Dorothy Tanck de Estrada
El Colegio de México
Los
justos títulos
Apenas vuelto a España CRISTÓBAL COLÓN, después
de haber encontrado las tierras de
las Indias ,
el papa ALEJANDRO VI se dirigió al rey FERNANDO y
a la reina ISABEL en un documento conocido como la donación
papal. En mayo de 1493, el pontífice señaló
la manera en la cual España y Portugal se iban a repartir los terrenos
descubiertos. Reconoció que los monarcas españoles habían
financiado el viaje de Colón con el santo y loable propósito
[de] sujetar las dichas islas y tierras firmes y los habitadores y naturales
de ellas, reducirlos a la fe católica. Luego, el Papa ordenó:
Os requerimos [que] queráis y debáis con ánimo
pronto y celo de verdadera fe, inducir los pueblos que vivan en tales
islas y tierras a que reciban la religión cristiana. Luego
les concedió los territorios a cien leguas hacia el occidente de
las Azores y el Cabo Verde, al mismo tiempo que les mandó en
virtud de santa obediencia... procuráis enviar a dichas tierras
firmes e islas, hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y expertos,
para que instruyan a los susodichos naturales y moradores en la fe católica
y les enseñen buenas costumbres .
La
concesión que obligó a España a evangelizar a los
naturales del Nuevo Mundo fue conocida como los justos títulos.
La enseñanza a los nativos de la religión y de buenas
costumbres era la condición que justificaba la concesión
a la monarquía española de los territorios occidentales.
Así, la educación indígena estaba ligada al derecho
de España de dominar las nuevas tierras, porque debido a esta
tarea evangelizadora ostentaban los justos títulos
a las posesiones americanas.
La
educación indígena durante los siglos XVI y XVII
De esta manera, de buena o de mala gana, la corona asignó dinero
y hombres a la educación de los indígenas
durante los trescientos años de la época colonial. Su principal
ayuda durante el siglo XVI fue la iglesia católica, cuyos frailes,
los franciscanos, dominicos y agustinos, dirigían las parroquias
de los indios, llamadas doctrinas, y se encargaban de la evangelización
y de la enseñanza. Sostenidos principalmente por el gobierno español,
las órdenes religiosas inventaron métodos novedosos para
transmitir los conocimientos religiosos--- pinturas, catecismos con dibujos
en vez de palabras, danza, teatro y música (métodos audiovisuales),
además de enseñar las artes y oficios y fundar colegios
de internados para indígenas durante el siglo XVI: los franciscanos
en Tlateloco, los jesuitas en Pátzcuaro, Tepozotlán y el
colegio de San Gregorio en la ciudad de México .
En
1585 el III Concilio Mexicano legisló sobre dos puntos relacionados
con la educación indígena. Prohibió la ordenación
de los indios como sacerdotes y mandó que los párrocos usaran
la lengua indígena de cada región para la evangelización.
La primera disposición sirvió para desanimar los esfuerzos
para promover estudios avanzados para los indígenas porque ya no
podían llegar a ser sacerdotes de la iglesia católica. A
pesar de la prohibición para las órdenes sacras, algunos
indígenas asistieron a la Universidad de México para estudiar
filosofía,
gramática latina, derecho y medicina, ya que esa institución,
fundada en 1551, estaba reservada para alumnos españoles y para
indígenas nobles .
El
segundo mandato del Concilio por el cual los clérigos debieran
aprender la lengua de los neófitos y al mismo tiempo procurar enseñarles
el castellano no concordaba con la opinión del Consejo de Indias
en España. Ahí las autoridades peninsulares criticaban que
la conservación de los idiomas americanos propiciaba la idolatría
y la superstición; además, la habilidad de hablar una lengua
indígena por los sacerdotes mestizos y criollos perjudicaba,
según el Consejo, el nombramiento a las doctrinas del Nuevo Mundo
de clérigos ibéricos mejor calificados. El rey FELIPE
II se opuso a la idea del Consejo de Indias de obligar a los indios
a aprender el castellano y declaró: No parece conveniente
apremiarlos a que dejen su lengua natural y que se debía
guardar la que esta mandado en no promover curatos sino a quien
sepa a la de los indios. Aunque el monarca optó por la posición
del III Concilio Mexicano, añadió que también se
debiera designar maestros que enseñaran el castellano a quienes
voluntariamente quisieren
Las cédulas reales posteriores al siglo XVII reiteraron el
doble mandato: la colocación en las doctrinas de sacerdotes que
supieran las lenguas indígenas y el fomento de la enseñanza
del castellano a los indios .
En la práctica, más importante que la legislación,
tres hechos contribuyeron a la divulgación de la lengua española
entre los indígenas. La primera era la situación demográfica:
en lugares donde la población india no era tan numerosa en relación
con los mestizos y criollos, se extendió el uso del castellano.
La segunda tenía que ver con los contactos entre los grupos sociales:
la participación de los indígenas en los mercados, en obras
de construcción, en las haciendas, en las minas o en trabajos de
servicio en las casas, aumentaba su dominio del español. Finalmente,
el intercambio de documentos y declaraciones legales con las autoridades
virreinales y la asistencia a escuelas en los pueblos de indios fueron
procesos que incrementaron a finales del siglo XVIII y contribuyeron al
mayor uso del castellano entre los indios .
Durante
el reinado del último rey de los Habsburgos, CARLOS II,
el hechizado, se expidieron una serie de cédulas reales,
relacionadas con la queja del arzobispo de Lima de que había sido
tan conservada en esos naturales su lengua india como si estuvieran
en el imperio del inca.
Por primera vez se hablaba de escuela, y no sólo de
maestros, para la enseñanza del castellano. También
se inició en la legislación el mandato de enseñar
a leer y escribir a los indios. En tercer lugar, se prestó
atención a la manera de financiar las escuelas. Se ordenó
pagar a los maestros con fondos de los bienes de comunidad
de pueblos de los indios, esto es, del dinero recaudado anualmente
en las tesorerías municipales. Finalmente, se mencionó por
primera vez el establecimiento de escuelas para las niñas indígenas
en las poblaciones con mayor número de habitantes. En 1693 el rey
encargó el fomento de las escuelas a las autoridades civiles locales
(los alcaldes mayores) porque ellos eran los supervisores de las cajas
de comunidad de los pueblos de indios, de donde se pagaba a los profesores .
Estas cédulas se dirigían principalmente a los obispos de
México, Puebla, Oaxaca, Michoacán y Guadalajara quienes
respondieron que habían empezado a llevar a cabo la fundación
de escuelas .
Otro
estímulo para la educación indígena que se realizó
en este periodo fue la cédula real de 1697, repetida en 1725, que
revocó la prohibición para la ordenación sacerdotal
de los indios. Se declaró que los indígenas podrían
recibir las órdenes sagradas y deberían ser tratados según
y como los demás vasallos en mis dilatados dominios de la Europa,
con quienes han de ser iguales en todo.
Los tres colegios internos para indígenas en Parras, Coahuila,
en 1622; en San Luis de la Paz en 1640, añadido la escuela establecida
en 1594; y el Colegio de San Javier, Puebla, en 1751, probablemente sirvieron
con los cuatro del siglo XVI, para la preparación de los alumnos
nativos para ocupar puestos eclesiásticos, políticos
y civiles, además de los seminarios diocesanos, fundados
al final del XVII, que tenían becas para los seminaristas indios .
Educación indígena en el siglo XVIII
Para entender la educación indígena en el siglo XVIII es
importante tomar en cuenta la estructura y funciones de los pueblos
de indios de la Nueva España. En la cédula real de
1691, el rey ordenó pagar a los maestros de escuela de los
bienes de comunidad de pueblos de los indios y así reconoció
que los pueblos representaban una forma de gobierno local y una fuente
de divisas que se podría usar para las escuelas. El pueblo
de indios
era uno de tres tipos de asentamientos humanos reconocidos en la legislación.
La base de la estructura política y administrativa del virreinato
al nivel local consistía en las ciudades y las villas de españoles
y los pueblos de indios. En el siglo XVIII había aproximadamente
70 ciudades y villas de españoles y 4 000 pueblos de indios. En
las ciudades y villas había ayuntamientos o cabildos, y en los
pueblos de indios, el cabildo se llamaba la república.
El pueblo de indios era una entidad corporativa, reconocida legalmente,
con gobernantes indígenas electos anualmente, donde vivían
por lo menos 80 tributarios (aproximadamente 360 indígenas) y había
una iglesia consagrada y una dotación de tierra comunal inalienable.
Los oficiales de república eran el gobernador, el alcalde,
el regidor, el alguacil mayor y el escribano, encargados de recolectar
el tributo, supervisar las tierras de comunidad y los fondos de la caja
de comunidad, administrar justicia para crímenes menores según
la costumbre del pueblo, financiar y dirigir las principales fiestas religiosas,
representar al pueblos legalmente y ser testigos de los testamentos de
los indígenas. Cada año los vocales o electores
indígenas del pueblo eligieron los oficiales de república.
Los ingresos del pueblo provenían principalmente del producto
de diez varas cuadradas de tierra (diez metros cuadrados) que cada tributario
cultivaba y el arrendamiento de terrenos sobrantes de los bienes de comunidad.
Casi todos los fondos eran gastados cada año en las ceremonias
litúrgicas, comida comunal, fuegos pirotécnicos, música
y flores de las festividades sacras, especialmente la del santo patrón
del pueblo, Corpus Christi, Jueves Santo, y las tres pascuas: Navidad,
Resurrección y Pentecostés .
A principios del siglo XVIII los obispos empezaron a ordenar que
las cajas de comunidad o los padres de los niños indios financiaran
las escuelas de lengua castellana, nombre usado hasta 1773
para las escuelas donde se enseñaban el castellano, la doctrina
cristiana, leer y escribir. El arzobispo de México, basándose
en un decreto de 1716 del virrey, fundó escuelas, una para niños
y otra para niñas, durante su visita pastoral a los pueblos de
indios al norte de la capital .
Posiblemente en otras diócesis los prelados llevaron a cabo programas
parecidos al de México .
A mediados del siglo XVIII, el arzobispo Manuel Rubio y Salinas
ordenó a los párrocos en las doctrinas que establecieran
escuelas .
Tres fueron los documentos enviados a cada sacerdote: un edicto del 31
de julio de 1753 en el cual se mandó que se cumpliera las
reiteradas cédulas de su majestad referentes a la enseñanza
del castellano: una Instrucción para el establecimiento de
escuelas de lengua castellana para los niños y niñas,
y las Diligencias judiciales que se debían observar en orden
a plantar, fundar y establecer la escuela.
La Instrucción presentaba los ocho pasos que cada párroco
debía seguir para lograr el establecimiento de la escuela. El primero
era captar la voluntad de los gobernantes indígenas
del pueblo y hablar a cada oficial indio uno por uno, mañosamente
para que condesciendan. Los pasos dos a cuatro se referían
al salario mensual adecuado para el maestro que se debería conseguir,
según había ordenado el rey, de los bienes de comunidad,
del cultivo de una tierra común o de una contribución de
todos los del pueblo. El quinto paso recomendó enseñar separadamente
a los niños y la niñas a leer, hablar y escribir en
lengua castellana y a rezar y cantar en ella la doctrina cristiana.
El sexto punto señalaba que el fiscal indio del pueblo ha
de llevar los niños y niñas a la escuela aunque sus padres
resistan. El séptimo paso aconsejaba al sacerdote exhortar
pero no compeler a los adultos a que aprendieran el español
y el octavo, mostrar a los indígenas el edicto del arzobispo. Se
mencionó poner la escuela en la casa del párroco para poder
supervisar el desempeño del preceptor y la posibilidad de que el
sacerdote contribuyera al salario del maestro .
Rubio y Salinas llevó a cabo el proyecto educativo al mismo tiempo
que cumplió con la real cédula de 1749 que ordenaba la
secularización de las doctrinas
en todo el arzobispado de México. Esta sustitución de los
frailes de las órdenes religiosas por sacerdotes diocesanos, esto
es por clérigos seglares, provocó oposición de los
feligreses indígenas, de los franciscanos y agustinos, y de los
habitantes de la ciudad de México. En Apatzingán y varios
pueblos de Oaxaca los indios detuvieron al fraile e impidieron la entrada
del nuevo párroco. Las órdenes religiosas publicaron sátiras
acusando al arzobispo de poner a sus parientes en las doctrinas, quienes
no hablaban las lenguas indígenas y desplazaban a los criollos.
En la capital circulaban versos anónimos que decían que
Rubio y Salinas llevaba a cabo la secularización de las doctrinas
por la codicia de apoderarse de los ornamentos de las iglesias
de los frailes .
El Rey Felipe V, dándose cuenta de la oposición,
suavizó la secularización al ordenar que se debía
realizar gradualmente, sin quitar al fraile hasta que muriera, para poner
el sacerdote diocesano, y que los nuevos párrocos estuvieran con
perfección instruidos en los idiomas de los naturales y éstos
en el castellano .
Para 1754 había escuelas en 281 pueblos de indios en el arzobispado
de México. La mayoría estaba financiada por los padres de
familia y las demás por el dinero de las cajas de comunidad o del
subsidio dado por el párroco.
Pueblos de indios con escuelas de lengua castellana en el Arzobispado
de México, 1754.
La década de 1760 a 1770 fue un teimpo de cambios abruptos en la
política virreinal, los que no fueron bien recibidos por los moradores
de la Nueva España. En 1765 llegaron 5 000 soldados mercenarios
de España para formar el primer ejército permanente; durante
los 250 años anteriores no habían existido tropas estacionarias
en el virreinato. Luego llegó el visitador José de Gálvez
para iniciar reformas económicas y tributarias y en 1767 la Corona
ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús
de todos los territorios de la monarquía. Unos 400 jesuitas tuvieron
que salir de la Nueva España al exilio en Italia. La mayoría
eran criollos, que se habían dedicado a tres tareas: evangelizar
a los indios en el norte; directores de ejercicios espirituales y predicadores
en las áreas urbanas; y profesores en los colegios ubicados en
21 ciudades y villas de la Nueva España. En muchos de estos colegios,
un hermano coadjutor enseñaba las primeras letras a niños
de todos los grupos sociales, incluyendo a los indígenas .
Uno de los encargos del visitador Gálvez fue la reforma administrativa
de las finanzas de las ciudades españolas y de los pueblos de indios.
El modelo para este proyecto era la Real Instrucción del 30 de
julio de 1760, expedida por Carlos III para las poblaciones de España.
La Instrucción ordenaba implantar un nuevo sistema para administrar
los fondos municipales de la Península. Siguiendo el ejemplo de
lo realizado en Madrid, Gálvez estableció en la ciudad de
México la Contaduría General de Propios, Arbitrios y Bienes
de Comunidad. (Propios eran los terrenos comunales de los
municipios españoles; arbitrios eran los impuestos en dichas localidades
y Bienes de comunidad eran las tierras comunales y fondos
de los pueblos de indios.
) El visitador redactó reglamentos para varias ciudades, como Guanajuato,
San Luis Potosí y la ciudad de México y en 1773 se empezaron
a elaborar reglamentos para los pueblos de indios. Para ambos tipos de
municipios, de españoles y de indígenas, la pauta fue la
misma: aumentar los ingresos, disminuir los gastos y enviar el dinero
sobrante fuera de las localidades a las cajas reales. Para los españoles
e indígenas, la nueva fiscalización impuesta por los reglamentos
significaba un cambio. Antes los ayuntamientos y las repúblicas
manejaban con virtual autonomía la recaudación y gasto de
los fondos y casi siempre los erogaban en celebraciones religiosas. Los
reglamentos de bienes de comunidad para los pueblos de indios limitaban
los gastos para fiestas y ordenaban el pago del salario para un maestro
de escuela en los lugares con suficientes fondos .
Reglamento del pueblo de Tequila, intendencia de Guadalajara, 1792
Gradualmente se fueron estableciendo escuelas para los niños indígenas
o se aumentaron los sueldos en pueblos que ya tenían maestros antes
de 1773 .
En el campo de la educación, el resultado de esta política
fue que en la intendencia de México, 467 pueblos de indios (37%
de los 1 245 pueblos) tenían escuelas de primeras letras; en la
intendencia de Michoacán, 94 pueblos (37% de los 254 poblaciones)
y en Guanajuato 50% de los 39 pueblos. En todo el virreinato de la Nueva
España había 1 015 pueblos de indios con escuelas. Esto
significaba que 26% de los 4 088 pueblos tenían escuelas de primeras
letras en 1808.
Escuelas en los pueblos de indios de Nueva España, ca. 1803
Los reglamentos de bienes de comunidad y las cuentas financieras anuales
de cada pueblo en la intendencia de México presentan datos sobre
los 467 escuelas. En primer lugar, la Iglesia financió solamente
14 de estas 467 escuelas, esto es 3%. Los padres indígenas sostenían
114 (24%); las cajas de comunidad contribuían parte del salario
en 205 localidades (44%) y en 134 (29%) pueblos de indios el salario completo
del maestro fue otorgado por las cajas comunales.
Escuelas de indios y forma de financiamiento, intendencia de México,1808
Nueve
de las 43 subdelegaciones de la intendencia de México se destacaban
por tener escuelas con excelentes salarios (96 pesos o más al año
pagados por las cajas de comunidad): Tetela del Río, Otumba, Lerma,
Tacuba, Coyoacín, las parcialidades de Santiago Tlatelolco y de
San Juan Tenochitlan en la ciudad de México, Querétaro,
Apan y Chalco.
En las demás intendencias varios pueblos de indios también
pagaban buenos sueldos a sus maestros y en algunos lugares sostenían
escuelas para niñas indígenas. Los lugares donde se otorgaban
los salarios más altos eran:
Tenancingo, intendencia de México, 500 pesos al año
Yanhuitlán, intendencia de Oaxaca, 300 pesos al año
Pátzcuaro, intendencia de Michoacán, 300 pesos al año
Malpaís, intendencia de Durango, 250 pesos al año
San Andrés Tuxtla, intendencia de Veracruz, 250 pesos al año
Tlaltenango, intendencia de Zacatecas, 200 pesos al año
Tacámbaro, intendencia de Michoacán, 200 pesos al año
Malinalco, Yautepec, Asuchitlan y Poliutla, intendencia de México,
200 pesos al año.
En
algunas subdelegaciones había escuelas en la mayoría de
los pueblos de indios y una escuela por cada 160 niños entre seis
y doce años de edad:
Huexolotitlán
y Cuatro Villas, intendencia de Oaxaca
Xalacingo y Orizaba, intendencia de Veracruz
Chietla y Totmehuacan, intendencia de Puebla
Jiquilpan, Zamora y Uruapan, intendencia de Michoacán
Zapotlán, intendencia de Guadalajara
Aguascalientes, intendencia de Zacatecas
Zimapán, Lerma, Apan, Coyoacán, Tetela del Río,
Malinalco, Ecatepec, Cuautla, Coatepec, Temascaltepec, Zumpango de la
Laguna, intendencia de México .
Las escuelas
para niñas indígenas, llamadas amigas o migas,
eran menos que las de varones. Sin embargo, al final del siglo XVIII,
había escuelas para muchachas en las intendencias de México,
Veracruz, Puebla y Durango, y posiblemente en otras regiones.
Escuelas
para niñas indias
Además, en 1805 existían colegios internados para jóvenes
indias en la ciudad de México (2), Cuescomatitlán y Cajititlán,
subdelegación de Tlajomulco (intendencia de Guadalajara) y Toluca .
Los internados de estudios primarios y avanzados para varones indígenas,
al final del siglo XVIII, eran San Gregorio en la ciudad de México,
el colegio en Pátzcuaro y el colegio de San Javier en Puebla. Los
otros cuatro colegios (Santiago Tlatelolco, Parras, San Luis de la Paz
y Tepotzotlán) ya no tenían internados, pues se habían
convertido en escuelas de primeras letras .
La
educación indígena no consistía solamente en la enseñanza
de la doctrina cristiana, sino que también incluía el castellano,
la lectura, la escritura, el canto y a veces tocar algún instrumento
musical y la aritmética .
Los maestros eran laicos, no sacerdotes ni frailes; en Oaxaca seminaristas
bi-lingües enseñaban en algunos pueblos .
Su financiamiento venía de las cajas de comunidad o de las familias
indígenas, con excepción de la intendencia de Oaxaca, donde
casi la mitad de las escuelas recibían ayuda financiera del párroco.
Es importante recordar que había lugares donde se pagaba al maestro
con dinero de la dominica, una recolecta llevada a cabo por
los oficiales de república después de la misa dominical.
Los fondos venían de los indios, no del sacerdote, aunque él
supervisaba la colecta y recibía parte del dinero. En pueblos donde
la caja de comunidad contribuía al salario magisterial, era la
autoridad civil local, en la persona del subdelegado, quien vigilaba el
pago al maestro de los fondos en las cajas comunales y nombraba al preceptor,
a veces con la anuencia del párroco.
La vida escolar en los pueblos de indios
Para los indios de la Nueva España no era extraño enviar
a sus hijos a la escuela. Desde el siglo XVI la enseñanza diaria
catequística en la parroquia, generalmente impartida en la lengua
indígena por el fraile, el sacerdote o el indio fiscal, era común
y los niños iban una o dos horas cada mañana .
Lo que cambió a mediados del siglo XVIII era que además
de la enseñanza religiosa se incluían el castellano, la
lectura y a veces la escritura; el horario era más largo y el sueldo
del maestro era pagado por las cajas de comunidad o por los padres de
familia. Las escuelas de doctrina cristiana se convirtieron en escuelas
de lengua castellana y el doctrinero en maestro de escuela
o preceptor.
A menudo los documentos de este periodo mencionan la repugnancia
de los padres indígenas de enviar a sus hijos a la escuela, argumentando
tres razones principales. La insistencia en el periodo de 1754 a 1770
de enseñar solamente en castellano no era del agrado de las familias,
en parte por la actitud de las autoridades eclesiásticas y gubernamentales
hacia las lenguas indígenas por considerarlas bárbaras,
y en parte por querer que la instrucción estuviera en su propio
lengua por parecerles que su idioma tiene más sal o porque
les parezca más dulce por ser de su Patria o porque lo maman.
Especialmente para la doctrina cristiana, los indios querían que
la enseñanza fuera en su lengua nativa. Más adelante, cuando
la actitud de que se extingan los diferentes idiomas de que se usa
y sólo se hable el castellano, se cambió a una de
estímulo pero no de aprendizaje obligatorio, y un mayor número
de los mismo indígenas y los preceptores eran bilingües, la
oposición por razones de la lengua de enseñanza disminuyó
notablemente .
Otro motivo de protesta estaba relacionado con el costo de la escuela.
En vista de que frecuentemente los padres tenían que contribuir
de sus bolsillos parte o todo del salario magisterial, la carga económica
les pesaba y solicitaron al gobierno que las cajas comunales asumieran
el financiamiento. Otra razón económica para oponerse a
la escuela en la Nueva España y en el resto del mundo occidental
en esta época, era que la asistencia de los niños a clases
durante varias horas, los apartaba de sus tareas en la agricultura. En
general, la resistencia hacia la escuela estaba ligada a los efectos negativos
que causaban en la economía familiar.
Los indios,
afianzado su caudal más que en su propio trabajo, en el servicio
que les hacen sus hijos desde la pequeña edad de cinco años
en que les aplican a guardar sus cerdos, gallinas, burros y bueyes,
cuidando sus cortas siembras del perjuicio de estos animales y suministrando
a sus padres la comida en el trabajo y habiendo de separarse de dichas
cosas por la diaria concurrencia a las escuelas, estos mismos indios
que antes eran beneficiarios y útiles a sus padres, les serán
perjudiciales y gravosos .
Por
eso, en lugares donde las cajas de comunidad cubrían el salario
del preceptor casi desaparecieron las quejas de los padres, aunque a veces
el sacerdote quedó insatisfecho con la asistencia porque consideraba
que debían asistir todos los niños .
Aunque en la cédula real de 1770 la meta oficial para América
y las Filipinas era que de una vez se llegue a conseguir el que
se extingan los diferentes idiomas de que se usan en los mismo dominios,
y sólo se hable el castellano, cédulas posteriores
de 1778 y 1782 dejaron de insistir en este mandato y pusieron hincapié
en las primeras letras al promover, pero no obligar, la castellanización.
Como resultado, a menudo los maestros eran bilingües y de hecho los
indígenas los preferían así. El gobernador de Xochimilco
señalaba que necesitamos un sujeto que a más de estar
impuesto perfectamente en los misterios de la fe que ha de enseñar,
tenga facilidad de traducirla del idioma castellano a el mexicano. Esta
es casi la cualidad principal que se debe solicitar en el maestro que
haya de cultivar a los párvulos de esta feligresía .
Muchas veces en las áreas rurales el preceptor de escuela
era el único
no indio en el pueblo. De los 36 maestros en la subdelegación de
Tlapa (estado actual de Guerrero), 21 preceptores eran los únicos
no indios en el pueblo.
Características de los maestros en los pueblos de Tlapa, intendencia
de Puebla, 1791
Regiones, como Tecali, Huachinango (Puebla), Villa Alta, Antequera, Nochistlán,
Miahuatlán, Cuuilapan y Tehuantepec (Oaxaca), tenían maestros
indígenas. En Yucatán, probablemente 33% de las 72 escuelas
fueron dirigidas por maestros de color (mulatos) y las demás
por españoles, algunos de los cuales cambiaron su residencia de
Mérida al pueblo donde enseñaban. También en Chiapas
hay indicios de que indios y mestizos ejercían el magisterio. En
la intendencia de México, pueblos en las subdelegaciones de Tetela
del Río, Metepec, Tenango del Valle, Ixtacalco, Meztitlán
y Cuernavaca tenían maestros indígenas .
Lista de maestros de escuelas en la jurisdicción de Miahuatlán,
Oaxaca, 1784
Si los moradores de un pueblo no estaban satisfechos con el preceptor,
no podían despedirlo si su salario era pagado por la caja de comunidad,
porque esta fuente de financiamiento estaba bajo la jurisdicción
del gobierno virreinal; por ende, era el subdelegado de la región
quien nombraba el maestro y sólo él, con el permiso del
gobierno, podía destituirlo. ¿Qué podían hacer
los pueblos con un preceptor no deseado? Lo más común era
retirar sus hijos de la escuela o mandarlos sin pagar al maestro. Esta
táctica se llamaba aburrir al maestro y los maestros
compelidos a la hambre se vean precisados a retirarse. En pueblos
donde el sueldo entero venía de las cajas comunales, la república
tenía que solicitar por escrito su destitución, que en 50%
de los casos estudiados era aprobada y en el resto, negada. En otros casos
los gobernantes indígenas llegaban a un acuerdo con el subdelegado
y el sacerdote para cambiar al preceptor .
Los indios sabían lo que querían en un maestro: capacidad
en la enseñanza, un trato amable con los niños y una vida
ejemplar. No estaban conformes con preceptores ineficaces. Los padres
de familia en Tepoztlán, al ver con disgusto que pocos alumnos
habían aprendido a escribir, protestaron que Perder dinero
sin provecho a nadie le gusta. Los de Villa Alta, Oaxaca, molestos
por la falta de progreso de los niños, informaron que habían
pagado al profesor sin haber enseñado niño a leer...
Esto es el mayor sentimiento de nosotros a que solo el dicho maestro se
está aprovechando de nuestro dinero .
Generalmente el lugar de la escuela era un cuarto en la vivienda
del maestro. En Chiapas era común tener las clases en el cabildo,
esto es, el edificio ubicado en la plaza donde se reunía la república,
donde viajeros pasaban la noche y donde se encarcelaba a los culpables
de crímenes menores. Se aconsejaba abrir una puerta hacia la calle
desde el salón de clase para tener un espacio separado de las reuniones
y de los prisioneros .
También los alumnos y sus maestros se reunían en las salas
de casas alquiladas para este propósito, en moradas vacías,
en jacales, en la casa del párroco, en la portería de la
iglesia, en la capilla poza en el atrio y en haciendas y trapiches .
Durante la época colonial, ni en las ciudades y villas de españoles,
ni en los pueblos de indios se acostumbraba construir un edificio especialmente
para la escuela de primeras letras. Sin embargo, cuatro pueblos se destacaban
por haber edificado escuelas para acomodar alrededor de 100 alumnos. El
párroco de Chignahuacan, Puebla, construyó una escuela de
dos piezas en la plaza: un salón medía 11 metros de largo
y 6 metros de ancho con sus cinco gradas de ocho varas de largo
para el asiento de los niños, dos mesas para que escriban y una
dicha grada con su asiento correspondiente para el maestro. El otro
cuarto era la recámara para el preceptor, quien recibía
de la caja de comunidad un sueldo anual de 96 pesos .
Otros pueblos con edificios escolares eran San Andrés Tuxtla, Veracruz,
con un cuarto para los muchachos que aprendían a leer y otro para
los que aprendían a escribir; San Miguel Nonoalco y Santa Ana Zacatlamanco,
cerca de la ciudad de México. Esta última fue diseñada
por el arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres y costeada por la
caja de comunidad. Consistía en un salón para los varones,
15 metros por 6 metros y la miga para las niñas, 8
metros por 6 metros. Había una cocina y dormitorio para la maestra .
Croquis arquitectónico de la escuela y amiga de Santa Ana Zacatlamanco,
Iztacalco, hecho por Francisco Antonio Guerrero y Torres
¿Qué pasaba dentro de la escuela? La enseñanza impartida
a los indígenas era bastante parecida a la de las escuelas en las
ciudades y villas de españoles. Había pocos útiles
y textos escolares; de cuatro a seis niños compartían la
cartilla y el catecismo. Se dividía a los alumnos en dos grupos:
los principiantes en la clase de leer y los más avanzados, de mayor
edad, en la clase de escribir. Como en todos los países de Europa
y América en el siglo XVIII, el niño aprendía a leer
durante dos o tres años y solamente después, cuando tenía
alrededor de nueve años, aprendía a escribir. No se enseñaba
a leer y a escribir simultáneamente. Como resultado de esta práctica,
en el mundo occidental durante el siglo XVIII y en buena parte del siglo
XIX, debido a que muchos alumnos abandonaban la escuela al haber aprendido
a leer, más personas sabían leer que escribir .
Para leer, primero se enseñaba la pronunciación de
cada letra del alfabeto, como estaba presentada en la cartilla.
Luego se aprendía a deletrear las sílabas de dos letras,
tres, y cuatro letras, pronunciando cada letra y luego el sonido de la
sílaba. Este método, el deletreo, era usado desde el siglo
XVI y se empezó a introducir el silabeo en la Nueva España
a principios del siglo XIX. La cartilla también contenía
las oraciones más conocidas para practicar la lectura. También
se leía el catecismo de Jerónimo Ripalda, otro libro del
siglo XVI, además de memorizar las preguntas y respuestas del catecismo.
Había versiones del catecismo de Ripalda en varias lenguas indígenas
y numerosas ediciones de enseñanza religiosa en la lengua mexicana
en el Catecismo breve, del jesuita Bartolomé Castaño
(1744,1746,1774, 1803, 1809) y en la Doctrina breve, del sacerdote
Antonio Vázquez Gastelu (1689, 1793, 1716, 1726, 1756, 1792, 1838,
1846, 1854, 1878, 1885, 1888). La lectura avanzaba al uso del Catón,
género de libro en verso o prosa con los consejos supuestamente
formulados por el antiguo romano, Catón. Probablemente existían
en forma de manuscritos cartillas y silabarios en náhuatl para
enseñar a leer en dicho idioma y en 1818 se publicó un Silabario
de la lengua mexicana .
Las parcialidades de Tlatelelco y Tenochitlan en la ciudad de México
financiaron la publicación de la biografía de una india
otomí de Querétaro quien tenía fama de santa: la
Vida exemplar de la hermana Salvadora de los Santos, india otomí.
En la primera frase del prólogo escrito por los dos gobernadores
indígenas, se proclamaba que el propósito de la publicación
era tener un texto escolar de lectura para los alumnos en las 13 escuelas
y 9 amigas de las parcialidades.
Tiene
el objeto recomendable de proveer las Escuelas y Migas donde nuestros
hijos son educados, de una especie de cartilla en que enseñándose
a leer, aprendan al mismo tiempo a imitar las virtudes cristianas por
una persona de su misma calidad .
El
libro fue publicado originalmente por el jesuita Antonio de Paredes en
1763, un año después de la muerte de Salvadora de los Santos.
Los gobernadores indios decidieron imprimirlo en 1784 para que sirviera
como libro de texto en las escuelas. Relataba la vida de una india nacida
en Fresnillo, Zacatecas, que creció cerca de Querétaro.
Ahí conoció a un grupo de beatas carmelitas y se unió
a ellas durante 26 años, como ayudante en la vivienda y limosnera.
Viajaba por el Bajío en busca de donaciones y en los recorridos
encontraba gente buena y egoísta, santa y malvada, pero siempre
les trató con bondad y consejos religiosos. Renombrada en la región
por su abnegación, curaciones médicas para los enfermos,
alegre canto y apariencia singular, el jesuita quiso conservar su memoria
entre la población. Al utilizar la obra en las escuelas, los gobernantes
indígenas deseaban promover una orientación educativa que
resaltara entre los alumnos las virtudes de un ilustre antepasado y fortaleciera
la identidad étnica y cohesión social de los indios. Por
haber sido financiado por las cajas de comunidad en 1784 y 1791 (mil ejemplares
cada edición) y distribuido gratuitamente en las escuelas, se puede
considerar este libro, Vida exemplar de Salvadora de Los Santos, india
otomí, como el primer libro de texto gratuito en México.
Para la escritura los niños más grandes se sentaban
frente al maestro para poder practicar la formación de las letras
cursivas. No se enseñaba a los principiantes las letras de molde,
sino directamente el estilo manuscrito. Empleaban plumas o cañones
fabricados de las alas de pájaro y tinta hecha de huizache y vinagre.
La aritmética consistía en aprender a sumar, restar, multiplicar
y dividir; en algunas escuelas, como en Tecali, se incluía la quinta
regla de las fracciones .
Para las familias indígenas era importante también
que sus hijos aprendieran a ayudar en misa y la música. El canto
llano, o gregoriano, los preparaba para participar en las ceremonias eclesiásticas,
igual que el tocar el órgano o algún instrumento musical,
como el violín, el clarín y la chirimía. En Yucatán
las cajas de comunidad de 218 pueblos de un total de 224 pagaban a un
maestro de capilla .
La enseñanza adquirida en las escuelas ayudaba a preparar
a los jóvenes para participar en las ceremonias del culto sagrado,
el manejo de los fondos de las cajas de comunidad y las cofradías
y liderazgo en el pueblo en puestos civiles y religiosos tales como sacerdotes,
gobernadores, alcaldes, escribanos, mayordomos de cofradías, fiscales,
maestros de escuela, comerciantes, artesanos, y padres cristianos de familia.
En 1781 el alcalde mayor de Cuernavaca opinaba que la educación
en las escuelas para indios era único, importantísimo
medio para hacer capaces a sus hijos, no sólo para los oficios
y cargos de su república, sino aun de los que obtienen los españoles
y en el pueblo de Tepospizaloya, Guadalajara, la autoridad española
anotaba que la enseñanza servía para el bien común
del pueblo de donde puedan resultar cantores, escribanos, sacristanes
y aun sacerdotes y monjas como hay en otras partes. El promotor
fiscal de Chiapas en 1799 escribió que los indígenas con
conocimiento de las primeras letras podrían llegar a ser curas
del pueblo... tenientes o subdelegados de las intendencias .
Algunos datos aislados sugieren que las familias indígenas
tuvieron opiniones sobre el papel del maestro y su actitud hacia los alumnos
que pudieron constituirse en una pedagogía distinta a la que existía
en escuelas europeas. Los otomíes de Zayamaquilpa, Huichapan, escribieron
que el preceptor español de su pueblo no debía entrometerse
en los asuntos de la república y tampoco el hecho de que ayudara
en la parroquia le calificara como maestro porque incumbe eso a
el sacristán y fiscal y no al maestro de escuela. Los dirigentes
de Xochimilco querían un maestro hábil en castellano y mexicano,
que llamaba su idioma nacional, que además debiera
poseer el amor paterno para de algún modo acariciarlos y
no amedrentarlos. Una pedagogía paternal y deferencial para
con los niños, sin renunciar los castigos corporales en moderación,
parece haber sido importante para los indios y esto contrastaba con las
ideas educativas de la época que hacían hincapié
en la severidad del preceptor hacía el alumno. El promotor fiscal
de Chiapas, basado en su experiencia con los padres indígenas,
recomendaba emplear a maestros que enseñaran a los indizuelos
con paciencia y suavidad y que traten a los padres de familia indias con
atención y agrado, persuadiéndolos a la utilidad que resultará
a sus hijuelos de la asistencia a la escuela. 
Un
análisis del número de escuelas en la intendencia de México,
de la población de edad escolar en los lugares con maestros de
primeras letras y del el número de años que habían
existido las escuelas, llega a la conclusión de que en 1810, aproximadamente
9.5% de los varones indígenas mayores de 14 años de edad
sabían leer .
Conclusiones
Se puede destacar diez puntos en relación con la educación
indígena en el siglo XVIII.
1.La educación en los pueblos de indios en el siglo XVIII era diferente
a la del siglo XVI. Los maestros eran hombres laicos y no frailes; el
financiamiento no era de la Iglesia, sino de los padres de familia y de
las cajas de comunidad; y además de la doctrina cristiana, se enseñaba
a leer y escribir y el castellano.
2. Desde las cédulas de finales del siglo XVII ( de 1686, 1688,
1691 y 1697) se encargaba el financiamiento de las escuelas a las cajas
de comunidad y se permitía la ordenación de los indígenas
al sacerdocio.
3.Basado en estas cédulas, la corona primero impulsó la
fundación de escuelas en los pueblos por medio de los obispos,
pero a partir de 1773 se encargó la tarea al gobierno civil, esto
es, a los contadores de Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad, bajo
la supervisión de los virreyes.
4. El nombre de la institución educativa cambió: se llamaba
escuela de doctrina cristiana, luego escuela de lengua castellana, y después
de 1786, según el artículo 34 de la Ordenanza de Intendentes,
se decían simplemente, escuela que significaba escuela
de primeras letras, el mismo término para las ciudades y
villas de españoles y para los pueblos de indios.
5. Para fines del siglo XVIII en casi todo el virreinato, la Iglesia no
tenía ingerencia en las escuelas en los pueblos de indios.
6. A menudo la enseñanza se impartía en castellano y también
en la lengua indígena, y los maestros eran españoles, mestizos,
mulatos e indígenas. Los indígenas preferían a los
preceptores bi-lingües.
7. La resistencia de las familias indias a las escuelas era básicamente
económica: se oponían pagar de su bolsillo, especialmente
cuando había fondos suficientes en las cajas de comunidad, y se
resentía la ausencia de sus hijos como ayudantes en la agricultura.
8. La fiscalización del gobierno de las finanzas municipales de
los pueblos introdujo varios cambios: el gasto mayor en los pueblos era
para el maestro de escuela, y las fiestas religiosas bajaban al segundo
lugar. Se redujeron los gastos autorizados para así tener dinero
sobrante que se utilizaba en forma de donativos y préstamos para
las guerras de la monarquía .
9. En 1803, calculamos que 26% de los 4 088 pueblos de indios en la Nueva
España tenían escuelas de primeras letras. La mayoría
de estas 1 015 escuelas fueron financiadas con fondos de las cajas de
comunidad.
10. Parece que tanto Lucas Alamán, como José María
Luis Mora, desconocían este sistema de escuelas sostenidas por
las cajas comunales y por eso, no informaban del desarrollo educativo
en los pueblos de indios. La historiografía del siglo XIX y XX
igualmente ha proporcionado pocos datos sobre la educación indígena
rural debido, probablemente, al desconocimiento de las fuentes primarias
financieras que contienen la información pertinente.
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