Mtra.
María Teresa de Sierra Neves
Dirección de Investigación. UPN
Para
los fines de este ensayo, consideramos que al respecto han existido dos
grandes tendencias en la interpretación de la escuela posrevolucionaria,
y particularmente de la reforma socialista de la escuela de los años
30.
Por
un lado, aquellas interpretaciones que, como tendencia global con algunas
variantes y grados de intensidad- plantean una gran ruptura entre lo que
fueron las casas del pueblo,
la escuela rural
y las misiones culturales,
respecto a la reforma de 1934,
y aquellas otras tesis- también con algunas variantes y abordadas
desde diferentes perspectivas teóricas y metodológicas
que dan cuenta de la transformación de la escuela como resultado
del proceso social revolucionario, y del cual la reforma socialista de
1934, sería expresión evidente de ese ideario revolucionario.
En general, las lecturas e interpretaciones de la reforma de la educación
socialista
se han realizado a partir de consideraciones parciales o muy centradas
en el tipo de socialismo que se implantaría en las escuelas, científico,
utópico o a la mexicana, así como el grado de consenso por
parte de los maestros, soslayando apenas el análisis de los significados
y símbolos de dicha reforma para los distintos protagonistas. Tampoco
se han puesto sobre la mesa las razones que dieron los autores de dicha
iniciativa, porque debería de ser definida como socialista a secas,
y no como socialista científica, como lo planteaba el sector más
ortodoxo.
Al respecto, otra de nuestras hipótesis es que, este proyecto educativo
no representó el intento de uno u otro paradigma ortodoxo socialista
en la educación del país, como se debate en la historiografía
tradicional, sino el sincretismo
entre la mística de la Revolución y el proyecto de educación
socialista, resultado de un proyecto social y del desarrollo de las ideas
y experiencias históricas de diversos actores, entre los cuales
se encontraban los maestros.
En términos conceptuales enmarcamos el presente ensayo, desde la
perspectiva de la historia social, historia cultural y de los imaginarios
sociales.
En particular nos suscribimos a aquellas teorías que plantea la
historia como suma de experiencias humanas.
A partir de esta aproximación al estudio de los aspectos simbólicos-
culturales que tiñeron los diferentes proyectos pedagógicos
de la época posrevolucionaria, en particular la reforma de la escuela
socialista recurrimos, sobre todo, a la técnica de la entrevista,
que mediante una trabajo de análisis y estructuración de
testimonios, convierte a éstos en fuentes historiográficas
primarias.
Recurrimos a sus propios testimonios, para rescatar sus percepciones y
vivencias de la transición de la escuela de 1920 a 1940, a la luz
de otras fuentes como el Primer Plan Sexenal de Gobierno aprobado en la
Convención de Querétaro, en 1933, el Borrador de Iniciativa
de reforma del Artículo Tercero, el Diario de los Debates de la
XXXVI Legislatura de los años 1934, y 1945, y archivos personales
de maestros, a efectos de analizar las diferentes voces que se expresaron
dentro de una misma generación, la generación de los 30.
Nuestra propuesta fue en ese sentido, la de analizar en primer lugar las
diferentes posiciones adoptadas por los legisladores plasmadas en los
debates respecto a la Reforma al Artículo Tercero Constitucional,
en la XXXVI Legislatura, a la luz de los testimonios orales como una vía
que permitió ilustrar en primer lugar en donde se habían
centrado las controversias por parte de las corrientes más representativas,
y por otro lado nos permitió el cruce de las fuentes orales y escritas
y por esa vía contrastar y a la vez constatar la peculiaridad de
la experiencia vivida, y como esta reporta a la vez aspectos de la historia
individual y de la historia colectiva.
Para los fines de este trabajo analizamos a grandes rasgos, las diferentes
posiciones de los legisladores en relación con la reforma, a partir
de tres grandes temas que estuvieron presentes en los debates: el laicismo,
la nueva orientación de la escuela rural, la discusión de
un nuevo paradigma científico.
A
la luz de una nueva mirada de esta fuente- en el borrador de iniciativa
del artículo tercero, que fue discutido y debatido en la Segunda
Convención del PNR, en el Plan Sexenal y que más tarde se
presentó para su discusión y aprobación de la XXXVI
Legislatura se detectan nuevos indicios respecto a la reforma de
1934, como que la misma no se limitó a la legitimación del
proceso de secularización, ni a la aplicación ortodoxa del
socialismo científico en la escuela primaria.
Al sector de izquierda del PNR no le satisfacía la definición
de educación laica que había sido sancionada en el Constituyentes
del 17, por considerarla una posición neutral. El sector representado
por los maestros y diputados, Gilberto Bosques y Enrique Erro, criticaban
la escuela laica porque carecía de sustentación filosófica
y consideraban que la adopción de esa postura de laicidad fue la
que había amparado muchas veces la injerencia de la iglesia en
el sector educativo.
Una posición medular de la reforma la constituyó el combate
a los fanatismos y los prejuicios sociales, así como el propósito
de darle una orientación social, alejada del enciclopedismo, como
la que caracterizó al proyecto educativo del porfiriato.
Las reformas propuestas por el sector de izquierda del PNR, y que más
tarde fueron aprobadas en la XXXVI Legislatura, se orientaron hacia la
creación de una escuela socialista; una escuela que sin marginar
los aspectos pedagógicos cumpliera una función social, una
escuela no confesional; que implicara el planteamiento de un nuevo paradigma
científico, una nueva cultura del saber; que cuestionara, por un
lado al antiguo laicismo positivista y por el otro a los fanatismos religiosos
de la Iglesia. Se buscaba formar a la juventud y a la niñez sin
prejuicios, con un concepto exacto del fenómeno social, y del sentido
social de la educación.
Pero al mismo tiempo, otras voces se dejaron oír en la Asamblea
Legislativa, por ejemplo el sector más ortodoxo y radical, representado
por Arnulfo Perez H, y Manlio Fabio Altamirano propusieron y defendieron
la necesidad de calificar el tipo de socialismo que debía de implantarse
en la educación como el socialismo científico.
Pero en cambio para los diputados Luis Enrique Erro y Gilberto Bosques,
representantes de la comisión de educación por el PNR, el
problema planteado en esa Legislatura y que era necesario definir, no
radicaron en el tipo o clase de socialismo, ni era lo que se había
propuesto a la Comisión, sino que de lo que se trataba era de formular
una política educativa de carácter social. En la exposición
de motivos, la Comisión definió, en líneas generales,
lo que significaría la creación de una escuela socialista
en dos aspectos: el del contenido de la enseñanza y el de las personas
a quienes la enseñanza debía impartirse.
Ambos legisladores representantes de la Comisión de Educación,
encargados de elaborar el dictamen de la reforma artículo tercero
que luego sería sometido a la consideración de las Cámaras
plantearon que era necesario darle una nueva orientación a la escuela,
recuperando así la esencia del sentido social y cultural de la
Revolución.
Si bien la escuela a partir de 1920,había realizado una labor extensiva
con la escuela rural y las misiones culturales, procurando alfabetizar
y dar cultura a las masas campesinas, para Bosques esta labor extensiva,
ante cualquier criterio social o pedagógico con los fines de transformación
de nuestra cultura en una forma plena y satisfactoria, era necesario darle
una orientación, una medida, un contenido, en fin, un sentido a
esa enseñanza [
.]una revisión cuidadosa de los resultados
, en la mayor parte del país, se observa que se está desfigurando
en muchas partes y por muchos maestros el sentido social y cultural de
la Revolución.
Por su parte Luis Enrique Erro, en el Diario de los Debates, cuestionaba
los ídolos de la falsa exactitud defendidos por el positivismo:
Lo que se requiere es que los niños formen su mente
nutriéndose en la verdad, hasta donde la ciencia contemporánea
lo posee; que reconozcan en lo que es cierto su realidad objetiva y en
lo que es hipótesis o solución provisional, carácter,
pero sin que se habitúen a suplir con falsedades los inevitables
vacíos del conocimiento.
Así mismo Enrique Erro, en los debates del Congreso de la Unión
cuestionaba los ídolos de la falsa exactitud defendidos por le
positivismo: ni siquiera las ciencias como las matemáticas
o la física son exactas en el sentido de absolutas o infalibles.
Estas reflexiones
nos hacen recuperar antiguas discusiones que siguen vigentes, como son
los conceptos de falibilidad y temporalidad limitada del conocimiento
científico.
Si bien
ambas posiciones se polarizaron, finalmente triunfó la propuesta
de la escuela socialista, despojada del adjetivo de científico.
Por ende, la postura que se aprobó con dictamen positivo fue la
presentada por la Comisión de Educación, la cual representaba
al PNR para consideración en la XXXVI Legislatura. La importancia
del triunfo de esta propuesta, reside fundamentalmente en las implicaciones
que ésta tuvo en ese período histórico, pues dicha
posición era la que mejor recogía el sentir del conjunto
de experiencias y prácticas que los maestros venían desarrollando
desde hacía más de una década; es decir, la escuela
social, la escuela rural. A partir de la reforma constitucional se legitimaba
todo el esfuerzo de un cambio en la educación que respondía
a una realidad social, a la realidad e ese momento, de ahí que
se privilegiara la escuela social, la escuela popular. Las escuelas técnicas
para obreros y campesinos, las escuelas regionales campesinas
surgían en contraposición a las escuelas de elites.
Si no se consideró imprescindible la definición del tipo
de socialismo que se imprimiría a la nueva escuela, como lo proponía
el sector más radical y ortodoxo, fue por que la mayoría
de los representantes prefirieron destacar los contenidos concretos de
la educación, dándole una orientación social muy
clara, pues la escuela debía tener fines que respondieran
a los intereses más urgentes de las clases populares, en lugar
de quedar atrapada en una definición teórica- ortodoxa.
Es indudable que la nueva orientación que se pretendía dar
a la educación pública ofrecía grandes perspectivas
para otros sectores de la población (obreros y campesinos) que
habían sido marginados ancestralmente. Ejemplo de los nuevos esfuerzos
fue la creación de escuelas técnicas y del Instituto Politécnico
Nacional en 1937.
De ahí que una de nuestras tesis principales sea que la reforma
educativa, enfocada a construir una escuela socialista, haya adquirido
un significado muy diferente para los ideólogos y maestros en general
que el adjudicado por la Iglesia y la prensa más conservadora.
El relato de las experiencias vividas por esta generación de maestros
que aún hoy viven, contrastada con otras fuentes escritas, nos
permitió reconstruir la memoria colectiva acerca de la cultura
revolucionaria que se vivía en esos días así como
las diferentes tendencias que existieron en la interpretación de
la reforma de la escuela posrevolucionaria, en particular la reforma socialista.
La hipótesis de la que partimos fue de que las diferentes posiciones
y representaciones imaginarias respecto al cambio en la escuela en esos
años, como al papel del maestro en ese entonces fueron resultado
de la cultura magisterial de esas décadas, como de las pugnas de
intereses de la Iglesia y el Estado como también de las pugnas
del poder regional. Por todo ello abordamos el estudio de los imaginarios
sociales construidos por los maestros y otros actores (gobierno, Secretaría
de Educación Pública (SEP), partidos políticos e
Iglesia), a partir del fenómeno de generación. Usamos el
concepto de generación no en un sentido estrictamente cronológico,
sino en el sentido que plantea Jean Francois Sirenelli, grupos de
individuos marcados a partir de un gran acontecimiento o evento social.
Compartimos en ese sentido con Sirenelli que si bien los fenómenos
de generación no son un pasaporte de la explicación histórica,
ellos proporciona un manojo de llaves diversas que si bien no abren todas
las puertas, frecuentemente son muy eficaces para la explicación
de ciertos fenómenos.
En el caso de los maestros entrevistados, y de los legisladores que intervinieron
en los debates sobre la reforma del artículo 3 ° en la XXXVI
legislatura, consideramos que existía un componente generacional
común, que cabe destacar, ya que en algunos casos habían
participado en la revolución, la mayoría vivió la
etapa inmediata después de la revolución, otros fueron protagonistas
de las grandes reformas de la Constitución de 1917, como los artículos
123, 27, y 3° Constitucional. Todos habían compartido directamente
o indirectamente en el proceso de reconstrucción cultural e institucional
del país.
El fenómeno de generación en el presente trabajo resulta
útil, pues en ese conjunto de maestros, y demás actores
que vivieron el fenómeno de cambio de la escuela y ejercieron entre
1920- 1940, había un sentimiento que los unía por encima
de algunas diferencias: necesidad de escuelas con determinada orientación
laica, y que se relacionara con el entorno social, que cumpliera una función
social. No era una opinión, o una doctrina, sino un sentimiento
común, una convicción sincera el que la escuela se adhiriera
a las causas populares. Eran los hijos de la revolución y esto
había dejado su huella.
Las reformas educativas de 1917 y 1934, además de ser elementos
de consenso, paradójicamente actuaron también con un factor
de discrepancia y desavenencias. En ese momento surgió un espectro
de posiciones diversas respecto a cuál debería ser la reforma
más adecuada, así como en qué medida las propuestas
de cambio de la escuela recogían o no las demandas sociales de
la Revolución. Por todo lo anterior nos propusimos darle voz a
distintos protagonistas del proceso, a través de los testimonios
orales.
El propósito de nuestra investigación, no fue verificar
si esa reforma era socialista en relación con un paradigma ortodoxo,
un modelo abstracto, o el grado de consenso que la misma tenía
entre los maestros. No aspirábamos a una reproducción fotográfica
de los hechos, ni a que los sucesos hablaran por sí mismo. No pretendimos
un conocimiento total del fenómeno y también admitimos otras
interpretaciones además de la nuestra. Tampoco nos interesaba la
recreación y reproducción de viejos debates acerca de las
bondades de este tipo de reformas.
Lo que nos interesaba era su experiencia vivida, captar la peculiaridad
de sus recuerdos, la reconstrucción y comprensión de los
significados e imaginarios sociales que se configuraron y entretejieron
por parte de los maestros y algunos otros actores en torno a la reforma
de la educación desde la etapa revolucionaria hasta la reforma
constitucional del artículo tercero, así como las motivaciones
y los medios que utilizaron para legitimar sus acciones colectivas.
Así por ejemplo, tenemos el relato de uno de los maestros más
ancianos entrevistados y fallecido recientemente, a los 102 años,
en su testimonio el maestro Gilberto Bosques nos relata en una forma muy
peculiar su participación en la revolución, como en la Comisión
de Educación, la elaboración junto a Enrique Erro del borrador
de la Iniciativa de Reforma del Artículo Tercero del año
34. Así como las distintas controversias que tuvieron que vencer
al interior del PNR, y en el Congreso de la Unión hasta que fue
sancionada dicha reforma. Asi mismo los conflictos y acuerdos que tuvo
la misma por parte de todos los sectores de la sociedad. Pero también
los significados mas profundos que para muchos sectores tenía dicha
transformación pedagógica y social. En una de sus entrevistas
nos dice que para él la reforma escolar, había sido producto
de la realidad del país, y que lejos había estado de ser
una improvisación; en particular durante la etapa posrevolucionaria
y el cardenismo, esta reforma tuvo un claro contenido social, pues una
de sus funciones nodales fue atender las demandas de amplios sectores
de la población aún no satisfechas. De ahí, su vigorosos
contenido de justicia y compromiso social con la causa del pueblo, la
causa de la revolución.
Para Bosques, ese largo caminar de muchos maestros, por la escuela rural,
las casas del pueblo, las misiones culturales, fue la expresión
de diversos intentos por encontrar una vía para la concreción
de los distintos mitos y utopías que surgieron durante esas décadas.
En cambio para el maestro Ramón Bonfil, coetáneo del maestro
Bosques, si bien también su relato descansaba en una valoración
excesiva de los intentos anteriores por transformar la educación
en pos de la escuela laica,_ de un hombre nuevo a través de los
proyectos como la escuela rural, las misiones culturales y la escuela
racionalista, no comulgaba con los postulados de la escuela socialista,
pues pensaba que cuestionaban la libertad de enseñanza y la consolidación
del proyecto capitalista del país. Por ende, tildaba a la reforma
socialista de engendro en el que prevalecía una concepción
doctrinaria y ortodoxa.
Así, el concepto de educación socialista tenía una
acepción diferente que para Bosques. En el maestro Bonfil significaba
una medida estatal impuesta desde la cúspide: la aplicación
de un dogma ortodoxo. En el caso del maestro Bosques, la reforma de la
escuela socialista fue la meta de múltiples ensayos y experiencias
pedagógicas anteriores.
Por tanto, estos testimonios plantean problemas no resueltos, como el
de mantener una posición de apertura y tolerancia ante las distintas
voces que representan corrientes diversas de pensamiento, personas, ideas
y sucesos diferentes a los experimentados por otros actores, manteniendo
en suspenso nuestros prejuicios y teorías, y por tanto, abiertos
a los distintos significados adjudicados a algunos procesos, es decir
la construcción de una historia mirada desde diferentes ángulos.
Reconstruir esta etapa de la educación pública en México
obliga a enfrentar muchas historias diferentes, y permite descubrir la
construcción de los diversos imaginarios de los distintos actores,
rompiendo así con el imaginario social construido desde el poder,
y que se ha convertido en parte de la historia oficial.
Ambas entrevistas revelan una realidad compleja, que necesariamente exige
analizar el proceso de sus prácticas, y los resortes que configuraron
los imaginarios sociales, teniendo muy claro que todos los participantes
de estos procesos, fueron sujetos activos en el proceso histórico
de ese entonces.
Estas historias, en ausencia de un orden simbólico común,
se reconstruyen de acuerdo con un pasado que atraviesa diversos imaginarios
sociales, y se proyecta o expresa a través de diferentes discursos
sobre un mismo hecho.
Ante la ausencia de un orden simbólico común, el quid del
problema, es explorar las diferentes trayectorias de cada maestro enmarcadas
en imaginarios sociales y utopías específicas y distintas
de aquellas décadas. Si bien enfrentaron deseos, necesidades y
demandas diversas, fueron capaces de articular y concretar compromisos
con proyectos educativos diferentes, a partir de distintas visiones.
En
ese orden de ideas consideramos relevante recurrir a los diferentes testimonios
que se han expresado sobre el tema, tanto orales como escritas. Las diferentes
voces de los protagonistas en la reforma escolar. Al elegir este tipo
de opción, las voces múltiples permiten establecer
las diferencias de perspectiva entre los varios actores del drama histórico
y las instituciones sociales.
Así, la elección del conjunto de maestros que entrevistamos
posteriormente en Durango obedece en primer lugar, a que eran coetáneos,
pertenecieron a una misma generación nacida a finales del siglo
XIX, y principios del siglo XX, algunos como ya dijimos fueron protagonistas
e ideólogos de las grandes reformas constitucionales del 17 y del
34, otros fueron los forjadores de la nueva escuela, la escuela rural,
las misiones culturales, instancias de legitimación de una nueva
metodología pedagógica, al mismo tiempo, laboratorio de
una nueva cultura: la cultura de la Revolución.
Cobra gran significado recuperar la memoria colectiva de esa generación
de maestros a través de sus propios testimonios, de sus variadas
voces pues conduce a veces a versiones contrastantes, aunque no por fuerza
en conflicto como nos señala Droysen sobre un mismo conjunto de
hechos
El estudio del caso de Durango, es relevante porque se trata de una generación
de maestros muy singular, profundamente militante y solidaria con la causa
revolucionaria, que había ejercido desde las primeras décadas
de este siglo como maestros, hasta los años setentas desarrollaron
su trabajo en tiempos y sitios claves y estuvieron directamente involucrados
en muchos de los procesos de aquella época, tanto sociales como
estructurales; en
las transformaciones de la propia escuela luego del periodo revolucionario;
en los movimientos sociales en torno a la educación, la lucha por
la tierra, la organización de sindicatos y el reparto agrario en
la región de la Laguna en el estado de Durango, entre otros.
Por tanto, estos maestros se consideró que formaban parte de esa
generación que nació durante el conflicto armado, de 1910,
o inmediatamente después, y que si bien no todos participaron en
el mismo, de igual manera la mística revolucionaria, los socializó.
Todos habían vivido directamente o indirectamente el proceso de
transición de la escuela socialista, unos habían ejercido
como maestros en el propio período de la reforma, mientras que
otros habían sido alumnos en la etapas de la escuela socialista
y su desempeño magisterial fue posterior a dicha reforma.
Por el modo en que los maestros entrevistados enfrentaron y resolvieron
las dificultades es posible discernir claramente varios elementos comunes
importantes relacionados con su individualidad, en particular y como componentes
de una generación que actuó como agente del gran cambio
social por el que transitaba México. Muchos de ellos lucharon solidariamente
con los campesinos, obreros, mineros, convirtiéndose así
en defensores del reparto de tierras, por lo que fueron motivo de represión
por parte de los terratenientes,
que por medio de las guardias blancas reprimían cualquier expresión
contraria a sus intereses.
Los cambios en los contenidos de la enseñanza luego de la reforma
del año 1934 se manifestaron no sólo en actitudes diferentes
de la escuela en relación con la sociedad de tal suerte
que la institución estuviera más abierta hacia la comunidad
y sus demandas, sino que también implicó -relata la maestra
Carmen Gallegos-
, asumir una posición de compromiso con los contenidos de la enseñanza
y con la orientación de las asignaturas. Por ejemplo en la clase
de historia, se hablaba de las clases sociales, de la pobreza, de la revolución,
y se les enseñaba a los niños que sus padres luchaban por
ser dueños de la tierra que sembraban.
El pensamiento de la maestra Carmen Gallegos, fue y sigue siendo clave
en la recuperación de la memoria colectiva de la escuela de ese
entonces en Durango. Es representativo de esa generación de jóvenes
maestros que lucharon por cambios en la orientación de las escuelas
y en los contenidos y que si bien no contaban con un dominio conceptual
e ideológico de la orientación que deseaban imprimirle,
tenían una gran experiencia profesional. En su trabajo diario intentaban
desarrollar una nueva concepción de la educación, más
comprometida con las condiciones sociales de la región, con el
campesinado, con el indígena y con una postura tanto racional como
objetiva de la escuela ajena a la educación confesional.
A partir de los testimonios orales de los maestros entrevistados para
esta investigación, como fueron los testimonios de los maestros
Gilberto Bosques y el conjunto de maestros de Durango,
y los Debates en el Congreso, del año 34, podemos concluir que
el espíritu de la reforma rebasó la aplicación de
un socialismo ortodoxo: significó la síntesis de las demandas
y proyectos generados en la Revolución y reproducidos en el proceso
histórico-social, que contribuyeron a darle un enfoque o una orientación
popular a la escuela.
En la mayoría de los testimonios de los maestros entrevistados,
el parteaguas del cambio en la orientación de la escuela, el principal
fenómeno transformador de la sociedad, de las mentalidades, fue
la Revolución de 1910 y la Constitución de 1917, cuyas expresiones
más explícitas se tradujeron en el reparto agrario, la reforma
de la educación, la expropiación petrolera y la soberanía
nacional. En sus relatos encontramos una serie de conceptos cuyos significados
y simbolismos formaron parte de una experiencia cultural común
y determinante para esa generación de maestros que, al margen de
sus resultados positivos o negativos, constituye un referente de ese imaginario
social de los años 20 y 30 en la educación. Parafraseando
a la maestra Carmen Gallegos.¿ Que nos atrapó.?, los grandes
anhelos de una sociedad mas justa, el ambiente social y cultural de la
época? ¿Algo mágico?
El análisis de ambas fuentes, muestran cómo la cultura de
la revolución permeó los imaginarios sociales construidos
en el proceso de transición de la escuela porfiriana a la escuela
rural y, más tarde, a la escuela socialista y permiten detectar
que dicha reforma fue resultado de un proceso social y cultural, producto
de una práctica desarrollada durante años por los maestros.
La lucha por la tierra y la educación , por la democracia y la
equidad fueron móviles sustanciales de los movimientos sociales
de esos años. Las nuevas propuestas de reforma de la escuela se
entrelazaron y enriquecieron con las formas tradicionales de gestión
,como fue evitar las grandes rupturas entre la Escuela Rural , las Misiones
Culturales, las Casas del Pueblo en relación con la Escuela Socialista.
Parafraseando a Elsie Rockwel,
durante los años treinta, el impulso democratizador cobró
fuerza, particularmente en las zonas rurales donde se repartían
tierras de las haciendas y se formaban los ejidos. Los maestros que estaban
convencidos del programa socialista difundieron la propuesta de una organización
democrática local hacia estas zonas.
La recuperación de estas distintas voces permiten aproximarse a
la esencia y complejidad del fenómeno, pues se constata que existieron
distintas representaciones imaginarias sobre la nueva escuela, que las
mismas estuvieron siempre mediadas tanto por relaciones de poder como
por cuestiones culturales pero que, en conjunto, enriquecen nuestras construcciones
imaginarias y permiten plantear nuevos interrogantes.
CONCLUSIONES.
Como resultado de una primera revisión de estos debates, se descubre
un material de extraordinaria riqueza aún no considerada en la
literatura, y que incluso puede cuestionar conclusiones que hoy se aceptan
como establecidas entre los estudiosos del tema.
Por todo esto, una nueva mirada hacia estos documentos sumada al análisis
de los testimonios de los propios protagonistas, aporta nuevos indicios
que permiten replantear algunas interpretaciones sostenidas por la historiografía
oficial. .
El análisis de las fuentes orales, como el Diario de los Debates,
los discursos de los legisladores que presentaron la iniciativa de reforma
para su posterior votación del Secretario de educación y
del mismo gobierno, como los testimonios orales, nos expresan que el espíritu
de la reforma rebasó la aplicación de un socialismo ortodoxo:
significó la síntesis de las distintas demandas y proyectos
generados en la revolución, enfocados a darle una orientación
a la escuela. Y que la concreción de esta reforma en 1934, significó
refrendar el pacto social establecido en la Constitución de 1917.
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