civiles o las escuelas de oficios e industriales
de principios del siglo XX; y otras ningún antecedente.
En este
complejo, que sólo eufemísticamente puede llamarse sistema de educación
superior mexicano, coexisten, cooperan o compiten, toda una diversidad
de instituciones, de estructuras de organización y de gobierno, de calidades
educativas, de particularidades geo-sociológicas, de prácticas curriculares,
que no sólo nos exigen distinguir entre las instituciones públicas y las
privadas, sino que también, y en muchos casos radicalmente entre una dependencia
y otra dentro de una misma institución. Conforman este sistema: Universidades
públicas, universidades privadas, Institutos tecnológicos públicos y privados,
Institutos, Colegios y Escuelas (de formación de profesionales o de investigación)
públicos y privados, instituciones autónomas, libres, incorporadas, dependientes,
etc.
Es un sistema
de instituciones que a finales del siglo pasado no atendían ni a diez
mil personas y que hoy sirven a casi dos millones de estudiantes, como
puede verse en el siguiente panorama de la evolución de la matrícula:
Año/ciclo
|
1907
|
1925
|
1930
|
1950
|
1970
|
1980-1981
|
1990-1991
|
1995-1996
|
1999-2000
|
Matrícula
|
9,884
|
16,218
|
23,713
|
29,
892
|
252,200
|
811,300
|
1,252,027
|
1,532,846
|
1,940,341
|
Fuente: Estadísticas históricas de México, TOMO I,
INEGI, 1994. Estadística básica SEP
(varios años. Citado por Daniel Reséndiz )
Al menos
en lo que se refiere a la educación pública, la historia de esos cambios
ha estado ligada al desarrollo de dos tipos de políticas públicas:
- 1.
Las políticas mediante las cuales el Estado posrevolucionario
impulsó el desarrollo social y cultural de la población, entendiendo
este desarrollo como la difusión de la visión científico-técnica del
mundo y de los valores de la modernidad democrática, así como del combate
al fanatismo y la superstición.
- 2.
Aquellas otras políticas, de ese mismo Estado,
encaminadas al desarrollo y fortalecimiento del aparato productivo,
pensando a la educación superior como una estrategia fundamental de
modernización de la economía.
Al caracterizar
los diferentes momentos o épocas por las que han atravesado las políticas
públicas en México en el siglo XX y su concreción en propuestas de educación
superior de la educación superior, usaremos la noción de proyecto educativo,
ya que ésta nos permite entender los cambios en educación como parte del
contexto más amplio de la vida política y cultural del país.
De acuerdo
con esta idea, podemos hablar de la presencia de tres grandes proyectos
distintos en la educación superior de México en el siglo XX, que en mayor
o menor medida se encuadran en el marco de las políticas mencionadas.
El primer
proyecto del siglo en educación superior, más ligado a las políticas de
desarrollo social y cultural que a las de desarrollo económico, es el
que se impulsó entre 1920 y 1946 por parte de los gobiernos surgidos de
la Revolución Mexicana, desde Álvaro Obregón hasta Manuel Ávila Camacho.
Denominaremos a este proyecto como liberal-revolucionario-popular.
Se trató de un proyecto educativo cuya expresión más acabada encontramos
en la idea de la creación de una universidad nacional combinada con el
propósito de que la nación mexicana superara su deuda histórica de justicia
social con los sectores campesino y popular. El proyecto de la universidad
nacional, junto al de la creación de escuelas tecnológicas venía siendo
anticipado desde el movimiento de independencia en el marco del pensamiento
liberal y había cobrado mayor fuerza en la época de la Reforma y el Porfirismo.
Características del proyecto - y del periodo en que éste es promovido-
fueron las de la inestabilidad y el conflicto.
En el segundo
proyecto educativo predomina abiertamente como finalidad principal de
la educación superior el objetivo de formar cuadros profesionales para
el desarrollo de una economía moderna en México, motivo por el cual puede
ser denominado modernizador. Está constituido por las orientaciones
educativas que van de los años cuarentas a los setentas del pasado siglo
XX. Es un proyecto producido todavía en el marco del pensamiento liberal,
pero matizando sus aspectos de integración social y desentendiéndose en
parte de los compromisos sociales con los sectores obrero y campesino
asumidos por los gobiernos anteriores.
Lo anterior
nos habla de que este proyecto, más que en el marco del pensamiento liberal
clásico, debe inscribirse en la idea de Estado de Bienestar Social
(welfare state), que como modelo de desarrollo económico y social
predominó en esa época. Este proyecto liga las ideas de libertad en lo
económico y lo político con la intervención reguladora del Estado sobre
la actividad económica y el control de los efectos sociales negativos
de la libre competencia y, antes que como instrumento de la unidad nacional,
mira a la educación como instrumento principal en la tarea del desarrollo
económico y como factor de movilidad social. La
perspectiva interventora-planificadora del welfare state tuvo un
amplio éxito de los cuarentas a los setentas, pero el fracaso de la planificación
económica y nuevas situaciones de crisis en lo económico y lo político,
tales como la profundización de las diferencias entre países ricos y pobres
y la caída del socialismo, impusieron ya en los ochentas, la necesidad
de una reorientación de las políticas públicas en las que se expresa una
nueva concepción del papel de la educación en el desarrollo económico
y social.
Este cambio
dio lugar a la promoción de un tercer proyecto en educación superior que
puede ser llamado Neoliberal y que comprende las orientaciones
de política educativa del Estado mexicano habidas entre los años ochentas
y noventas del siglo XX. Este proyecto, aunque mantiene la idea de que
la educación superior es palanca del desarrollo económico, introduce un
cambio significativo interpretación de la función que la educación cumple
respecto de la vida social.
La reorientación
parte de la crítica que la ideología neoliberal hace a los "errores" y
desviaciones del Estado de Bienestar social, intentando, según sus exponentes,
"recuperar" el espíritu del liberalismo clásico: La no-intervención estatal
en los asuntos económicos y privados. La educación aparecerá ahora más
como asunto privado que público, exacerbando el individualismo y buscando
asegurar el predominio de las leyes del mercado sobre el conjunto de la
vida social. En este marco, la educación deja de ser instrumento de política
cultural del Estado y de desarrollo nacional y modernización, para convertirse
en un comercio de capital cultural, quienes ofrecen este servicio, al
igual que quienes ofrecen otros bienes económicos, compiten en el mercado
buscando atraer, a partir de sus características de calidad, a los individuos
que aspiran a poseer capital cultural y realizarlo como competencias
productivas en los mercados de trabajo.
2Antecedentes
y orígenes del pensamiento liberal en educación en México
El moderno
Estado liberal mexicano, como articulación social que formalmente supone
individuos libres, asociados voluntariamente, sujetos a un régimen de
derecho establecido bajo la forma de una Constitución votada universalmente,
integrados en partidos políticos para competir por el poder público, con
organizaciones sociales activas, etc. se empieza a configurar en la segunda
mitad del siglo XIX y alcanza su consolidación con los gobiernos posrevolucionarios.
El liberalismo
constituyó, desde sus orígenes en la Europa del siglo XVIII, un movimiento
fundamentalmente anti-autoritario, anti-monárquico y anti-clerical. El
liberalismo clásico reivindicaba la libertad en todos los campos de la
acción humana: libertad de pensamiento, libertad de asociación, libertad
de tránsito, libertad de comercio, libertad de expresión de las ideas,
etc. en contra del férreo control de las monarquías y la iglesia católica
en todas las manifestaciones de la vida social.
En lo educativo,
el liberalismo significó el intento de ligar la educación a los procesos
sociales, eliminando el abismo existente entre el trabajo, la política
y la cultura, buscando hacer de la ciencia un instrumento de transformación
de la vida social.
Entre años
finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX, entre los miembros
de la élite social en México, tuvieron una amplia difusión las ideas de
la Ilustración y el Liberalismo político y económico, el universalismo,
el cientificismo y el democratismo europeos. Uno de los frutos de esta
difusión, fue la asunción del liberalismo como visión de Estado y, consecuentemente,
como base filosófico-antropológica para la formulación de políticas públicas.
Movido por
la preocupación de acabar con el predominio de la iglesia y los conservadores
eclesiásticos en la cultura y la educación superior y, en ese marco y
ante los retos de la formación de nuevos cuadros para el desarrollo nacional
y de la difusión de la visión científico-técnica del mundo, el pensamiento
liberal aparecía como la alternativa legítima frente a la crisis de la
educación superior y particularmente de la Universidad colonial a finales
del siglo XIX.
El impulso
del nuevo Estado a la creación de Institutos científicos y literarios
y de Colegios civiles en oposición a los seminarios, escuelas y
colegios eclesiales -aunque en muchos casos fue más bien un intento por
mantener esos espacios educativos bajo una nueva orientación-, abría los
espacios en que se concretaría la presencia de la orientación liberal
en educación superior, incorporando a su currículum las nuevas disciplinas
científicas, las lenguas modernas y las nuevas actividades económicas.
En muchos casos se articulan a ellos las escuelas de ingeniería, de artes
u oficios vía por la cual van acercándose a la idea de una universidad
Nacional como proyecto alternativo a la Real y Pontificia.
El Estado
liberal, como Estado educador asumía, entonces, como una de sus responsabilidades,
la instrucción de la población, partiendo de la idea de que la educación
significa la posibilidad de la superación de los fanatismos religiosos,
fomenta la integración nacional y la participación democrática. En el
marco de las limitaciones que la particular hibridación entre pasado y
futuro que, según Jesús Reyes Heroles
, han sufrido siempre los proyectos sociales en México.
La segunda
mitad del siglo XIX es una época de diversificación de la oferta de educación
superior, sobre todo a partir de las reformas juaristas que dan un gran
un impulso a la formación de las escuelas de artes, a las escuelas normales,
a los institutos científico-literarios y a las escuelas de oficios.
Sin embargo,
la actividad de las instituciones existentes no consigue ir más allá de
la formación de élites sociales, en la medida en que la cobertura de las
instituciones sigue siendo excesivamente limitada, y que su tarea educadora,
sigue estando aislada y descomprometida de los objetivos transformadores
del Estado.
Poco a poco,
el siglo XIX va renovando la educación superior y la institución universitaria
de muy diversas maneras. Por una parte la Teología es, cada vez más, desplazada
por la filosofía como saber fundamental y superior. En segundo lugar,
se crean las facultades de ciencias políticas y económicas y, finalmente,
las artes mecánicas se incorporan a los estudios universitarios, con lo
cual se crean facultades de ingeniería, arquitectura y diversas tecnologías.
Surgen luego las facultades en que se desarrollan estudios de Antropología,
Sociología, Lingüística y Psicología y se expulsa de la mayoría de las
instituciones a los estudios de Teología, lo que, ahora sí, disuelve la
universidad tradicional. Progresivamente y a partir de una creciente articulación
entre educación y actividad económica, se van impulsando las áreas de
formación técnica, las ciencias aplicadas y los estudios sociales, con
lo cual adquieren más importancia
que las disciplinas humanísticas.
Paso a paso
la élite cultural se va deshaciendo de sus lazos con el pensamiento religioso
y ya para los últimos años del siglo, ha madurado en algunos círculos
del gobierno un nuevo modelo de universidad, ligado a las necesidades
de desarrollo del aparato productivo y de la difusión y reproducción de
la visión del mundo de la modernidad. Pero ésta nueva institución sólo
surgirá en los albores del siglo XX, bajo la idea de Universidad Nacional;
es decir, un modelo en que el Estado se hace cargo, al mismo tiempo que
del financiamiento de la nueva institución, de la difusión de la cultura
y del compromiso de formar los cuadros administrativos y profesionales
que el desarrollo nacional demandaba.
La orientación
liberal en la educación superior pública no pierde vigencia durante el
porfirismo, pero si se ve profundamente matizada, tanto por el carácter
dictatorial del régimen, como por el acento positivista de su concepción
de la cultura y las finalidades educativas; Luis González afirma
que el porfirismo se asume como un movimiento que intenta hacer efectivo
el ideario filosófico liberal contenido en la Constitución de 1857, sin
embargo, en la medida en que el gobierno de Díaz cobró la forma de una
dictadura, el movimiento revolucionario de 1917 reivindica también el
espíritu liberal de Juárez, Ocampo y Lerdo de Tejada, frente a la situación
social y económica generada por el Porfiriato. La inquietud e inconformidad
de las clases medias urbanas, tiene realmente la forma de un movimiento
antirreeleccionista en el marco de la tradición del pensamiento liberal
-adosado de las ideas socialistas que surgen en Europa en la última mitad
del siglo XIX y cuya influencia está presente en parte de los líderes
del movimiento, sobre todo de los sectores medios urbanos-.
El proyecto
educativo liberal-revolucionario-popular
La Revolución
Mexicana exacerbó la confrontación ya iniciada desde el siglo XIX entre
la concepción escolástica, tradicionalista y católica y la interpretación
liberal de las finalidades de la educación superior. La concepción escolástica
era representada por los sectores de la jerarquía católica y los más conservadores
de la sociedad que realizaron continuos esfuerzos a lo largo del siglo
XIX por mantener la presencia de la universidad real y pontificia, clausurada
por primera vez mediante un decreto de Valentín Gómez Farías en octubre
de 1833.
Esos esfuerzos
se concretaron en la reapertura de 1834 por disposición de Santa anna
en reacción a los "excesos" liberales; más tarde, en 1558 ante el cierre
decretado por Ignacio Comonfort el año anterior, el gobierno interino
de Félix zuloaga decreta una vez más la restauración de la universidad
colonial. En enero de 1861 Juárez la cierra por tercera vez, para ser
reabierta y vuelta a clausurar en 1865, por parte de Maximiliano. En 1872
el Papa Pío IX, concede al Colegio Seminario de México la facultad de
otorgar grados académicos, ante las gestiones del arzobispo de México,
Dr. Pelagio Antonio de Labastida, cosa que no puede concretarse ante la
expulsión de los jesuitas del país.
Pero la
iglesia y los sectores conservadores de la sociedad mantenían su proyecto
educativo y en 1895, el arzobispo de México, Dr. Próspero María Alarcón
y Sánchez de la Barquera consigue del Papa León XIII la erección de la
nueva Pontificia Universidad de México para conferir grados académicos
en la Facultades de Teología y Derecho Canónico. La diferencia entre esta
y la universidad colonial quedaba marcada en el discurso inaugural del
presbítero Dr. Manuel Solé sobre el sentido de la nueva universidad: "La
antigua universidad mexicana, la de Carlos V, fue hija de la universidad
de Salamanca... La nueva universidad que hoy solemniza su inauguración
es hija de la universidad gregoriana establecida en la ciudad eterna (Roma)".
La otra
concepción, liberal, laicista y cientificista, nacida en los primeros
años del propio siglo XIX, había tenido sus primeras expresiones en la
provincia mexicana con la creación de los institutos científicos y literarios,
establecidos por lo liberales en el marco de la euforia independentista
que motivaba a la apertura de nuevas instituciones educativas con una
orientación no clerical y como reacción frente a la expulsión de los jesuitas
y la necesidad de mantener la actividad de sus Colegios Mayores.
Estos institutos
-la mayor parte de ellos instalados en los edificios de los antiguos colegios
jesuitas-, fueron creados a partir de 1929 como instituciones académicas
con el propósito de promover una formación enciclopédica profunda que
recogiera los elementos más representativos de la concepción moderna y
positivista del mundo. La historia de los institutos científico-literarios
es irregular y registra los vaivenes de la política de la época, ya que
eran continuamente cerrados, si no por conflictos que los involucraran
directamente como objetivos a atacar, si al menos porque continuamente
sus instalaciones eran ocupadas como cuarteles de las distintas facciones
en pugna.
La Revolución
Mexicana, como momento de la historia nacional, ha sido caracterizada
por Arnaldo Córdova
en términos de unarevolución política, la que a diferencia de una revolución
social, no transformó radicalmente el sistema de relaciones de propiedad;
sino que tan sólo significó la abolición de un modo de ejercicio del poder:
Según él, esta fue principalmente de una modificación en las formas de
apropiación y explotación de la tierra.
Igualmente,
según Córdova, tampoco se trató de una revolución popular y obrera. Campesinos
y obreros, pero principalmente campesinos, fueron sus actores pero ni
unos ni otros fueron los triunfadores. Quienes consumaron la revolución
fueron las clases medias rurales y urbanas: ni Villa, ni Zapata, ni los
Flores Magón, sino Madero y Carranza. Esta clase media aspiraba a un desarrollo
capitalista independiente, y sólo fue sensible a plasmar en la constitución
las banderas de los movimientos campesino y obrero, en la medida en que
ello contribuía a evitar el estallido social contra el modelo capitalista
de desarrollo que se venía impulsando, en lo fundamental y no sin diferencias,
desde la época juarista.
Por
su extracción de clase, los sectores medios que arribaron al poder con
la revolución, impusieron un modo de ejercicio del poder entre oligárquico
y populista. En los sucesivos gobiernos posrevolucionarios se integran
caudillos militares, antiguos intelectuales y funcionarios del régimen
derrumbado, líderes obreros, caudillos regionales, algunos caudillos campesinos,
etc. Esto es, asume el poder no una clase social o un sector de clase,
sino una amalgama de intereses por conciliar, lo que instaura una práctica
del poder fundada en la represión-concesión-negociación-convenio, aunque
prevaleciendo siempre la lógica del poder. Una práctica siempre en busca
de equilibrios que garantizaran el propio poder a través del de los otros.
En síntesis un Estado corporativo y autoritario que consigue derrotar
a aquellos: aristócratas, terratenientes o miembros del clero dueños de
tierras y riquezas ociosas, que definitivamente no jugaban ya ningún papel
en el nuevo modelo capitalista de acumulación.
Todo esto
explica que no haya al inicio un proyecto claro para el impulso a la educación
superior en elpaís, toda vez que el papel educador del Estado que se había
asumido se contaminaba con las exigencias de conciliación-concesión que
los compromisos asumidos por el gobierno con los distintos sectores y
clases sociales imponían. Pero lo que sí se tenía muy claro por parte
de los revolucionarios era que la universidad y la intelectualidad que
en ella se formaba, no se encontraban entre los sectores sociales comprometidos
con la revolución, Carrillo Flores
lo expresa muy bien cuando al preguntarse "¿La Revolución no tenía ningún
interés fundamental que defender en la educación universitaria? Da cuenta
de la poca confianza que tenían los que él llama "los hombres de 1917",
en la institución universitaria, así como del hecho de que ellos consideraban
que el motivo central de la reforma educativa no era la educación universitaria
sino la popular y por ello en ocasión de la ley universitaria de 1929,
consideraban que era "necesario capacitar a la universidad nacional de
México dentro del ideal democrático revolucionario".
El elemento
más identificable y más importante de la concepción liberal de la educación
superior en esa época, era el proyecto de una universidad nacional; impulsada
desde el siglo XIX por diferentes personalidades, tiene en la propuesta
presentada por Justo Sierra al congreso de la República en 1885, su versión
más acabada.
En ese proyecto,
Justo Sierra reivindica la necesidad de una orientación liberal y positivista
en los estudios superiores, tanto como la orientación democrática que
él advierte en los sistemas alemanes al promover una institución independiente
del Estado.
Sin embargo
es hasta ya entrado el siglo XX, en 1910 que los liberales consiguen la
fundación de la Universidad Nacional de México. Porfirio Díaz, que acababa
de ser reelecto presidente, publica en el Diario Oficial del 18 de junio
de 1910, el siguiente bando: "Se instituye con el nombre de Universidad
Nacional de México un cuerpo docente cuyo objeto primordial será realizar
en sus elementos superiores la obra de la educación nacional... " quedando
constituida por las escuelas nacionales Preparatoria, de Jurisprudencia,
de Medicina, de Ingenieros, De bellas artes y de Altos Estudios.
Como proyecto
liberal, la Universidad Nacional representaba la reivindicación de complementar
y reforzar la formación científico-positivista promovida en los Institutos
Científicos y Literarios con la enseñanza de las humanidades y la filosofía
que el positivismo porfiriano descalificaba como especulativas y conocimiento
falto de valor en tanto que no procede de la directa subordinación de
la imaginación a la observación.
Efectivamente,
Justo Sierra, en su discurso inaugural declaraba la necesidad de aunar
el nuevo espíritu filosófico de la institución con las conquistas de la
ciencia. Decía: "La universidad no podrá olvidar, a riesgo de consumir,
sin renovarlo, el aceite de su lámpara, que le será necesario vivir en
íntima conexión con el movimiento de la cultura general; que sus métodos,
que sus investigaciones, que sus conclusiones no podrán adquirir valor
definitivo mientras no hayan sido probados en la piedra de toque de la
investigación científica que realiza nuestra época, principalmente por
medio de las universidades. La ciencia avanza, proyectando hacia adelante
su luz, que es el método, como una teoría inmaculada de verdades que va
en busca de la verdad; debemos y querremos tomar nuestro lugar en esa
divina procesión de antorchas.... Más la nueva Universidad para merecer
el epíteto de Nacional, no ha de ser una simple productora de ciencia,
una intelectualizadora que sólo sirve para formar cerebrales, un adoratorio
en torno al cual se formase una casta de la ciencia, cada vez más alejada
de su función terrestre, del suelo que la sustenta e indiferente a las
pulsaciones de la realidad social que la circunda.... "
Este proyecto
de comunidad científica y filosófica reclamaba desde el principio la más
amplia autonomía. Pero en tanto que nace como un interés del Estado, Decía
Justo Sierra en su discurso inaugural, (la universidad) ...debe recibir
su protección y apoyo, debe nutrirla y aportarle cuanta protección le
sea necesaria, sobre todo en lo financiero, político y moral, pero el
Estado no debe, como antaño ejercer la tutela sino la patria potestad
sobre la educación superior... El Estado tiene una alta misión política,
administrativa y social; pero en esa misión misma hay límites, y si algo
no puede ni debe estar a su alcance, es la enseñanza superior, la enseñanza
más alta. la enseñanza superior no puede tener, como no tiene la ciencia,
otra ley que el método; esto será normalmente fuera del alcance del gobierno..."
Entre 1910
y 1933 se mantuvo la confrontación entre la intelectualidad agrupada en
la nueva institución y los gobiernos surgido de la revolución, respecto
de la autonomía universitaria, ya que, desde la perspectiva del gobierno
ello significaba la creación de un Estado dentro del Estado; significaba
otorgar a la universidad el derecho a tomar distancia respecto del proyecto
revolucionario. En las sucesivas leyes orgánicas que en ese periodo tuvo
la institución, nunca se plasmó una autonomía absoluta. En todas ellas
incorporaron siempre instancias de poder dependientes del gobierno y con
capacidad de decisión sobre los asuntos universitarios.
Un paso
más decisivo, respecto de la autonomía de la institución, fue la Ley de
1929 que, como resultado de la huelga en la Facultad de jurisprudencia
con motivo de la modificación del régimen de exámenes, proclamaba la autonomía
de la institución, pero manteniendo: a) la obligación de rendir informe
anual al gobierno y la atribución del gobierno para crear escuelas y dependencias
universitarias al margen del consejo; b) presencia de un delegado de la
secretaría de educación pública al interior del consejo universitario
y derecho de veto del presidente respecto de las decisiones del consejo
y, sobre todo, c) la atribución del presidente de la república para designar
la terna de candidatos con base en la cual el consejo universitario nombraría
rector.
A
propósito de la promulgación de esta ley, su autor, el presidente Emilio
Portes Gil declaraba a la prensa: "La revolución ha puesto en manos de
la intelectualidad un precioso legado, la autonomía de la universidad;
si fracasa, la casa de estudios se le dará al obrero" ,
dejando en claro que la autonomía no era un interés del gobierno, tanto
como la desconfianza y recelo frente a la actitud distante de la intelectualidad
mexicana respecto del movimiento revolucionario y sus fines.. Asimismo,
la exposición de motivos de dicha ley, expresa que : " ... es un principio
de los gobiernos revolucionarios, la creación de instituciones democráticas
funcionales que, debidamente solidarizadas con los principios y los ideales
nacionales y asumiendo responsabilidad ante el pueblo, queden investidas
de atribuciones suficientes para el descargo de la función social que
le corresponde ... Es necesario capacitar a la Universidad Nacional de
México dentro del ideal democrático revolucionario para cumplir los fines
de impartir una educación superior, de contribuir al progreso de México
en la conservación y desarrollo de la cultura mexicana, participando en
el estudio de los problemas que afectan a nuestro país, así como el de
acercarse al pueblo por el cumplimiento eficaz de sus funciones generales
y mediante la obra de extensión educativa..."
En su exposición
de motivos, la Ley de 1933 asentaba: "... para borrar la posibilidad de
que los errores y desviaciones de la vida universitaria se atribuyan a
las influencias del poder público, y para dejar al mismo tiempo en manos
de los universitarios los elementos con que cuenta la universidad, junto
con las responsabilidades inherentes a su manejo... entrega el gobierno
de la institución, la definición de sus normas y derroteros y las oportunidades
de purificarse y reencauzarse a quienes por una parte dudan del Estado
y por la otra, manifiestan contar con reservas morales y con vitalidad
suficiente para orientarse por si mismos ... abriendo así, también, una
última oportunidad a quienes fincan su ideal en el manejo autónomo de
la institución, el gobierno de la República no renuncia a ninguno de los
derechos que tiene como representante legítimo de la Nación, derechos
que a la vez constituyen sagrados deberes para él, y sabrá abordar nuevamente
la cuestión si los universitarios mexicanos demostraren en definitiva
que no están capacitados para salvar los destinos de su institución."
El espíritu
de la Ley dejaba en claro que el gobierno se desentendía de los destinos
de la institución y por tanto retiraba a ésta su carácter de Universidad
Nacional, lo que significaba retirar el soporte económico (la ley otorgaba,
por única vez una aportación de diez millones de pesos al patrimonio universitario).
Por su parte, el gobierno asumía que su proyecto educativo era otro, ligado
éste sí a los fines del proyecto revolucionario; Narciso Bassols, Secretario
de Educación Pública, en esa misma sesión del congreso para aprobar la
Ley, declaraba que el Estado se reservaba el derecho de impartir educación
de naturaleza técnica y el de establecer otros institutos de tipo superior,
si así lo consideraba necesario.
Manuel Gómez
Morín asumió en esas condiciones la rectoría de la universidad para encabezar
el intento de sobrevivencia de la institución sin el respaldo económico
del gobierno. Gómez Morín no consiguió resolver el conflicto por la orientación
socialista y un año después, con motivo de una huelga en su contra, hubo
de renunciar. En noviembre de 1934 fue designado rector el Dr. Fernando
Ocaranza, quien no tuvo más remedio que dar pasos hacia un nuevo acercamiento
con el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas ante el deterioro de la institución
provocado por la renuncia (en 1935) de un amplio grupo de catedráticos
afines al espíritu pro-socialista de la reforma al artículo tercero constitucional
en 1934.
Ya para
1938, tanto el gobierno había asumido el respeto del Estado a la libertad
de cátedra en la institución, como la comunidad universitaria había abandonado
su actitud de distanciamiento respecto de los proyectos sociales del gobierno
revolucionario. En ese año, la comunidad universitaria da un franco respaldo
a la expropiación petrolera, con una multitudinaria manifestación estudiantil
en las calles de la ciudad.
La universidad
vivió un periodo de relativa calma bajo los rectorados del Dr. Gustavo
Baz (1938-1940), quien abandonó el puesto al ser designado Secretario
de Salubridad y Asistencia al asumir la Presidencia de la República el
Gral. Manuel Ávila Camacho, lo sustituyó el Lic. Mario de la Cueva, quien
con base en los nuevos subsidios federales y las cuotas estudiantiles
había logrado para 1942 una importante modernización de la Universidad.
Entre 1942
y 1944, sobrevino un nuevo episodio de confrontación entre el proyecto
autonomista y cientificista de Rudolfo Brito Foucher y el más humanista
y comprometido con el proyecto revolucionario de Salvador Azuela. El conflicto
llegó, además del derramamiento de sangre, al extremo de tener dos rectores
en funciones. La intervención del presidente Ávila Camacho, a través de
una Junta de ex-rectores produjo la designación de un nuevo rector: Alfonso
Caso, destacado jurista y arqueólogo, quien de inmediato procedió a la
elaboración de un proyecto de nueva Ley Orgánica. La nueva ley, aprobada
por el congreso el 30 de diciembre de 1944, definía a la institución como
"una corporación pública -organismo descentralizado del gobierno- dotada
de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior
para formar profesionistas, investigadores, profesores universitarios
y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones,
principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender
con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura".
Quedando así zanjada la distancia frente al Estado, lo que permitía a
la institución recuperar su carácter nacional y el apoyo económico y político
del gobierno.
Al interior
del país, el proyecto socialista en educación superior, encontró un decidido
impulso por parte de algunos gobernadores de los Estados, como en los
casos de Michoacán, Durango, Jalisco y Nuevo león. Sin embargo, el proyecto
enfrentó, y acabó sucumbiendo ante ella, la resistencia de la comunidad
universitaria y de los sectores clericales y conservadores en dichos Estados.
En ese mismo
marco de las acciones educativas de inspiración socialista, el general
Lázaro Cárdenas impulsó la creación del Instituto Politécnico Nacional
como respuesta a las necesidades de la formación de un proletariado moderno,
eficiente y comprometido con las ideas de la Revolución Mexicana y ante
la falta de compromiso de los universitarios con las tareas de la nueva
sociedad.
En su informe
de gobierno, el 1º. de septiembre de 1935, el Gral. Lázaro Cárdenas decía:
"La secretaría de Educación Pública está por terminar ... el estudio que
organiza el establecimiento de la Escuela Politécnica, cumplimentándose
así el Plan Sexenal en lo relativo a que debe darse preferencia a las
enseñanzas técnicas que tiendan a capacitar al hombre para utilizar y
transformar los productos de la naturaleza a fin de mejorar las condiciones
materiales de la vida humana".
Con este propósito, el Congreso de la Unión, al aprobar el presupuesto
de egresos para 1936, incluyó en el ramo XI, relativo a la educación pública,
una partida para la contratación de maestros y adquisición de equipos
para el Instituto Politécnico Nacional.
La creación
del IPN era un proyecto que claramente rompía con la tradición dominante
en educación superior en el país, esto en varios sentidos: era un Instituto,
no una universidad, el instituto era la opción europea que significaba
difusión y creación de la ciencia: Producción de conocimiento y no-reproducción
de ideas fijas. Un instituto
Politécnico, por lo tanto una institución dedicada a la formación
de cuadros profesionales, para el trabajo en la moderna industria maquinizada
y tecnificada y no a la reproducción y conservación de una cultura superior
aislada de la práctica económica. Un instituto Nacional, lo que
dejaba claro el compromiso con la nación y con los ideales de las concepciones
de la modernidad, aunque en su vertiente socialista.
La creación
del IPN, tiene lugar el año de 1937, aunque no fue producto de un decreto
o ley, simplemente con base en la autorización del presupuesto y los acuerdos
entre el presidente de la república y su secretario de Educación Pública,
relativos al funcionamiento del Instituto, se iniciaron las labores de
incorporación de escuelas y de integración de la planta docente.
En enero
de ese año, mediante una ceremonia en el Palacio de Bellas Artes, se inauguraron
los cursos del IPN. En ese momento la institución integraba dos grupos
de escuelas, el primero estaba formado por el conjunto de escuelas, dispersas
en todo el territorio nacional, integradas en el sistema llamado Institución
Tecnológica y que estaban dedicadas a la formación técnica para el
trabajo, tales como: la Escuela de Preaprendizaje, la Escuela de Artes
y Oficios, la Escuela de Artes y Oficios nocturna, anexa
al Instituto Técnico Industrial, las Escuelas Federales de Industrias
Textiles 1 y 2, la Escuela de Ingenieros Mecánicos y Electricistas en
el Distrito Federal; la sección industrial para varones de la Escuela
Industrial de Puebla, la Escuela Industrial en Culiacán, la sección industrial
para varones de la Escuela Industrial de Tuxtla Gutiérrez, y la sección
industrial para varones de la Escuela Industrial en Campeche; la Escuela
Superior de Construcción, las Escuelas de Maestros Técnicos del Instituto
Técnico Industrial y la anexa a la de Ingenieros Mecánicos y Electricistas;
la Escuela Superior de Comercio y Administración, la Escuela Comercial
"Miguel Lerdo de Tejada" para mujeres, la sección comercial de las Academias
2, 3 y 4, la sección comercial de la Escuela de Guadalajara y la sección
comercial de la Escuela de Hermosillo; la Academia número 1, Costura y
Confección, la sección industrial de las Academias números 2, 3 y 4, las
secciones industriales de las escuelas de Hermosillo, Puebla, Guadalajara,
Campeche y Tuxtla-Gutiérrez; así como las Escuelas Prevocacionales, Vocacionales
y las Preparatorias Técnicas ubicadas tanto dentro como fuera del Distrito
Federal.
El segundo
grupo lo integraban escuelas de investigación y formación de profesionales
ubicadas en el Distrito Federal, como la Escuela Nacional de Ciencias
Biológicas, la Escuela Nacional de Medicina Homeopática,. Para 1939, el
IPN tenía una matrícula de 21,000 alumnos. 2,486 en el nivel de profesional,
7,002 en las escuelas vocacionales y el resto en las prevocacionales y
técnicas. (Cfr. León Pérez, Enrique. Instituto Politécnico Nacional. Origen
y evolución histórica. IPN, 197. Pags. 25-51)
La orientación
y finalidades del IPN quedaban remarcadas en el informe de Gobierno de
1940, en donde el Gral. Cárdenas señalaba: " ...para cumplir con una de
las tareas imperativas de la Revolución, fue creado en 1937, el Instituto
Politécnico Nacional, donde el alumnado, además de aprender artes y oficios,
estudia carreras profesionales y subprofesionales, se capacita técnica
y científicamente para intervenir en el proceso de producción y se forman
especialistas en distintas ramas de investigaciones científicas y técnicas,
llamadas a impulsar la economía del país, mediante una explotación metódica
de nuestra riqueza potencial ... el papel del Instituto Politécnico Nacional
en la vida educativa y productiva de México, es de enorme trascendencia;
en el futuro está llamado a ser la institución de enseñanza profesional
técnica que mejor responda a las necesidades nacionales para la formación
de profesionistas, maestros, obreros y técnicos en general. Su prestigio
y eficacia han alejado ya a muchos cientos de jóvenes de las carreras
liberales para derivarlos a las que imparten en sus aulas..."
La
creación del IPN puede ser vista como el inicio de la construcción del
sistema de educación tecnológica en el país. A partir de ese modelo las
nuevas instituciones de enseñanza técnica acusan también una innegable
presencia del Estado y su proyecto revolucionario, orientándose al cumplimiento
de finalidades sociales, tales como: Atención a la demanda de educación
de los distintos sectores sociales; formación de cuadros profesionales
para el desarrollo nacional; democratización en el acceso al conocimiento;
y la defensa de la soberanía y la identidad nacionales.
Con estas
acciones, dice Olac Fuentes
, el gobierno cardenista convertía la distancia frente a la comunidad
universitaria en hostilidad. Cárdenas intentaba impulsar una alternativa
a esa "institución de importancia secundaria y fuente de escandalosas
molestias -según palabras del propio Gral. Cárdenas- a la cual había que
soportar y dejar subsistir"; creando otro tipo de institución que partiera
de una definición distinta del saber necesario y que respondiera a las
exigencias tanto del proyecto revolucionario, como de la industrialización
y de la modernización.
El IPN,
además de ser el espacio adecuado para la formación y reclutamiento de
los cuadros técnicos necesarios a la industria, combatía el carácter elitista
de aquella, mediante la promoción del acceso de los hijos de los trabajadores
a los estudios superiores.
La alternativa
empresarial y religiosa frente al problema de la formación de profesionales.
La presencia
del proyecto revolucionario en la formación de cuadros técnicos para el
trabajo, sobre todo en el nivel profesional, no era deltodo grata a los
empresarios, además de que el momento que atravesaba el desarrollo del
aparato industrial del país requería una mayor oferta de cuadros profesionales
y de formaciones específicas en los campos de mayor dinamismo en las diversas
regiones, por este motivo asociaciones civiles, principalmente empresariales,
promovieron otro tipo de instituciones de educación tecnológica, que ponían
el acento en la idoneidad de los conocimientos respecto de los puestos
de trabajo y en la "neutralidad" ideológica de los egresados. De este
modo, el 14 de julio de 1943, la Asociación Civil Enseñanza e Investigación
Superior, cuyos fines eran "promover y dirigir toda clase de actividades
educacionales, de investigación y de difusión cultural"
crea en la ciudad de Monterrey el Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey (ITESM), que inició sus actividades con los estudios
de Preparatoria y la carrera de Ingeniería Industrial en las especialidades
de Química, Mecánica, Eléctrica y Administración, También la carrera de
Administrador de Negocios y Contador en las especialidades de Privado,
Bancario, Industrial y Público. En 1949 incorpora las carreras de Químico
Biólogo y Químico Industrial; en 1961 crea, en Mexicali, la primera escuela
foránea y a partir de 1985 inicia actividades su división de Humanidades
con las carreras de Derecho y ciencias de la información y las maestrías
en Periodismo Especializado y Educación. Hoy día el ITESM es un sistema
con cobertura internacional en diversos campos disciplinarios.
Tampoco
puede decirse que la iglesia católica y la intelectualidad comprometida
con su visión del mundo y su filosofía hayan renunciado por completo a
tener una presencia en la educación superior mexicana en el siglo XX.
Por ello, en el contexto de las movilizaciones en contra de la reforma
socialista de 1933 al artículo tercero de la Constitución, resurge la
actividad de diversos grupos católicos en torno a un proyecto de educación
superior comprometido con esa visión del mundo. La fracción II del artículo
establecía que "Las corporaciones religiosas, los ministros de los cultos,
las asociaciones ligadas directa o indirectamente con la propaganda de
un credo religioso y, en general, todas las personas y entidades que no
garanticen una conveniente orientación de sus enseñanzas, no podrán establecer,
dirigir o apoyar económicamente escuelas primarias, secundarias, normales
o universitarias..." ;
La protesta no se hizo esperar y finalmente la reforma se hizo sin comprender
en su texto a las universidades y sin excluir al clero de la enseñanza
a nivel superior.
Inspirados
en el ideario del Papa Pio XI (llamado el gran Papa de la educación)
y con la pretensión de recuperar la obra educativa de los Jesuitas en
los siglos precedentes, en 1931, miembros de esa orden establecen el Instituto
Patria en la ciudad de México. Clausurado en 1932, reabre sus puertas
en 1933 con el nombre de Instituto de Ciencias y Letras, en 1934 asume
el nombre de Colegio Instituto Bachilleratos y, finalmente, en 1943 vuelve
a llamarse Instituto Patria.
Desde que
fue creado el instituto, sus estudiantes -católicos militantes-, se reunían
cada tarde en círculos de estudio y discusión, este proyecto ideológico-educativo
se formalizó, en 1943, con la creación del Centro cultural universitario,
antecedente directo de la actual Universidad Iberoamericana. Antes de
la creación del CCU, ya habían existido los Centros de extensión y complemento
universitario surgidos en 1927 en las áreas de Letras, medicina e ingeniería,
promovidos por el arzobispado de México.
El movimiento
cristero avivó la iniciativa de buscar promover una educación superior
ligada al ideario católico, tanto para enfrentar las orientaciones oficiales,
como para intentar promover una educación completamente afín al pensamiento
católico y en esa perspectiva, el Centro Cultural Universitario incorporaba,
en torno a jesuitas e intelectuales católicos destacados, a los cuadros
más importantes del catolicismo universitario militante. A sus círculos
de estudio asistían los miembros de la Liga Nacional de estudiantes católicos
fundada en 1911 y los de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana
(ACJM) formada en 1912. y de la más recientemente formada (1929) Unión
Nacional de Estudiantes Católicos.
El proyecto
modernizador
La constante
presencia de conflictos e inestabilidades en la educación superior mexicana
entre las décadas del los años veintes y cuarentas, nos hace decir que
es propiamente en la segunda mitad del siglo XX cuando se cumple la transformación
definitiva de la educación superior en el país.
En la década
de los cuarentas, el Estado mexicano consigue avanzar en la pacificación
del país y romper definitivamente los lazos que el poder mantenía con
la iglesia y los antiguos terratenientes; es la época del nacimiento del
Partido Nacional Revolucionario que agrupa en una única organización a
todos los sectores sociales importante en el nuevo proyecto de nación.
Aquí inicia la época del llamado desarrollo estabilizador en el país,
lo que significa la posibilidad y la necesidad de instituciones educativas
formadores de los cuadros profesionales que ese modelo de crecimiento
económico requería.
También
en esa década se avanza en la superación de la confrontación entre el
Estado y la intelectualidad respecto de lo que debía ser la institución
universitaria. Como hemos visto, para los universitarios -sea que provinieran
de la tradición católica o de la ilustrada- la idea de una institución
universitaria imbuida del espíritu liberal era inseparable de la libertad
de cátedra y la pluralidad de ideas, toda vez que ello les garantizaba
mantenerse ajenos a la vigilancia y supervisión del Estado; en cambio
el Estado revolucionario pretendía una institución al servicio de proyecto
revolucionario-socialista y mantener un control político sobre la actividad
académica.
El modo
de esa superación fue una gradual integración de los universitarios al
proyecto modernizador económico y social del gobierno y, consecuentemente,
dio inicio a lo que podemos denominar proyecto modernizador en educación
superior. Como resultado de la tarea de conciliación llevada adelante
por el gobierno de Manuel Ávila Camacho, en 1944 se restituye a la universidad
su carácter nacional y se fortalece su régimen de organismo público. En
su informe de Gobierno en 1945, el presidente decía: "han pasado los días
en que una polémica inconveniente se empeñó en distanciar a la universidad
de la autoridades" .
La nueva
visión conciliadora de la educación superior, conceptualizaba a ésta como
factor de progreso, elemento civilizador y vía para conseguir la igualdad
social, pero también como el medio para la realización de individuo.
El conjunto
de los cambios traídos a México por la segunda guerra mundial y en general
por el desarrollo de la industrialización del país, fue un terreno fértil
para una relación más estrecha entre las instituciones de educación superior
y la industria. Entre los cambios sociales e ideológicos que impulsan
poderosamente un nuevo discurso y una nueva práctica en educación superior
en México en las décadas de 1940 a 1970, destacan los siguientes:
La urbanización, la industrialización, la secularización
del saber y del poder y el desarrollo de una cosmovisión científica.
La burocratización. Esto es, la tendencia creciente
a la organización racional de los procesos sociales y a la creación
de organizaciones para la administración pública o privada, basadas
en reglas impersonales y orientadas a la eficientización de los procesos.
El apuntalamiento de una ética de los resultados
y no de los principios. La acción humana ha de ser evaluada a partir
de la congruencia entre propósitos y resultados.
La erosión de los sistemas de creencias que apoyaban
la autoridad tradicional adjudicada monárquica o religiosa.
El desarrollo del Estado como una entidad omnisciente,
producto de la razón, omnipotente y benévola. Es decir, el crecimiento
inexorable de las funciones económicas, políticas y sociales del gobierno.
Estos cambios
impulsaron una época de un mayor prestigio social para los universitarios,
Olac Fuente
llama a ésta, la época dorada de las relaciones universidad-Estado. En
este marco se inició en 1948 el proyecto de la construcción de la ciudad
universitaria -las edificaciones habrían de completarse hasta 1954-, respondiendo
a una tendencia generalizada a nivel internacional por crear espacios
urbanística y arquitectónicamente especializados para la educación superior,
pero también como reflejo de la nueva relación entre Estado y universitarios.
A partir
de los años cuarentas se incrementa sensiblemente la demanda de educación
superior en los sectores medios urbanos que buscan en los espacios de
formación profesional una vía para incrementar sus niveles de ingreso;
comienza a darse la profesionalización de las actividades económicas y
el crecimiento paulatino de la investigación y el desarrollo de tecnología
en el país; todo ello en el marco de una centralización política y de
una cada vez más estrecha relación entre los universitarios y el gobierno
federal. Para 1950 se ha pasado de una matrícula de 25,000 a 40,000 alumnos
en el conjunto de las instituciones de educación superior. Nacen los primeros
institutos tecnológicos regionales, y ya para entonces hay 11 universidades
públicas en los Estados, también en este periodo, como quedó dicho más
arriba, se crean el Instituto Tecnológico de Monterrey y la Universidad
Autónoma de Guadalajara.
Un documento
interesante respecto de la situación que guardaba en este periodo la educación
superior en el país, es el Primer Censo Nacional Universitario, preparado
por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM en 1949.
De acuerdo
con ese documento, la UNAM contaba ya con 17 escuelas y Facultades y con
13 institutos de investigación, tal como se muestra en el siguiente cuadro:
Dependencia
universitarias en 1949
|
Escuelas
|
Institutos |
Nacional
Preparatoria
|
de
Historia |
Nacional
de Enfermería y Obstetricia.
|
de
Matemáticas |
Nacional
de -Medicina.
|
de
Física |
Nacional
de Comercio Y Administración
|
de
Derecho Comparado |
Nacional
de Jurisprudencia.
|
de
Química |
Nacional
de Ciencias Químicas.
|
de
Geología |
Nacional
de Ingeniería
|
de
Geofísica |
Nacional
de Odontología.
|
de
Geografía |
Nacional
de Arquitectura.
|
de
Biología |
Nacional
de Medicina Veterinaria.
|
de
Estudios Médicos |
Nacional
de Economía.
|
de
Investigaciones Sociales |
Nacional
de Música. |
de
Investigaciones Estéticas
|
Nacional
de Artes Plásticas
|
Observatorio
Astronómico Nacional. |
Escuela
de Graduados
|
|
Facultad
de Filosofía y Letras.
|
|
Facultad
de Ciencias.
|
|
Centro
de Estudios filosóficos |
|
En los Estados,
el Censo estableció la existencia de 9716 alumnos inscritos en 99 instituciones
de educación superior, distribuidos en la forma que aquí se muestra:
Tipo de escuela de escuela
|
Número
de instituciones
|
Número
de alumnos en el tipo
|
Arquitectura
|
1
|
25
|
Artes
plásticas
|
2
|
19
|
Bellas
Artes
|
3
|
163
|
Ciencias
químico-biológicas
|
1
|
9
|
Comercio
y Administración
|
10
|
627
|
Economía,
Comercio y administración
|
1
|
359
|
Enfermería
y obstetricia
|
12
|
573
|
Farmacia
|
3
|
48
|
Industrial
|
1
|
741
|
Ingeniería
|
6
|
276
|
Jurisprudencia
|
10
|
322
|
Medicina
|
7
|
833
|
Música
|
1
|
47
|
Náutica
mercante
|
1
|
32
|
Normales
|
4
|
133
|
Odontología
|
3
|
130
|
Politécnico
|
1 2
|
15
|
Preparatoria
|
18
|
3416
|
Química y farmacia
|
1
|
32
|
Química
|
4
|
229
|
Secundarias
|
8
|
1456
|
Taquimecanografía
|
1
|
31
|
T
o t a1
|
99
|
9716
|
La distribución
de los tipos de escuela y número total de alumnos en educación superior,
por Estado, era como sigue:
Estado
|
Tipos
de escuela en cada Estado
|
Alumnos
por Estado
|
Aguascalientes
|
Secundaria,
Preparatoria, Bancaria y Comercial
|
126
|
Campeche
|
Secundaria,
Preparatoria, Normal
|
192
|
Chiapas
|
Secundaria, Preparatoria, Normal, Artes plásticas, Enfermería
y obstetricia, Comercio y administración
|
455
|
Durango
|
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Comercio, Jurisprudencia
|
417
|
Guanajuato
|
Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia,
Ingeniería, Medicina, Química y farmacia
|
1070
|
Hidalgo
|
Secundaria, Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Medicina
|
389
|
Jalisco
|
Preparatoria,
Enfermería, Economía, Comercio y Administración,
Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología,
Arquitectura, Bellas Artes, Politécnico
|
1822
|
México
|
Preparatoria,
Jurisprudencia, Ingeniería municipal, Pedagogía
|
221
|
Michoacán
|
Secundaria,
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería,
Medicina, Farmacia, Bellas Artes
|
764
|
Morelos
|
Preparatoria,
Enfermería, Comercio
|
154
|
Nuevo
León
|
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería,
Medicina, Química, Odontología, Arquitectura, Artes
plásticas, Música, Industrial
|
743
|
Oaxaca
|
Preparatoria,
Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Medicina,
Farmacia, Taquimecanografía
|
398
|
Querétaro
|
Preparatoria, Jurisprudencia
|
108
|
San
Luis Potosí
|
Secundaria, Preparatoria, Enfermería, Comercio y Administración,
Jurisprudencia, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología
|
654
|
Sinaloa
|
Preparatoria, Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia,
Ciencias Químicas y Biológicas, Ciencias físico-matemáticas,
Normal
|
370
|
Sonora
|
Secundaria,
Preparatoria, Enfermería, Comercio, Ingeniería, Farmacia,
Normal
|
473
|
Veracruz
|
Preparatoria,
Enfermería y obstetricia, Comercio, Jurisprudencia, Biología,
Bellas Artes, Música, Náutica mercante
|
717
|
Yucatán
|
Preparatoria, Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería,
Medicina, Química, Odontología
|
498
|
Zacatecas
|
Preparatoria,
Enfermería, Jurisprudencia, Ingeniería
|
145
|
T
o t a
|
|
1 9716
|
Estas cifras
siguieron incrementándose, de modo que para los años setentas, la expansión
había dado lugar a un crecimiento exagerado de las universidades públicas,
con una matrícula verdaderamente masiva en ciertas áreas de especialización
profesional. Sin embargo es importante decir que los fenómenos del crecimiento
y la masificación no tuvieron el mismo desarrollo en todas las universidades.
La creación
de las nuevas instituciones de educación superior, también fue terreno
de confrontación -esta vez entre modelos educativos-. En algunos Estados
el modelo a seguir, respecto de la estructura organizativa, el funcionamiento
y los objetivos de la formación, era la UNAM; pero en otras, cada vez
más numerosas, se recurrió más bien a experiencias del extranjero, principalmente
Estados Unidos. El resultado fue una diversificación extrema de estructuras
organizativas, modelo educativos, objetos de estudio, niveles y grados
otorgados por las instituciones.
Pero la
época dorada no iba a durar para siempre y así, en el periodo que
va del final de los cincuenta hasta los primeros años del gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz, se fue gestando entre los universitarios y la intelectualidad
mexicana una inconformidad creciente en torno a hechos como los siguientes:
La insuficiencia de oportunidades de educación
superior para sectores cada vez más amplios de la población urbana,
ante el crecimiento de la demanda como resultado de la expansión del
sistema de educación básica y media en el país y de la migración constante
a las ciudades.
La frustración de las aspiraciones de ascenso social
con base en la educación por la falta de oportunidades de empleo y los
bajos salarios, toda vez que el ciclo de expansión de la economía comenzaba
a cerrarse.
El atraso en los contenidos educativos y el autoritarismo
de profesores y autoridades, combinado con el evidente desgaste del
discurso oficial respecto del lugar de la educación en el proyecto revolucionario
y, aún del proyecto mismo de sociedad. (Cfr. Olac Fuentes).
En los setentas,
los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo intentaron volver
a articular a la universidad con los proyectos estatales. Sin embargo,
ante las dificultades para recuperar la época dorada, el gobierno
ya no buscaba la recuperación del control absoluto y sin oposiciones de
la vida universitaria y se orienta más bien en el sentido de una despolitización
de la educación superior que reforzara la profesionalización de los estudiantes
y asegurara una incorporación menos conflictiva y más productiva en los
procesos económicos, aún a costa de alejarla de los fines de integración
nacional y justicia social.
Los años
setentas son de intensa actividad reformadora de los distintos aspectos
del funcionamiento de las instituciones de educación superior: financiamiento,
currículum y estructuras de autoridad. Una actividad continua de la ANUIES
en esa década va articulando propuestas de reestructuración de la organización
académica y administrativa de la educación superior, introduciendo ideas
tales como: el esquema departamental, el sistema de créditos, las salidas
laterales, la sistematización de la enseñanza, la formación continua de
los profesores, entre otras.
En este
periodo el Estado se concreta a desarrollar una política de impulso al
crecimiento del sistema buscando la ampliación de las oportunidades de
ingreso y a promover una racionalización del gasto educativo, mediante
políticas de planeación y supervisión de la función universitaria y a
través de la creación organismos intermedios, tales como la subsecretaría
de Educación superior e investigación científica (SESIC) y la Subsecretaría
de Educación e Investigación Tecnológica (SEIT), ambas dependientes de
la Secretaría de educación pública. Cumpliendo también tareas de coordinación
y cooperación, se crearon dos grandes asociaciones a las que se integran,
según sus intereses o su naturaleza, las diferentes instituciones: La
Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior
(ANUIES), que agrupa a las instituciones públicas y algunas privadas y
la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de educación Superior
(FIMPES) compuesta exclusivamente de instituciones privadas.
Como resultado
de este desarrollo, la educación superior en México hoy día, está conformada
por una heterogénea gama de instituciones, de prácticas, de regímenes
jurídicos, de particularidades curriculares y de modalidades de trabajo
académico integrado, como dijimos antes, el Sistema de Educación Superior
mexicano.
De acuerdo
con el Programa de Desarrollo Educativo 1995-2000 , para el ciclo escolar
1994-1995
el sistema de educación superior mexicano se integraba de la siguiente
manera:
Instituciones
|
Instituciones
|
Total
de
|
Subsistema
|
Subsistema
|
Subsistema
|
Subsistema
|
Otros
|
Públicas
|
privadas
|
instituciones
|
universitario
|
tecnológico
|
universitario-tecnológico
|
Normal
|
|
834
|
217
|
1051
|
68%
|
17.2%
|
;
0.3%
|
9%
|
,.
5.5%
|
El subsistema
universitario se compone de 39 instituciones públicas, 36 de ellas
autónomas y 49 particulares. Las universidades públicas ofrecen un total
de 447 diferentes programas de licenciatura.
El subsistema
tecnológico estaba conformado por el Instituto Politécnico Nacional
(IPN), su Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) y 110
institutos tecnológicos (industriales, agropecuarios y del mar). De éstos,
94 son dependencias federales y 16 son organismos descentralizados de
los gobiernos estatales.
El subsistema
de universidades tecnológicas creado en 1991 está compuesto por instituciones
que operan como organismos públicos descentralizados de los gobiernos
estatales. En ese momento el sistema se componía de 10 instituciones.
El subsistema
de educación normal se conformaba con 508 escuelas normales, de las
cuales 346 eran públicas y 162 particulares.
Las instituciones
de educación superior privadas representaban en ese momento el 52% del
total y atendían al 22% por ciento de la matrícula. La mayoría de ellas
no rebasaban los 1000 alumnos inscritos.
En cuanto
al número de escuelas, profesores y matrícula en los últimos dos ciclos
escolares, la SEP registra la siguiente panorámica:
ciclo
escolar
|
Educación
Media superior Educación Superior Posgrado
|
Matrícula(miles)
|
Maestros
|
Escuelas
|
Matrícula(miles)
|
Maestros
|
Escue
las
|
Matrícula
(miles)
|
Maestros
|
Escue
las
|
1998-
1999
|
2,805.5
|
197,892
|
9,299
|
1,726.6
|
175,375
|
2,630
|
111
|
17,031
|
97
|
1999-2000
|
2,860.5
|
199,805
|
9,798
|
1,822.1
|
184,682
|
2,788
|
118.
|
17,622
|
1,02
|
La distribución
de la matrícula entre las diferentes instituciones en los últimos dos
ciclos escolares, es como sigue:
MATRÍCULA
DE LICENCIATURA Y PROFESIONAL ASOCIADO
|
Instituciones
públicas
|
Ciclo
escolar
|
Licenciatura
|
Profesional
asociado
|
Matrícula
total IES públicas
|
Universidades
|
Otras
instituciones
|
Escuelas Normales (5)
|
Institutos tecnológicos
|
IES
del Ejercito y la Marina(6)
|
Univ.
Tecnoló gicas (7)
|
Otras
IES (8)
|
|
Estatales (1)
|
Federales
(2)
|
UPEAS
(3)
|
Otras
IES (4)
|
1,296,349
|
1999-2000
|
598,297
|
185,754
|
17,282
|
22,735
|
135,876
|
291,867
|
3,235
|
29,753
|
11,550
|
|
2000-2001
|
614,163
|
189,259
|
18,166
|
24,174
|
131,400
|
315,389
|
3,348
|
45,397
|
12,804
|
1,354,100
|
Instituciones
particulares
|
Ciclo
escolar
|
Licenciatura
|
Profesional
asociado
|
Matrícula
total IES particulares
|
Universidades
(9)
|
Normales
(5)
|
Otras
IES
|
1999-2000
|
292,365
|
79,630
|
173,873
|
2,447
|
548,315
|
2000-2001
|
310,909
|
82,400
|
189,754
|
9,637
|
592,700
|
(Fuente: Estadística
Básica DGPPyP / SEP)
El proyecto
neoliberal
El tercer
y último momento en este desarrollo, puede ser llamado proyecto neoliberal
y comprende los cambios en la orientación de los procesos de educación
superior surgidos a lo largo de los años ochenta y noventa del pasado
siglo XX.
No sólo
los conflictos internos y la confrontación con los universitarios, llevaron
al Estado mexicano a una revisión profunda de su política en educación
superior; también jugaron un papel muy importante los grandes procesos
de cambio habidos en los últimos veinte años en el mundo y que han afectado
las políticas públicas en México y entre ellas las referentes al desarrollo
de la educación superior.
Nos referimos
a la crisis generalizada del Estado de bienestar social, modelo
en el que se inscribía el Estado mexicano nacido de la Revolución, pero
también a la quiebra de los sistemas del socialismo real que, al menos
en educación, había constituido una fuente de inspiración para las políticas
públicas en México. Particular importancia revistieron:
La crisis del paradigma de aplicación y desarrollo
del conocimiento que caracterizó al siglo XIX y conforme al cual la
ciencia debía ser vista como instrumento de dominación de la naturaleza
y de liberación para el hombre; y
La crisis de los modelos de organización del trabajo
que caracterizaron al sistema fabril de siglo XIX y primera mitad del
XX, con la consecuente generación de nuevos patrones y modelos que exigen
y producen cambios drásticos en los mercados de trabajo, en los perfiles
de desempeño profesional de los hombres y mujeres que habrán de incorporarse
a ellos desde ahora y en el futuro.
En el nuevo
discurso educativo, se argumenta que las exigencias de las nuevas empresa
multipropósito; de la revolución en las comunicaciones y la constante
innovación tecnológica; del sistema de producción basado en la reconversión
constante de los conocimientos utilizables; de la aparición de una dinámica
de circulación constantes de los trabajadores y horarios limitados y flexibles
tasados por hora de trabajo o tarea, entre otros cambios, producen cambios
drásticos en los mercados de trabajo y en las condiciones del desempeño
profesional, por lo que, si no queremos caer en la obsolescencia, hemos
de reformar nuestros procesos de formación de profesionales intentando
reflejar esta nueva realidad.
Como consecuencia,
se plantea que las instituciones educativas deben transformarse respondiendo
a la necesidad de adecuar su procesos de formación de profesionales, su
funcionamiento y su normatividad institucional a las cambiantes condiciones
del desempeño profesional, a los cambiantes objetos de conocimiento, a
las nuevas condiciones de la competencia entre profesionales y a la mundialización
de los procesos económicos y de la cultura.
Al asumir
este discurso, el Estado mexicano, ha ido progresivamente renunciando
a la orientación ético-filosófica liberal que caracterizó a sus políticas
educativas hasta los años ochenta. Con las reformas del artículo tercero
constitucional en 1985 y 1993 y con los llamados programas de modernización
del sistema educativo en 1984 y 1995, se ha echado a andar una gradual
reconceptualización de los procesos educativos y se ha impulsado una reordenación
del sistema de educación superior en el país argumentado la necesidad
de adaptarse a las nuevas exigencias del aparato económico mundial y a
un propósito de racionalización y eficientización del gasto.
El origen
de este nuevo discurso se encuentra en el proceso de definición de criterios
para las políticas de financiamiento -en el marco de la nueva situación
mundial- elaborados por parte de organismos internacionales tales como
el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que rigen
los programas de apoyo para proyectos educativos en los distintos países,
traduciéndose en exigencias y recomendaciones a los gobiernos financiados.
Así, las
instituciones de educación superior y en particular la universidad pública,
no volverán a ser los actores sociales de otros tiempos, dada la situación
en que las han colocando los cambios mundiales y las políticas oficiales
derivadas de ellos; un egresado con un fuerte perfil de compromiso social,
tanto en lo que se refiere a sus valores y actitudes, como de objetos
de conocimiento no será ya una finalidad institucional; en adelante, la
actividad de investigación, de creación y aplicación de nuevo conocimiento
habrá de ajustarse a las reglas del mercado y ya no regirá más la idea
de servicio social conforme a la cual, esas actividades respondieron a
los compromisos sociales que el Estado moderno sostuvo y en función de
las cuales las apoyó económicamente; no se dará más el papel de la universidad
pública como formadora de la conciencia y la identidad nacional.
Frente a
las finalidades de la educación superior hasta los años setenta en nuestro
país, se oponen ahora otras radicalmente distintas de aquellas, tal como
se muestra en la siguiente tabla comparativa:
Orientaciones
liberales
(clásica y del welfare state)
|
Orientación
neoliberal
|
Presencia
del Estado y orientación de la institución al cumplimiento
de funciones estatales.
|
Autonomía
de las instituciones y comunidades académicas con objetivos
y finalidades distintas de las del Estado.
|
Formación
de cuadros profesionales para el desarrollo nacional y fortalecimiento,
por esta vía, de la soberanía económica
|
.
Orientación de las instituciones a la obtención de
niveles de excelencia en el dominio de los objetos de conocimiento,
habilidades, actitudes y valores de competitividad.
|
Ejercicio
de una función socializadora y de democratización
en el acceso al conocimiento, en particular al científico
y tecnológico.
|
Concepción
de la responsabilidad social de las instituciones en términos
de competitividad garantizada a través de las prácticas
de planeación, evaluación, certificación y
acreditación.
|
Producción
y reproducción de la ciencia con una perspectiva nacionalista
y de identidad propia.
|
Concepción
del saber como capital cultural.
|
La bibliografía
sobre el tema de los cambios en educación superior en México en el siglo
XX
Un recorrido,
aún superficial, por la bibliografía respecto del tema de los cambios
en educación superior en el México del siglo XX, nos enfrenta a diferentes
tipos de textos. Desde aquellos que podemos llamar documentos institucionales,
en los que se recogen logros y avances de las instituciones, estadística
e informes sobre aspectos particulares o más o menos amplios, recopilaciones
de leyes, discursos y debates, ediciones conmemorativas, pasando por las
semblanzas históricas, reseñas de acontecimientos destacados o destacables
y biografías de universitarios destacados, hasta llegar a las reflexiones
sobre las orientaciones filosófico-políticas o académicas y respecto de
la función institucional y las que analizan las interrelaciones entre
educación superior y procesos sociales.
La siguiente
es una lista de dichos textos, por supuesto estará incompleta y ha sido
obtenida sobre todo de la búsqueda realizada en la biblioteca del Centro
de Estudios sobre la Universidad (CESU) de la UNAM, los textos se han
agrupado de acuerdo con las categorías mencionadas antes.
I. documentos
institucionales
ANUIES.
Programa Integral para el Desarrollo de la Educación Superior.
México, 1987.
Banco Mundial.
La enseñanza superior. Las lecciones derivadas de la experiencia. Washington,
D. C. 1994
Hurtado
Márquez. La universidad autónoma. 1929-1944. UNAM. México, 1976
OECD. Políticas
nacionales de la ciencia y de la tecnología. México. México, 1994
OECD. Exámenes
de las políticas nacionales de educación. México Educación superior
. París, 1997
OECD. Panorama
educativo 1996. París, 1996
SEP. Programa
de Desarrollo Educativo 1995-2000. México- 1996
SEP-ANUIES.
El desarrollo de la educación superior de 1981 a 1990. México,
1992.
Taborga
y Hanel. Elementos analíticos de la evaluación del sistema de educación
superior en México. ANUIES. México, 1995
Universidad
de Guadalajara. Una visión al futuro. Plan de desarrollo institucionalGuadalajara,
1990
Universidad
de Guadalajara. La universidad hoy. Estadística básica. Guadalajara,
1991
UNAM.
El posgrado en la década de los ochenta. Graduados, planes, población.
México, 1992
UNAM. La
planeación universitaria en México. México, 1970
UNAM. Siete
discursos de toma de posesión. CESU. México, 1985
UNESCO.
Conferencia mundial sobre la educación superior. La educación superior
en el siglo XXI. Visión y acción. Paris, 1998
UNESCO.
Conferencia mundial sobre la educación superior. La educación superior
y el desarrollo humano sostenible. Paris, 1998
II. Semblanzas
históricas y reseñas de acontecimientos destacados y biografías de universitarios
ilustres
El Colegio
Nacional. El Colegio Nacional. Memoria. México, 1995
Fuentes
Molinar, Olac. Crecimiento y diferenciación del sistema universitario:
el caso de México. Universidad Autónoma de Puebla. Puebla, 1986.
Fuentes,
Olac. Las épocas de la universidad mexicana. En Investigación para
evaluar el currículo universitario. UNAM-Porrúa. México, 1988
Galeana,
Patricia (coord.).Los siglos de México. Nueva Imagen. México, 1997
Gaos, José.
En torno a la filosofía mexicana. Alianza editorial. México, 1980.
Garcíadiego,
Javier. Rudos contra científicos. La universidad nacional durante la
Revolución Mexicana. COLMES-UNAM. México, 1996
SEP. La
universidad de Justo Sierra. México, 1948
UNAM. La
universidad en el tiempo. México, 1985
Latapí Sarre
Pablo. Un siglo de educación en México. FCE. México, 1998
Lemoine,
Ernesto. La Escuela Nacional Preparatoria en el periodo de Gabino Barreda
1867-1878. UNAM. México, 1995
León López,
Enrique. El Instituto Politécnico Nacional. Origen y evolución histórica.
SEP. México, 1975
UNAM. Pensamiento
y destino de la ciudad universitaria. México 1952
Ramírez,
Clara Inés y Pavón, Armando.La universidad novohispana: Corporación,
gobierno y vida académica. UNAM. México, 1996
Silva Herzog,
Jesús. Una historia de la Universidad de México y sus problemas.
Siglo veintiuno. México, 1986.
Solana,
Cardiel y Bolaños (coords.). Historia de la educación pública en México.
FEC-SEP. México, 1982
UNAM. Síntesis
histórica de la universidad de México. México 1975
UNAM. Memoria
del primer encuentro sobre la historia de la universidad. CESU. México,
1982
UNAM. Memoria
del segundo encuentro sobre la historia de la universidad. CESU. México,
1986
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1974
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Historia general de México (2 vols). El colegio de México. México,
1981
Varios.
Historia de las profesiones en México. El Colegio de México. México,
1982
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1961-1990. El colegio de México. México, 1990
Zavala,
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Historia de la educación en Nuevo León No. 4. SEP, Gobierno del
Estado de Nuevo León, 1990.
III.
Reflexiones sobre las orientaciones filosófico-políticas o académicas
Bojalil,
Luis y García, Juan. Consideraciones sobre el marco teórico de una
práctica universitaria. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
1974
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Juan Carlos. El nuevo pacto educativo. Educación competitividad y ciudadanía
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Educación democracia y desarrollo en el fin de siglo. Siglo XXI.
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Varios.
Futuros de la universidad: UNAM 2025. UNAM-Porrúa México, 1996
IV. Reflexiones
sobre las interrelaciones entre educación superior y procesos sociales
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