Siglo XIX y XX

Luz Elena Galván Lafarga. Investigadora del CIESAS
Con la colaboración de Alejandra Zúñiga
(Escuela Normal de Maestras de Jardines de Niños)


Introducción.
nota137

Muchas historias de niños, al igual que muchas de mujeres, todavía esperan al investigador que se interese en ellas. La historia del preescolar involucra tanto a niños pequeños como a mujeres, de aquí que sus historias formen parte de las historias de los marginados e invisibles, de aquéllos que han sido "excluidos de la historia tradicional"[MCT 2].
Varias preguntas han inquietado a los investigadores: ¿cómo vivían los niños de ayer?, ¿qué comían?, ¿a qué jugaban? ¿cómo se vestían?, ¿en dónde y quiénes los educaban?. Al ser imposible responder todas estas preguntas en un artículo, en esta ocasión la temática se centrará en la educación que recibían los más pequeños, los párvulos.
Los niños pequeños, que todavía no cumplían 7 años, quedaban fuera de las leyes de educación. Así, por ejemplo, en la ley de 1842, se decía que la enseñanza elemental sería obligatoria para todos los niños de siete a quince años de edad en toda la República[MCT 139].

Por esto, gran parte de la educación que se impartía se inscribía dentro de lo que podemos llamar la "educación informal"; aquella que se daba en casa. Hay que recordar que en el siglo XIX nos encontramos con una sociedad artesanal en las ciudades, y campesina en las zonas rurales, por lo cual los "oficios" se transmitían de padres a hijos en el mismo taller del artesano, sin necesidad de que el niño se desplazara a algún plantel escolar.

Durante el siglo XIX la educación era más cualitativa que cuantitativa. De aquí que fueran pocos los que llegaban a instruirse, y que más bien las capas altas de la sociedad tuvieran acceso a la educación. De ellas salió la mayoría de los hombres que dirigieron los destinos de nuestro país el siglo pasado.

Dentro de este panorama, es fácil imaginar por qué los niños pequeños estuvieron marginados de la educación formal, de sus leyes y programas de estudio. No eran tomados en cuenta sino hasta que cumplían siete años de edad. De hecho, durante la primera mitad del siglo XIX se le dio más importancia a la educación superior que a la elemental. Anne Staples comenta que las "diferencias entre la época colonial y el México independiente radican precisamente en la educación superior"[MCT 2].

Hacia las primeras escuelas de párvulos


El año de 1883 marca el inicio de las primeras escuelas dedicadas a los párvulos. Una de ellas surgió en Veracruz, al frente se encontraba el maestro Enrique Laubscher, educador alemán. Laubscher había sido alumno del fundador de los jardines de infancia: Federico Guillermo Augusto Froebel. Al igual que su maestro, se interesó por "una educación que estuviera en armonía con el interés del niño, por la observación de la naturaleza, por el estudio y enseñanza de las matemáticas y por el conocimiento de las lenguas "[MCT 2]. El kindergarten fundado por Laubscher se llamó "Esperanza", por haber sido acogido en las instalaciones del colegio de niñas de la liga masónica que le dio su nombre[MCT 2].
En el Distrito Federal el maestro mexicano Manuel Cervantes Imaz se preocupó por atender al niño preescolar, por medio de una educación adecuada a sus necesidades. Fue así como fundó, a principios de 1884, una escuela similar a la de Veracruz[MCT 143].

El maestro Manuel Cervantes Imaz fue el director del curso de metodología y práctica del kindergarten en la escuela de párvulos anexa a la Normal para Profesoras. También fue el fundador del "Educador Mexicano", periódico en donde desde el año de 1874, esbozaba ya su proyecto de "educación natural y práctica para el niño, educación objetiva encarnada en las tendencias y necesidades infantiles". En la escuela número 7, el profesor Cervantes Imaz estableció una sección especial de párvulos en la que, con sujeción a los principios de la pedagogía objetiva creó un jardín de niños[MCT 2].

Tanto esta escuela, como la de Laubscher, tuvieron una efímera vida, sin embargo influyeron de manera positiva en el medio educativo. De hecho, algunas personas de la capital y de algunos estados de la república intentaron sostener, por dos o tres años, algunas escuelas para párvulos. Entre algunas de las maestras podemos citar a Dolores Pasos, Amelia Toro y Guadalupe Varela, quienes lucharon por iniciar en México la educación preescolar, la cual en otros países era una realidad.

En el estado de San Luis Potosí existía una gran preocupación por la educación, y no sólo por la elemental sino también por la de los párvulos. En 1881 había 4 escuelas para niños menores de 7 arios, y para fines del porfiriato había aumentado a 23[MCT 2]. (Bazant, 1993, 39.

Posteriormente, al crearse la Escuela Normal para Profesores en la Ciudad de México, en 1887, se integró en el artículo 9o. de su reglamento, que existiría una escuela de párvulos para niños y niñas de 4 a 7 años de edad, además de la de instrucción primaria para niños y niñas de 7 a 14 años.
La escuela de párvulos ofrecía las siguientes materias:

a) Dones de Froebel
b) Principios de lecciones de cosas
c) Cálculo objetivo hasta el número diez
d) Nociones sobre los tres reinos de la naturaleza
e) Cultivo del lenguaje
f) Nociones sobre historia patria y universal
g) Nociones de moral
h) Instrucción cívica
i) Canto coral
j) Trabajos de horticultura
k) Cuidados de animales domésticos

1) Juegos gimnásticos[MCT 2].

Estas materias eran cursadas por las maestras que querían dedicarse a instruir a los párvulos. La carrera duraba tres años y el programa lo establecía el director de la Escuela Normal de Profesores, con la aprobación del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública,

La preocupación por impartir educación a los niños de tres a seis años fue iniciada por Pestalozzi y más tarde perfeccionada por Froebel. Para él la actividad educativa debía partir de "aprender haciendo". Lo anterior se resumía en enseñar, por medio de actividades muy sencillas y de manera objetiva, muchos aspectos de la vida cotidiana[MCT 2].
Las ideas pedagógicas fundamentales de Federico Froebel están plasmadas en su libro La educación del hombre, pero en su autobiografía da a conocer lo que fue su vida y cómo ésta llegó a reflejarse en su obra pedagógica. Para Froebel, alemán nacido en 1782, el hombre estaba constituido por una vida interna y otra externa. Este educador se proponía despertar, animar y fortalecer las facultades del hombre.
Froebel propuso la utilización de material didáctico que buscaba, facilitar al niño desde su edad temprana, la percepción del mundo externo. Fue por ello que creó los "dones" o regalos arriba mencionados. Estos "dones" son diez y se dividen en pelotas de estambre, esfera cilindro, cubos, plintos, bastones, palitos, semillas y varillas, hechas predominantemente de madera[MCT 2].

Por otro lado, en la escuela primaria que dirigía Guadalupe Tello, se estableció un anexo para los párvulos. Éste estaba dirigido por Leonor López Orellana. Ambas maestras influyeron en las autoridades para que se incluyera, en la Escuela Normal para Profesoras, una cátedra de educación prescolar. En esta normal se estableció también un anexo al cual asistían los párvulos, con objeto de que se hicieran las prácticas necesarias con respecto a dicha enseñanzanota149. Esta escuela de párvulos estaba a cargo de la maestra Matiana Munguía de Aveleyra.

Con base en todas estas ideas e inquietudes, el secretario de Justicia e Instrucción Pública, Justino Fernández, nombró en el año de 1902 una comisión para que revisara las escuelas de párvulos en el extranjero. En esa comisión se encontraban Rosaura Zapata y Elena Zapata quienes, con objeto de ver la organización y el funcionamiento de dichas escuelas, viajaron a San Francisco, Nueva York y Bostonnota 150.

Hacia 1903, se otorgó el nombramiento de directoras a las señoritas Estefanía Castañeda y Rosaura Zapata, comisionándolas para organizar los primeros kindergarten en la capital de la República, los cuales finalmente se establecieron en enero de 1904. Estefanía Castañeda quedó a cargo del establecimiento denominado Federico Froebel, ubicado en la calle del Paseo Nuevo No. 92. En cuanto a Rosaura Zapata, se hizo cargo del kindergarten Enrique
Pestalozzi, ubicado en la esquina de las calles de Sor Juana Inés de la Cruz y Chopo[MCT 2].
Al buscar en la prensa la reacción del público ante la fundación de estas escuelas, se encuentra una respuesta positiva, ya que se elogiaba su establecimiento. Se comentaba que el proyecto de la escuela de párvulos, presentado a la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública por Estefanía Castañeda, se inspiraba en los principios de grandes pedagogos. Entre otros, se mencionaba a Pestalozzi, Froebel y Mme. Necker de Saussure[MCT 2].

La doctrina que se aceptó para que sirviera de base a las labores de los nuevos establecimientos fue netamente froebeliana. Lo que se proponía era educar al párvulo de acuerdo con su naturaleza física, moral e intelectual. Para lograrlo, se valían de las experiencias que adquiría el niño en el hogar, en la comunidad y en la naturaleza.

El material, mobiliario, libros de consulta y todo lo que se necesitaba para la organización de estas instituciones fueron importados de los Estados Unidos. Es por ello que resultaban muy costosas y su difusión muy lenta. Se deseaba que estos planteles fueran análogos a los que tenían nuestros vecinos norteamericanos, lo cual no era fácil de lograr en un país con grandes carencias[MCT 2].

Las reglas para poder presentarse al examen de profesora de párvulos las dictó Justo Sierra en septiembre de 1905. Se trataba de aprobar tres tipos de pruebas: una era teórica, otra práctica y la tercera pedagógica.
En la prueba teórica se tenía que desarrollar, por escrito, un tema relativo al carácter, medios y fines del kindergarten. En lo que se refería a la práctica, consistía en realizar algunas actividades, como narrar un cuento o bien tocar una canción. Finalmente, la pedagógica se relacionaba con impartir una lección a un grupo de párvulos sobre los dones de Froebel[MCT 2].

Otra de las grandes educadoras que asistió a cursos de formación en el extranjero fue la profesora Berta von Glumer, quien fue comisionada en el año de 1907 por Justo Sierra, para cursar en la Normal Froebel de Nueva York, todo lo referente a la formación de maestras de párvulos. De aquí que estudiara la organización y funcionamiento de las escuelas normales en donde se formaban estas docentes. Se graduó con "Mención de Honor" por haber obtenido las más altas calificaciones en los dos años que duró la carrera[MCT 2].

Al regresar a México, Berta von Glumer impartió clases como maestra de las practicantes de las escuelas de párvulos, en la Escuela Normal para Maestras. Hasta ese momento la formación de las maestras que atendían a los niños menores de 6 años había sido impartida por Estefanía Castañeda y Rosaura Zapata. Sin embargo, existía la necesidad de crear la carrera de ‘maestras de párvulos’ con una orientación y preparación específica para ese nivel escolar. Fue entonces cuando la maestra Berta von Glumer presentó un plan de estudios específico para la formación de las profesoras de párvulos el cual fue aceptado por las autoridades correspondientes[MCT 156].
En 1908, en la Ley Constitutiva de las Escuelas Normales Primarias, se consignaba la carrera de "educadoras de párvulos". Se decía lo siguiente: "En la escuela normal primaria para maestras se preparará la formación de educadoras de párvulos. Al efecto, se modificará para ellas el plan indicado en artículos anteriores de modo que comprenda el conocimiento práctico y teórico de los kindergarten."[MCT 2]
Un dato importante que hay que resaltar es que, las ‘escuelas de párvulos’ a partir de 1907, aproximadamente, dejaron de llamarse así para denominarse kindergarten, término de procedencia alemana que se cambió después por la expresión "jardín de niños" o "jardín de la infancia". De hecho este término no era sino la traducción más cercana a la palabra original y al concepto que dio Froebel al término kindergarten, con el objeto de alejar de las instituciones infantiles de este tipo la idea de escuela. Se eligió la expresión "jardín de niños" y no la de "jardín para niños", porque la primera sugiere la idea de almácigo de nuevas vidas, de jardín viviente en la que los pequeños encontrarían un ambiente apropiado para su crecimiento[MCT 2].
Hacia el año de 1910, se estableció en la Escuela Normal de Profesoras un curso especial para enseñar en los jardines de niños. La carrera de educadoras tuvo que pasar por una serie de transformaciones para que en ese año se tuviera un plan de estudios creado específicamente para su preparación. Finalmente, la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, creó la carrera de Educadoras de Párvulos en la misma escuela normal para profesoras, que se encontraba en el edificio que ocupa actualmente la Secretaría de Educación y bajo la responsabilidad de la misma directora que, al inaugurarse el curso era la señora Profesora Juvencia Ramírez Viuda de Chávez[MCT 2].

Por otro lado, se continuó alentando a las maestras de párvulos, por medio de viajes al extranjero para que se prepararan mejor. Una de las maestras comisionadas para viajar a Europa fue Rosaura Zapata. En la Colección Porfirio Díaz se encuentran algunas de las cartas que le envió al presidente, durante su estancia fuera del país. Estuvo primero en los Estados Unidos y después en París, en donde estudió el sistema Froebel que -como ya se dijo- era el que se utilizaba en los kindergarten.
Entre otras cuestiones, comentaba en sus cartas que el viaje "no había sido estéril, ya que había adquirido programas de todas las materias". Además, había asistido a clases para conocer el "método utilizado". Lo que deseaba era obtener todos los datos necesarios para la fundación de escuelas de ese género.

Posteriormente se trasladó a Inglaterra, en donde asistió a escuelas especiales para niños cuyo desarrollo mental era tardío, y a escuelas al aire libre para niños anémicos. Terminaba por decir que deseaba volver a México para poner en práctica lo que había aprendido y así "llenar el vacío que en materia de educación infantil tenemos". Lo que proponía era una escuela que únicamente se dedicara a preparar a las maestras en la instrucción de niños pequeños, antes del ingreso de éstos a la escuela primaria.
Cuando Rosaura Zapata regresó de su viaje, impartió varias conferencias en las que relataba sus experiencias al respecto. A ellas invitó especialmente al presidente de la República, quien siempre se disculpó ya que "asuntos de carácter oficial le impedían asistir"[MCT 2].
Los niños empezaron a ser "visibles" a partir de las fiestas del Centenario. Fue entonces cuando, por medio de las fotografías, vemos a las maestras muy bien ataviadas, con bellos vestidos y grandes sombreros y, a su lado, desfilaban algunas pequeñas vestidas de blanco.
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Durante el movimiento revolucionario, a pesar de diversos obstáculos, los jardines de niños siguieron funcionando. De hecho, hacia 1913 surgió un fuerte rumor en el sentido de que serían suprimidos. Sin embargo, la realidad era que el gobierno se había dado cuenta de que dichos establecimientos servían a las clases altas y medias, por lo cual trató de que las clases bajas también disfrutaran de ellos.

Con esta finalidad creó secciones subprimarias en muchas escuelas elementales. Lo anterior trajo como consecuencia el que varias educadoras quedaran bajo la dirección de una maestra sin experiencia en jardines de niños, y protestaran éstas diciendo que no todos los niños que asistían a los jardines eran hijos de gente rica. De aquí que la disposición del secretario fuera precipitada[MCT 2].

Hacia enero de 1914 se publicó una ley que se relacionaba con estos planteles. Entre otras cuestiones, se consideraba que la educación que se impartiera en ellos tendría por objeto el "desenvolvimiento armónico de las buenas cualidades de los niños". Se hablaba de cuestiones físicas, morales e intelectuales, se tomaba en cuenta la corrección de sus defectos físicos, psíquicos y sociales, se enfatizaba la necesidad de despertar el amor a la patria y en ser neutral en lo que se refería a creencias religiosas.
Al igual que la primaria, esta educación sería gratuita. Se insistía en que todos los ejercicios de los jardines de niños tendrían que contribuir a la formación de la personalidad de cada alumno[MCT 2]

Para lograr lo anterior se insistía en la observación de la naturaleza y el amor a ella. Se tendrían que desarrollar los "juegos que jugaban en la casa con sus madres y otros parecidos" Se insistía también en realizar marchas, rondas y ejercicios rítmicos. Los cuentos y la observación de estampas tenían un papel muy importante en la educación de los párvulos. Se sugerían trabajos en arena y el cuidado de animales, cuando fuera posible. Los jardines, entonces, admitirían a niños de tres a seis años de edad y serían mixtos[MCT 2].

Cabe señalar que las profesoras Estefanía Castañeda, Rosaura Zapata y Berta von Glumer, compusieron melodías, escribieron literatura infantil como cuentos y rimas, así como cantos y juegos propios del jardín de niños, ya que anteriormente, se reproducía literatura y música extranjera. Existe un interesante acervo y repertorio que se produjo en esa época.

Muchas fueron las penalidades y los problemas a los que tuvieron que enfrentarse las primeras educadoras. De hecho en 1917, fueron suprimidas del presupuesto de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, lo que las obligó a llevar una "vida precaria". Por ello, la profesora Josefina Ramos del Río, quien en 1917 se hizo cargo del curso de Educadoras, anexo a la Normal de Señoritas, impartía casi todas las materias del curso, ya que no había presupuesto para el pago de maestros en todas las asignaturas. Con objeto de formar educadoras que necesitaba el país, y que no desapareciera la carrera por falta de presupuesto, solucionó el problema por medio de un "exiguo sueldo"[MCT 2].

Este problema logró solucionarse completamente hasta el año de 1921, cuando el entonces rector de la universidad, José Vasconcelos, y el director general, Francisco César Morales, lograron reincorporarías al sector de educación, del que nunca debieron ser separadas[MCT 2].


Hacia la consolidación del preescolar

En 1921 se llevó a cabo el Primer Congreso del Niño, y entre los varios temas que en él se trataron estuvo el de los jardines de niños. Al respecto se enfatizó la misión incompleta de los mismos, ya que los niños más necesitados no asistían a dichos planteles[MCT 2].

Entre 1917 y 1926, los jardines de niños aumentaron de 17 a 25 en la capital de la República. Se iniciaron, entonces, los trabajos tendientes a que el ambiente en ellos estuviera saturado de todos aquellos elementos que propiciaran que la educación del párvulo fuera de la forma más natural y agradable.

En el año de 1928 fue creada la Inspección General, nombrándose como su directora a la señorita Rosaura Zapata. Esta maestra presentó un proyecto para transformar los kindergarten. Se hablaba de la necesidad de que en ellos se formara a niños netamente mexicanos, saludables, alegres, espontáneos y unidos. Se trataba de formar seres laboriosos, independientes y productivos.

De acuerdo con las necesidades propias de nuestro país se crearon juegos, se compuso música mexicana y se trató que el mobiliario fuera elaborado por obreros mexicanos. Todo esto iba encaminado a despertar el amor de los niños por su patria[MCT 2].

Hacia finales del gobierno de Plutarco Elías Calles el número de jardines de niños había aumentado a 84 en la capital de la República. Este incremento indica el interés que, poco a poco, fue mostrando el gobierno por la educación de los párvulos.

Posteriormente, en 1931, se elevó la Inspección General de Jardines de Niños al rango de Dirección General. Al buscar la democratización de estas escuelas, algunas se establecieron en los barrios más pobres de la ciudad. Por otro lado, también se fundaron ocho jardines anexos a las escuelas normales rurales[MCT 2].

Para 1932 ya existía el servicio de jardines de niños en toda la ciudad, incluso algunos de ellos fueron ubicados en delegaciones lejanas para atender a niños campesinos. La base de su pedagogía seguía siendo la de Froebel. En cada uno de los planteles había grupos de padres y educadoras que trabajaban juntos en beneficio del plante y, en algunos, se instrumentaron clases de corte, confección y cocina para apoyar a las madres de familia. Todo esto trajo como consecuencia un mayor acercamiento entre la escuela y la comunidad[MCT 169].

Durante la época de la educación socialista los jardines de niños también sufrieron importantes cambios. Se suprimió en ellos la literatura infantil, a la que se tachaba de "sentimentalista e irreal". Se insistía, además, en que desde los primeros años de suvida, los niños debían darse cuenta de que eran "trabajadores al servicio de la patria y agentes de transformación social"[MCT 170].

Eran las educadoras las encargadas de conseguir el "nuevo material" en lo que se relacionaba con cuentos, rimas, cantos y juegos. También se reiteró la necesidad de realizar pequeñas obras de teatro.
La pedagogía que seguía vigente era la de Froebel. Se hablaba del respeto al desarrollo del niño con estricto apego a las leyes que regían su naturaleza. Constantemente se recordaba que al niño se le debía poner en contacto con la naturaleza. Los ejercicios al aire libre, al igual que los juegos, eran parte importante de estos programas.
Paralelamente al trabajo realizado en los jardines de niños, se llevaban a cabo diversas actividades en la comunidad. Se insistía en el mejoramiento del hogar, se impartían clases de cocina y confección de ropa, se proporcionaba gratuitamente atención médica, desayunos escolares e incluso se enseñaron los cantos de la ideología socialista[MCT 2].

El presidente Cárdenas, en 1937, decretó que la educación prescolar quedara adscrita a la Dirección de Asistencia Infantil, misma que en 1938 pasó a ser la Secretaría de Asistencia Social. Por su parte, el presidente Ávila Camacho trasladó, en 1941, dicho nivel escolar a la Secretaría de Educación Pública, creándose el Departamento de Educación Preescolar. En ese mismo año se formó una comisión que reorganizaría los programas relacionados con salud, educación y recreación.

El secretario de Educación Pública, Torres Bodet, consideraba que a pesar de que la educación de los niños era tarea primordial de la madre, en muchas ocasiones no tenían ni el tiempo ni la preparación para atender correctamente a sus hijos. De aquí la necesidad de que el Estado las auxiliara por medio de la educación preescolar.
Fue por ello que la Secretaría de Educación Pública hizo grandes esfuerzos para mejorar las instalaciones de estos planteles, y equiparlos con el mobiliario y el material didáctico que respondiera mejor a sus necesidades. Su número aumentó considerablemente. En 1946 había un total de 620 en toda la República[MCT 2].
Miguel Alemán también se preocupó por el avance del preescolar. Fue entonces cuando la Dirección General de Educación Preescolar se orientó a preparar educadoras en todo el país. Para este fin se utilizó como medio la radio, a través de programas diarios que deberían desarrollar las maestras con los niños. Al finalizar el sexenio de Alemán habla en toda la República 898 jardines de niños.
Los principales objetivos de esta educación eran:

a) la salud del niño
b) el desarrollo de su personalidad
e) el desarrollo de un ambiente sano
d) las relaciones con los padres de familia, a quienes se consideraba como los mejores educadores de
los pequeños[MCT 2].

Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) confirió a los jardines de niños más importancia desde el punto de vista técnico que desde el económico, de aquí que la dirección respectiva subrayara la atención a los pequeños y la unión con su propio hogar para conseguir la cooperación de éste en la labor educativa de los planteles. En un primer momento, lo que se logró fue la cooperación de las autoridades, de las sociedades de madres de familia y la ayuda de las educadoras.
Este primer esfuerzo continuó gracias a la constante labor de las madres de familia, quienes siempre se preocuparon por la mayor eficacia de la educación en los jardines de niños. El resultado fue que los planteles aumentaron a 1 132 en todo el país. Incluso, en 1957, se celebró en México el Congreso de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP)[MCT 2].

Es interesante hacer notar que en el informe presidencial 1957-58, se habla ya del servicio de seis "guarderías infantiles" para hijos de empleados administrativos y de maestros[MCT 175]. Esto llama la atención ya que significa que cada vez más mujeres ingresaban al mercado de trabajo y necesitaban un lugar seguro en donde sus hijos pudieran permanecer mientras ellas salían de sus hogares a trabajar.

El sexenio de Adolfo López Mateos (19581964) se distinguió por su preocupación por mejorar la educación pública, y la enseñanza del preescolar no fue una excepción. De este modo, desde el punto de vista cuantitativo los planteles aumentaron a 2 324 en todo al país. Fue también durante este sexenio, que se reubicó a la Escuela Nacional para Maestras de Jardines de Niños (1960) en su nuevo edificio.

Como se puede apreciar, la historia tanto de la creación de los jardines de niños como de la Escuela Nacional de Educadoras, es relativamente reciente, tal vez a ello se debe la "invisibilidad" de los niños en edad preescolar, a lo que se aúna el hecho de que este nivel educativo nunca ha sido obligatorio para ingresar a los estudios de primaria.

En lo que se refiere a cuestiones cualitativas, la reforma de la educación preescolar del sexenio estableció nuevas normas. Entre las más importantes podemos mencionar: protección de los párvulos en cuanto a salud, crecimiento, desarrollo físico e intelectual y formación moral; iniciación en el conocimiento y uso de los recursos naturales de la región en que habitaban; adaptación al ambiente social de la comunidad; adiestramiento manual e intelectual, mediante labores y actividades prácticas; estimulación de la expresión creativa del pequeño.

A la educación preescolar se le asignó el siguiente plan:
a) Protección y mejoramiento de la salud física y mental
b) Comprensión y aprovechamiento del medio natural
c) Comprensión y mejoramiento de la vida social
d) Adiestramiento en actividades prácticas
e) Expresión y actividades creadoras[MCT 176].

Cabe señalar que durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, gran parte de este esfuerzo hacia la educación preescolar se vio mermado por otras prioridades. De hecho, varios educadores se quejaban de que, después de haberse celebrado en México el Congreso de la Organización Mundial para la Educación Preescolar, en 1957, ni siquiera se había formado un "grupo mexicano" que apoyara a esa institución, cuando que en otros países latinoamericanos como Chile y Uruguay habían habido importantes avances al respecto.

El progreso cuantitativo fue mínimo ya que de 2 324 planteles que había en el sexenio anterior, tan sólo aumentaron a 3 164 durante el gobierno de Díaz Ordáz, incremento insuficiente, ya que cada vez la población escolar aumentaba así como el número de madres que salían a trabajar[MCT 2].

De hecho, el paso más importante se dio durante el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976). Fue entonces cuando se logró reestructurar los planes de trabajo con base en las más modernas corrientes psicopedagógicas, adaptándolas a las características de cada región.

Se insistía en que el proceso de aprendizaje radicaba en dos actividades fundamentales: jugar y ampliar las experiencias sensomotrices. En lo que se refiere al juego, se afirmaba que éste "enseña al niño a coordinar el ritmo de sus movimientos; lo ayuda a desarrollarse física y socialmente, y contribuye a modelar su personalidad y a practicar sus habilidades". A lo anterior se aunaban las experiencias socioafectivas las cuales, decían, "reafirman su estabilidad emocional; determinan en gran parte su modo social de ser; le dan una imagen más objetiva de sí mismo, y le proporcionan una base comparativa más sólida entre su realidad y la naturaleza del mundo que lo rodea[MCT 2].

El cuerpo, el espacio y el tiempo fueron los planos en los que se manejaron tanto las imágenes como los símbolos y los conceptos. También se puso énfasis en la capacidad de atender, recordar y asociar ideas. Se estimuló el deseo de expresar correctamente las propias ideas, lo cual era muy importante para introducir a los alumnos en el mundo del lenguaje.

La educación preescolar tenía los siguientes contenidos:
a) El lenguaje
b) Las matemáticas
c) El hogar y el jardín de niños
d) La comunidad
e) La naturaleza
f) El niño y la sociedad
g) El niño y el arte
h) Las festividades y los juguetes[MCT 2].

Esto nos muestra el interés que existía en ese gobierno por la educación preescolar, por su difusión y su perfeccionamiento. Se trata así de un largo camino que los párvulos han tenido que recorrer para hacerse visibles.
Una última reflexión

Después de este breve recorrido por la historia de la educación preescolar en nuestro país, podemos decir que se trata de un esfuerzo que ha perdurado desde finales del siglo XIX hasta nuestros días.
No cabe duda que la historia de las mujeres y la de los niños están ligadas. Quizá por ello han sido marginados de la historia durante muchos años. En el momento en que los investigadores empiezan a mirar hacia las mujeres, también lo tienen que hacer hacia los niños. De hecho, cuando los niños y las niñas empiezan a ser "visibles", es cuando se fotografían al lado de sus maestras, como sucede durante las fiestas del Centenario.
Las escuelas son lugares en donde los niños están "seguros" mientras las madres salen de trabajar. Se trata de una infraestructura necesaria para que las madres trabajen y sean productivas económicamente. Es por ello que a finales del siglo XIX se logra que los niños, desde los 4 años, asistan al plantel preescolar. Posteriormente, a mediados del siglo XX, surgen las guarderías, que se encargarán de cuidar a los niños desde los tres meses mientras las mujeres realizan actividades fuera de su hogar

Poco se ha escrito al respecto pero, de hecho, podemos imaginar un mundo diferente en el que la mujer tendrá más "tiempo" para ella y el niño iniciará su socialización desde una edad temprana. Esto significa también que un grupo de mujeres se prepararán para recibir a estos niños en las escuelas.

Es interesante hacer notar que, mientras unas mujeres salen de sus hogares para prestar sus servicios en diversos rubros económicos y, por lo tanto, tienen que dejar a sus hijos en las escuelas de párvulos, otras se encargan de "educarlos" dentro de dichas escuelas. Es así un mundo de mujeres y de niños al cual tan sólo estamos empezando a asomarnos.

Es necesario también, resaltar la importancia que ha representado la función de los jardines de niños en la educación de los más pequeños, con una identidad propia pero poco reconocida, al responder a una necesidad de la sociedad, como la de las madres trabajadoras; y cómo la función de esta institución, se ha tenido que modificar a lo largo del tiempo tanto en sus principios pedagógicos, como en su misma función.

Queda todavía mucho por escribir y analizar al respecto[MCT 180]. Sin embargo, ésta no es una labor fácil. Queda así este pequeño artículo como una primera inquietud por escribir esta historia. Sin embargo, considero que la historia del preescolar está por escribirse.

 


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