Carmen
Castañeda.
Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Occidente.
Con la colaboración de Laura G. Gómez.
La imprenta
en Guadalajara
Cuando
en 1791, Mariano Valdés Téllez Girón, hijo de Manuel Antonio Valdés, impresor
en la ciudad de México, se dio cuenta "que la ciudad de Guadalajara carecía
del beneficio público de la imprenta", decidió "proporcionar a sus moradores
las utilidades que traen consigo y se siguen de semejantes inventos".
En ese año a escribió al intendente y presidente de Real Audiencia de
Guadalajara, Jacobo Ugarte y Loyola, para ofrecer el establecimiento de
la imprenta siempre y cuando se le concediera "el privilegio exclusivo
perpetuo" para imprimir todo lo que se le pidiera "sin que otra alguna
persona pueda executarlo en la misma ciudad sin su permiso". Valdés exponía
que el privilegio le permitiría "resarcirse" del "quantioso importe" de
la instalación de la imprenta.
Aunque
la Real Audiencia de Guadalajara autorizó establecerla por decreto del
7 de febrero de 1792, previo dictamen del fiscal, no le otorgó el privilegio
exclusivo porque el rey era la única autoridad que podía concederlo. La
Audiencia señaló que disponía de tres años para solicitarlo y "persuadir
el beneficio que resulta de las imprentas, que son uno de los mejores
inventos que conoce la humanidad y los gravísimos perjuicios que no pueden
dejar de originarse de su defecto".
El
4 de julio de 1792, Mariano Valdés solicitó al rey, por medio de su apoderado
en Madrid, Gabriel de Sancha ,
"se le concediera facultad para establecer una ymprenta en la ciudad de
Guadalajara, cuyo vecindario carecía de este beneficio". Ofrecía establecerla
a "su costa con el mayor primor", llevando de Madrid "las fundiciones
nuebas y lo demás necesario, pero que haviendo de gastar en esto considerables
cantidades de pesos, sin seguridad de conseguir algunas ventajas"; suplicaba
a su majestad "se le concediese la lizencia con privilegio perpetuo y
esclusivo para que ningún otro sugeto pudiera imprimir en dicha ciudad".
Ante la
petición de Valdés, el 21 de enero de 1793, el fiscal del Consejo de Indias
expuso que nadie dudaba "del beneficio que se sigue de que se establezcan
imprentas dentro del paraje donde se califiquen de útiles y necesarias",
ni que Guadalajara, como capital del reino de la Nueva Galicia y con una
Real Audiencia, influía para que se considerara "no solo por conveniente
sino por indispensable y preciso el que se plantifique la propuesta imprenta
allí con el designio que se explica". En relación a los privilegios opinaba
que éstos se franqueaban "a los que se dedican a promover el bien público"
y que se estimaban "correspondientes a su mérito y a lo que tienen que
gastar para que surtan el deseado efecto sus ventajosos proyectos con
el plausible fin de premiárselos, bonificarles su coste y excitar a otros
a que los imiten".
El funcionario
indicó que Valdés podía conseguir la indemnización a la que aspiraba "con
lo que le produzca la imprenta con su privilegio exclusivo durante el
término de ocho o no más de diez años". El Consejo de Indias, en vista
de lo que expuso el fiscal, consultó al rey el 28 de febrero para que:
"se dignase
conceder a Mariano Valdés la facultad de establecer ymprenta en la ciudad
de Guadalaxara con privilegio exclusivo con término de diez años, que
estimaba bastante para que pudiera reintegrarse de los costos que indispensablemente
había de tener, pero con la calidad de que no huviera en Guadalajara
establecida otra ymprenta.
El
rey Carlos IV, con base en el acuerdo del Consejo, otorgó el privilegio
a Valdés el 10 de agosto de 1793 por medio de una real cédula que dirigió
al presidente de la Real Audiencia de Guadalajara.
Con el decreto
del 7 de febrero de 1792, que le había otorgado la Real Audiencia de Guadalajara,
Mariano Valdés estableció la imprenta en Guadalajara, primero en la Calle
Cerrada de Loreto, que estaba a un lado de la Capilla de Loreto del Colegio
de La Compañía de Jesús. Poco después se estableció en una casa frente
a la plaza de Santo Domingo, donde permaneció durante la época colonial.
El privilegio
exclusivo para su imprenta y la exención en el pago de alcabalas "en varios
caxones de moldes de letras y utensilios de ymprenta", que Mariano Valdés
había llevado a Guadalajara, le permitieron afianzar su negocio. En la
Gazeta de México, que editaba su padre, apareció publicado un anuncio
de la imprenta y librería que había establecido en Guadalajara. Decía
que "para el mejor y más pronto despacho de las obras que se le encarguen",
había traido de México a un "abridor de láminas y sellos y encuadernador,
instruido en todo género de pastas", que era don José Simón de la Rea.
También anunciaba que en su oficina seguiría "despachando" gazetas, "así
políticas como de literatura", y que recibiría "las suscripciones" para
cualquiera.
Desde un
principio, Mariano Valdés se dedicó en Guadalajara a la edición y al comercio
de libros, igual que su padre en la ciudad de México, por lo que anunciaba
que en su oficina se vendían "cartillas, catecismos, catones", los libros
con más demanda para la población infantil. Igualmente hablaba de la "variedad
de libros" y de los "muchos devocionarios" que ofrecía su tienda.
La historia
de la imprenta
en Guadalajara
La investigación
sobre la historia de la imprenta en Guadalajara empezó en el siglo pasado,
en 1885, cuando el doctor Agustín Rivera publicó en un apéndice de La
Filosofía en la Nueva España sus "Observaciones sobre la imprenta
en la Nueva España, y especial sobre la fundación de la imprenta en Guadalajara".
Con base en impresos tapatíos de los últimos años del siglo XVIII concluyó
que la primera imprenta fue establecida entre 1790 y 1793 y no en 1808
como lo aseguraba el Calendario de Rodríguez que se publicaba en
Guadalajara.
El doctor Rivera criticó la falta de imprentas en otras ciudades de la
Nueva España y la tardanza del establecimiento de la imprenta en Guadalajara,
en donde había
en
el orden eclesiástico obispo, curia episcopal, canónigos, curas, colegios
de educación i conventos de franciscanos, de dominicos, jesuitas, agustinos,
carmelitas, mercedarios, juaninos i betlemitas, i de monjas, capuchinas,
de Santa María de Gracia, de Jesús María, de Santa Mónica i de Santa Teresa;
en el orden civil había gobernador, Audiencia, abogados, escribanos i
médicos; i en uno i otro orden había hombres de letras.
Más
tarde, quien recogió la inquietud por esta investigación fue el historiador
tapatío Alberto Santoscoy. Adelantó algunos datos en Veinte años de beneficiencia
y sus efectos durante un siglo
y en El Mercurio, periódico que él dirigía . Después
escribió dos ensayos: "La primera imprenta de los insurgentes", publicado
en 1893
y "La introducción de la imprenta en Guadalajara", que apareció en 1902.
En este último, Santoscoy, como Rivera, para indicar que la imprenta en
Guadalajara se había establecido a fines de 1792 y había empezado a trabajar
en 1793 se basó en los que suponía habían sido los dos primeros impresos:
Elogios
fúnebres con que la Santa Iglesia Catedral de Guadalaxara ha celebrado
la buena memoria de su prelado el Illmo. y Rmo. Señor Mtro. D. Fr. Antonio
Alcalde. Se ponen al fin algunos monumentos de los que se han tenido presentes
para formarlos. Guadalaxara: en la imprenta de don Mariano Valdés
Téllez Girón, MDCCXCIII.
Novena
de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Aranzazú. Por un especial
devoto de esta Soberana Reyna. Reimpresa en Guadalaxara: en la imprenta
de D. Mariano Valdés Téllez Girón, año de 1793.
Para
corroborar estas fechas investigó en el Archivo del Sagrario de Guadalajara,
donde pudo encontrar los registros del matrimonio de don Mariano Valdés
con doña Rafaela Conique en 1793 y de los nacimientos de sus tres hijos,
en 1794, 1795 y 1796.
Después,
dos famosos bibliógrafos e historiadores, José Toribio Medina y Juan B.
Iguíniz, continuaron las investigaciones de Agustín Rivera y Alberto Santoscoy,
y lo que es más importante, organizaron sus hallazgos en forma de catálogos.
Medina en un trabajo publicado en 1904, titulado "La imprenta en Guadalajara
de México, 1793-1821"
e Iguíniz en un artículo "La imprenta en Nueva Galicia, 1793-1821", publicado
en 1911 ,
y en las "Adiciones" publicadas en 1920.
Medina
se basó en el Memorial de Mariano Valdés a la Real Audiencia de Guadalajara
del 5 de enero de 1795 y en el de Manuel Antonio Valdés del 30 de diciembre
de 1809 para comprobar que la imprenta, que Mariano Valdés había establecido
en Guadalajara, empezó a funcionar en 1793. Medina no indicó la procedencia
de estos documentos pero ofreció las referencias bibliográficas de 128
impresos con el pie de imprenta de Guadalajara de 1793 a 1821. Aunque
Iguíniz sólo agregó a la información recabada por Medina la cuestión de
la exención de alcabalas de los instrumentos de la imprenta, sí pudo añadir
nuevos impresos, un total de 158 en 1911 y 92 en 1920, además de un índice
de autores.
Don Juan
B. Iguíniz siguió interesado en el tema y publicó en 1943 un ensayo sobre
la historia de las imprentas en Guadalajara que abarcaba de 1793 a 1942
y además estudiaba el grabado, la litografía, la fotografía y sus derivados.
También se dedicó a la historia del periodismo en Guadalajara, desde la
reimpresión del Semanario Patriótico, en 1809, hasta las publicaciones
de 1915. Su investigación en dos tomos fue publicada primero en 1932 y
después en 1955.
Antes de Iguíniz, Luis G. Urbina había estudiado los periódicos de Guadalajara
durante la guerra de Independencia.
Con base en los trabajos de Iguíniz y de Urbina, el historiador argentino
José Torre Revello también habló de los primeros años del periodismo en
Guadalajara.
De
los ocho periódicos publicados en Guadalajara durante el periodo colonial,
el Correo Político y Literario de Salamanca, la Copia del Semanario
Patriótico, El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalaxara,
El Telégrafo de Guadalaxara, El Mentor Provisional, El Mentor de la Nueva
Galicia, El Monitor de la Nueva Galicia y El Expectador del Régimen Constitucionalista
en el Reyno de la Nueva Galicia, el que ha recibido más atención de
los historiadores ha sido El Despertador Americano porque fue el
único periódico insurgente. José María Miquel i Vergés lo estudió en su
antología de la prensa insurgente.
En Guadalajara se hizo un primera edición fascimilar del periódico en
1959 y
una segunda en 1968 con un estudio premilinar de José Luis Razo Zaragoza
En la ciudad de México, Antonio Pompa y Pompa lo publicó también en edición
facsimilar con un importante documento, las "Diligencias practicadas de
oficio por pedimento del fiscal de la Real Audiencia para el recogimiento
e incendio del periódico El Despertador Americano, publicado en esta capital
durante la permanencia en ella del cura Hidalgo".
Ana
Bertha Vidal, para su tesis licenciatura en historia, analizó también
el El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalaxara
y además El Telégrafo de Guadalaxara con el objeto de examinar
la relación entre alfabetización, imprenta e independencia en Guadalajara.
Igualmente Celia del Palacio se ha dedicado a la historia de los inicios
del periodismo en Guadalajara.
El
doctor Rubén Villaseñor Bordes continuó la investigación de Medina e Iguíniz,
pues descubrió siete impresos tapatíos en el Archivo Parroquial de Autlán,
que dio a conocer en 1946 en la revista Estudios Históricos, que
dirigía el Padre Luis Medina Ascencio, S.J.
No fue sino hasta 1963 cuando el maestro José Cornejo Franco, director
de la Biblioteca Pública del Estado, en ese entonces, se interesó en la
historia de la imprenta en Guadalajara como se aprecia en su artículo
sobre "Los primeros impresos tapatíos", en donde describe tres impresos
de 1793, un Sumario de las indulgencias, una Novena de ... Santa Annita
y otra Novena ... de ... Nuestra Señora de Zapopan.
Con este hallazgo sumaron trece los impresos de 1793 y un total de 388
impresos tapatíos de 1793 a 1821.
Veinte
años después, en 1983, Villaseñor Bordes volvió al tema de la imprenta
en Guadalajara y publicó un documento localizado en el Archivo General
de la Nación.
Se trata de la consulta que el 11 de noviembre de 1793 hizo el señor arcediano
y comisario del Santo Oficio, licenciado don Pedro Díaz Escandón, sobre
los primeros trabajos de la imprenta y la ingerencia o no del Tribunal
de la Inquisición en las publicaciones.
En
1986 Marcela Castañeda terminó su tesis "Catalogación de los primeros
impresos en Guadalajara, Jalisco, 1793-1821". Ella
pudo localizar 36 impresos más, catalogó un total de 417 impresos, sin
contar los descubiertos por Villaseñor y Bordes, y les formó dos índices,
uno de impresores y grabadores y el analítico.
El
licenciado Juan Toscano García de Quevedo descubrió dos impresos que no
estaban incluidos en los catálogos de Medina y de Iguíniz y los dio a
conocer en 1989, uno de 1819, Meditaciones de la pasión, sacadas de
lo preciso para una costura, y otro de 1823, un manifiesto del Ayuntamiento.
La
Delegación Jalisco de la Cámara Nacional de la Industria de Artes Gráficas
publicó en 1994 una recopilación de artículos relacionados con la historia
de la imprenta y del periodismo en Guadalajara con motivo del establecimiento
de Museo de Periodismo y Artes Gráficas en Guadalajara.
El Colegio de Jalisco participó en esta recopilación y también dedicó
un número monográfico de su revista Estudios Jaliscienses a la
historia de la imprenta en Guadalajara y en tres ciudades vecinas, Aguascalientes,
Nayarit y Colima. En este número Michael Mathes presentó un catálogo de
los impresos tapatíos de 1821 a 1823
y Edmundo Aviña Levy una historia de la imprenta de Mariano Rodríguez,
quien la adquirió a doña Petra Manjarrés, la viuda de Romero, en 1821.
Precisamente,
cuando descubrí, en 1978, el documento de la venta de la primera imprenta
en 1821 por doña Petra Manjarrés, empecé a interesarme en la historia
de la imprenta en Guadalajara, sobre todo en su relación con la Real Universidad
y en su producción entre 1793 y 1821. Este documento incluía un inventario
de los libros, que la viuda de Romero vendía. Como la mayoría de los inventarios
de libros del periodo colonial, el de la tienda de la imprenta de Guadalajara
tiene datos incompletos de unos 400 libros. Mi primera tarea fue empezar
a completar los datos bibliográficos de los libros del inventario, lo
que me permitió, en 1990, en un primer acercamiento, clasificar los libros
en cuatro géneros: escolares, universitarios, devotos y de entretenimiento
para hablar de los usos del libro en Guadalajara en 1821.
Dado
que la mayoría de los libros que se vendían en la tienda de la imprenta
eran devotos, estudié la relación de este tipo de impresos,
especialmente las novenas, con la cultura popular en Guadalajara hacia
1821.
Con base en el documento de la venta de la imprenta también investigué
las características del primer taller que tuvo.
En otro artículo más hablé de la afluencia de libros a Guadalajara durante
los siglos XVI, XVII y XVIII y de las preferencias bibliográficas que
tenían los tapatíos al terminar el periodo colonial.
De
enero de 1996 a noviembre de 1998 trabajé en el CIESAS - Occidente en
dos proyectos de investigación, uno individual y otro colectivo, relacionados
con la cultura del libro en México en los siglos XVIII y XIX. Estos proyectos
alentaron a cuatro estudiantes a escribir sus tesis de licenciatura, entre
las que está la de Marcela Zúñiga, "Producción y censura de libros
en Guadalajara, 1793-1821".
Un
resultado del proyecto individual fue el libro Imprenta, impresores
y periódicos en Guadalajara, 1793-1821,
que escribí con motivo de la exposición en Guadalajara, en diciembre de
1998, de los siete números originales de El Despertador Americano.
Correo Político Económico de Guadalaxara, periódico que fue publicado
en Guadalajara del jueves 20 de diciembre de 1810 al viernes 11 de enero
de 1811. Para ubicar la historia de esta publicación me referí primero
a los historiadores que se han dedicado al estudio de la primera imprenta
en Guadalajara; enseguida hablé de la concepción de la imprenta como negocio
con base en la práctica de los privilegios para imprimir y las exenciones
de impuestos, que solicitaban los impresores; y después estudié a los
dueños, administradores y oficiales que tuvo el taller de imprenta desde
1793 hasta 1821. También ofrecí un cuadro de este taller tipográfico antes
del análisis de los tres primeros periódicos impresos en Guadalajara.
Una
de mis inquietudes en relación a la producción de la imprenta ha sido
localizar lo que se imprimió de 1793 a 1821, no sólo los datos bibliográficos
de los impresos sino los impresos mismos. Después de consultar bibliotecas
y archivos de Guadalajara, de cuatro ciudades mexicanas (Durango, la ciudad
de México, Puebla y Zacatecas), de ciudades norteamericanas (Austin, Boston,
Chicago, Providence y San Francisco), de Caracas, Venezuela, de Santiago
de Chile y de España ,
puedo asegurar que la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco guarda
en su Colección de Misceláneas el mayor número de obras publicadas en
Guadalajara en esos primeros veintiocho años.
Además conserva ejemplares de la Copia del Semanario Patriótico
y del Telégrafo de Guadalaxara, periódicos publicados en esta ciudad.
El Archivo Histórico Municipal de Guadalajara también cuenta con impresos
tapatíos. María de la Luz Ayala y Elena Petersen ordenaron los de 1811
a 1826. El inventario que elaboraron describe uno de 1811, dos de 1813,
uno de 1814, dieciocho de 1820 y 42 de 1821.
En
otros archivos y bibliotecas mexicanos he localizado impresos de Guadalajara:
en el Archivo General de Indias en Sevilla, en el Archivo General de la
Nación en la ciudad de México; en la Biblioteca Pública "Elías Amador"
en Zacatecas; en la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional en la
Ciudad de México
y en el Centro de Estudios de Historia de México, Condumex. Sin embargo,
la fuente que me proporcionó un mayor número de impresos no descritos
por los historiadores de la imprenta de Guadalajara ni por los repertorios
bibliográficos
fue el Archivo de la Real Universidad de Guadalajara, cuyos expedientes
descubrí en la Biblioteca Pública del Estado. Cuando elaboré el inventario
de este Archivo me di cuenta del buen número de conclusiones impresas
que guardaba.
No
puedo dejar de mencionar la biblioteca del Padre Luis Méndez, la de don
José Ramírez Flores y la de don Fernán Gabriel Santoscoy que proporcionaron
otros impresos de Guadalajara. En cambio sufrí una gran desilución al
consultar la Biblioteca Medina (del bibliógrafo José Toribio Medina) en
la Biblioteca Nacional de Chile, en Santiago, pues no conserva los impresos
que registra en el catálogo de La imprenta en Guadalajara de México
(1793-1821).
Toda
esta búsqueda de años dio sus frutos para que la auxiliar de investigación,
licenciada en historia, Laura G. Gómez, pudiera integrar el Catálogo
de la imprenta de Guadalajara, 1793-1821 con 792 impresos. Este catálogo
permite hablar hoy del comportamiento de la producción de la imprenta
en Guadalajara, sobre todo del tipo de impresos que publicó, porque no
se conservan ejemplares de los todos los impresos que salieron del primer
taller.
La producción
de la imprenta de Guadalajara, 1793-1821
En 1904
Medina describió 128 impresos tapatíos, en 1911 Iguíniz localizó 158 y
en 1920 añadió 92 más. Villaseñor y Bordes descubrió siete impresos más
en 1946, Cornejo Franco tres en 1986, Marcela Castañeda 36 en 1986 y Toscano
dos en 1989. Actualmente disponemos de una mayor información sobre la
producción de la imprenta, pues hasta 1999 habíamos descubierto 366 impresos,
que añadidos a los que ya conocíamos suman un total de 792.
El comportamiento
de la producción de la imprenta lo podemos apreciar en la gráfica número
1
El
despegue que tuvo en su primer año (con 28 impresos) se mantuvo en los
dos siguientes (28 y 31 impresos) para bajar un poco entre 1796 (19 impresos)
y 1797 (24 impresos) y volver a subir en 1798 (36 impresos). La producción
más baja se registró en 1801, 1804, 1806 y 1807, años que coinciden con
la retirada del dueño de la imprenta, Mariano Valdés, de su negocio. Cuando
en 1808 el nuevo dueño, Jose Fruto Romero, volvió a encargarse de la imprenta,
el número de impresos que salían de las prensas tapatías empezó a recuperarse
alcanzando un mayor número de impresos en 1813 (con 52 impresos), cantidad
que disminuye en los años siguientes y que no se recupera sino hasta 1820
y 1821, con 64 y 117 impresos respectivamente. En resumen la imprenta
de Guadalajara
publicó un promedio de 28 impresos por año.
En
la producción de la imprenta podemos detectar varios géneros, entre los
libros devotos, las relaciones de méritos, los sermones, los trabajos
para el Real Consulado, los bandos durante la guerra de independencia,
destacan dos, el de las conclusiones de tesis y el de las novenas.
Los
trabajos del primer taller de imprenta siempre se han relacionado con
las actividades de la Real Universidad, ya que imprimía las conclusiones
de tesis que presentaban los estudiantes en los actos para la obtención
de grados. Las conclusiones representan el género con el mayor número
de impresos, hemos localizado un total de 255, que dan un porcentaje de
32%. Excepto para 1811 y 1814 en todos los demás años se imprimieron conclusiones
de tesis como se puede ver en la gráfica número 2.
Los
que pretendían el grado de licenciado por la Real Universidad de Guadalajara
presentaban el título de bachiller y el certificado de pasantía. Después
informaban que no eran menestrales, ni traidores a la real corona, ni
personas de las prohibidas por las constituciones y que tenían libros
de la facultad a cuyo grado aspiraban. El primer acto académico que presentaban
era el ejercicio de repetición, que se reducía a una disertación sobre
algún punto de las materias de la facultad que habían cursado y a las
conclusiones que deducían del lugar o texto que elegían. Estas conclusiones
eran las que se imprimían con el visto bueno del censor regio, la licencia
del rector y la aprobación del catedrático de prima. Las conclusiones
impresas se repartían al decano y a los doctores y se fijaban a las puertas
de la Universidad como la que transcribo a continuación, que pudo ser
el impreso que salió de la imprenta de Guadalajara:
Conclusiones
para el acto de repetición en cánones de José María Bucheli y Velázquez,
en la Real Universidad de Guadalajara. Con invitación suscrita por el
Dr. Juan José Martínez de los Ríos y el promotor fiscal de este obispado.
Guadalaxarae: apud Mariannum Valdes Tellez Giron, Typographum, via Lauretana,
MDCCXCIII. [Abril, 1793. 1 f.]. Grabado: San José.
Los estudiantes
también presentaron conclusiones impresas para los grados de licenciatura
y de doctorado.
Otro género
que sobresalió es el de la novenas, aunque la impresión de estos libritos
sólo representó un 7% de la producción total de la imprenta. Desde que
inició su trabajos el primer taller de imprenta, en 1793, hasta 1821,
publicó un total de 54 novenas, un promedio de dos novenas y media por
año. Excepto en siete años, que fueron 1801, de 1805 a 1808, 1811 y
1813, durante los otros veintidós años aparecieron novenas como se aprecia
en la gráfica número 3.
Quizá
este ritmo en la publicación de novenas obedezca a las calamidades que
sufrían los habitantes de Guadalajara o de la Nueva Galicia que las novenas
pretendían ayudar a remediar. Por ejemplo la novena al "glorioso mártir
San Christóval", quien era "abogado contra los temblores, y muertes repentinas",
publicada en 1815, o la novena "al glorioso San Gonzalo de Amarante del
orden de predicadores especial abogado para los fríos y calenturas", impresa
en 1820.
Varias
novenas contaron con reimpresiones: la de la prodigiosa imagen de Nuestra
Señora de Santa Annita en 1793 y 1809; la de Jesús Nazareno en 1794 y
al año siguiente; la del glorioso mártir San Hermión en 1795 y en 1796;
la del angélico joven San Luis Gonzaga, dispuesta por el bachiller don
Joseph Sartorio, en 1796, 1798 y 1821; la de Nuestra Señora de Zapopan
en 1793 y 1815; la de San Cayetano en 1815 y 1820; la de la Santa Gertrudis
la Magna en 1794 y 1817 y la de la Santísima Imagen de Christo Crucificado
de Esquipulas en 1797 y 1817.
Mientras
unas novenas se referían a cultos locales como la del Señor de la Penitencia
en el pueblo de Mexicalcingo; la de Nuestra Señora de Zapopan o la de
Nuestra Señora de Santa Annita; otras hablaban de devociones en el obispado
de la Nueva Galicia como la de Nuestra Señora de Talpa o de devociones
españolas que se arraigaron en Guadalajara como la de Nuestra Señora de
Aranzazu.
La
mayor cantidad de novenas, unas veintiséis, estuvieron dedicadas a los
santos; seguían en menor grado de predilección (doce novenas), las de
las distintas advocaciones de la Virgen María; después estaban las novenas
dedicadas a la imágenes de Nuestro Señor Jesucristro y por último las
novenas de las santas.
El
Real Consulado de Comerciantes de Guadalajara también fue cliente de la
imprenta. El primer trabajo que le encomendó fue la impresión de la real
cédula del 6 de junio de 1795 por la que Carlos IV autorizaba la fundación
del Consulado.
Real
cédula de erección del Consulado de Guadalaxara, expedida en Aranjuez
a VI de junio de MDCCXCV. /Grabado con el escudo de España/. De orden
de su Junta de Gobierno. Guadalajara MDCCXCV. Por Dn Mariano Valdés Téllez
Girón, impresor del Consulado. 50 p.
El
3 de noviembre de 1795, Mariano Valdés cobró 158 pesos "por el tiro de 295
ejemplares, que aparecieron con la certificación del Ayuntamiento".
Valdés
hizo otros trabajos para el Consulado como el que consta en un recibo,
que extendió por 125 pesos y cuatro reales el 24 de marzo de 1797 y que
entregó al síndico del Consulado, don Joseph Zumelzu, por la "impresión
y papel de 300 exemplares de algunos capítulos de las Ordenanzas de
[la Ilustre Universidad, y Casa de Contratación de la M. N. y M. L. Villa
de] Bilbao, 107 pesos, 4 reales, papel pintado para forros, 12 pesos,
y enquadernación, 6 pesos".
La
imprenta de Guadalajara también publicó relaciones de méritos. Los graduados
que deseaban participar en las oposiciones para obtener cátedras en los
colegios seminarios y en las universidades; dignidades en los cabildos
eclesiásticos o en las colegiatas; los que aspiraban a una promoción en
los cabildos para canonjías o raciones; los que entraban a los concursos
para curatos o los que deseaban obtener un puesto de funcionario real
preparaban sus relaciones de méritos, una especie de autobiografía donde
hacían referencia a los antecedentes familiares (legitimidad, limpieza
de sangre, nobleza, padres cristianos), a la carrera universitaria (instituciones,
cátedras, actos y libros), y a los cargos y puestos desempeñados.
Entre las
relaciones de méritos impresas en Guadalajara, que se conservan en los
archivos, tenemos el ejemplo siguiente:
Relación
de los méritos, y exercicios literarios del doctor don Juan Joseph Martínez
de los Ríos, medio racionero de la Santa Iglesia de Guadalaxara, examinador
sinodal, provisor, y vicario capitular de esta diócesis, y juez de testamentos
capellanías, y obras pías. Guadalaxara, 4 de septiembre de 1795. [Guadalaxara:
en la oficina de don Mariano Valdés Téllez Girón, 1795]. 8 p.
En la Intendencia
y en el Ayuntamiento de Guadalajara, la imprenta tuvo a clientes constantes,
aunque estos impresos eran de pocas páginas. Para quienes imprimió verdaderos
libros fue para los particulares que pudieron costear sobre todo libros
de devociones.
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