Introducción
De acuerdo con el testimonio de Alvarado Tezozómoc en su Crónica mexicana, perturbado Motecuhzoma por los varios presagios que se han descrito en los textos anteriores, hizo llamar a sabios y hechiceros con objeto de interrogarlos. Quería averiguar si había señales de próximas guerras, de desastres imprevistos, o de cualquier otra forma de desgracia. Los nigrománticos en realidad no pudieron
dar respuesta. Pero, en cambio, por ese tiempo apareció un pobre
macehual
(hombre del pueblo), venido de las costas del Golfo con las primeras
noticias de la llegada de unas como "torres o cerros pequeños que
venían flotando por encima del mar". En ellos venían gentes
extrañas "de carnes muy blancas, más que nuestras carnes,
todos los más tienen barba larga y el cabello hasta la oreja les
da. . ." Tal noticia despertó la angustia de Motecuhzoma y, como
veremos en el capítulo siguiente, movido a temor envió mensajeros
y dones a quienes creyó que eran posiblemente Quetzalcóatl
y otros dioses que volvían, según lo anunciado en sus códices
y tradiciones.
Motecuhzoma interroga a los nigrománticos Y mandó Motecuhzoma a Petlacálcatl,
1 que llamase a todos los mayordomos de todos los pueblos;
de cada pueblo el suyo. Díjoles que fuesen a los pueblos que
ellos tenían encomendados, y le buscasen nigrománticos
en los pueblos, y si los hallasen, se los trajesen. Y algunos mayordomos
trajeron algunos, los cuales venidos y dado aviso de ello a Motecuhzoma,
traídos ante él, entraron e hincaron una rodilla en el
suelo, le hicieron gran reverencia y les dijo: ¿habéis
visto algunas cosas en los cielos, o en la tierra, en las cuevas, lagos
de agua honda, ojos, puentes o manantiales de agua, algunas voces, como
de mujer dolorida, o de hombres; visiones, fantasmas u otras cosas de
éstas? Como no habían visto cosa de las que deseaba Motecuhzoma,
ni de las que él les preguntaba daban razón, dijo a Petlacálcatl:
llevadme a estos bellacos, y encerradlos en la cárcel de Cuauhcalco,
de maderones, que ellos lo dirán, aunque no quieran. Otro día
llamó a Petlacálcatl, y díjole: decidles a esos
encantadores, que declaren alguna cosa, si vendrá enfermedad,
pestilencia, hambre, langosta, terremotos de agua o secura de año,
si lloverá o no, que lo digan; o si habrá guerra contra
los mexicanos, o si vendrán muertes súbitas, o muertes
por animales venidos, que no me lo oculten; o si han oído llorar
a Cihuacóatl, tan nombrada en el mundo, que cuando ha de suceder
algo, lo interpreta ella primero, aún mucho antes de que suceda.
2 Respondieron los nigrománticos: ¿qué podemos decir? Que ya está dicho y tratado en el cielo lo que será, porque ya se nombró su nombre en el cielo, y lo que se trató de Motecuhzoma, que sobre él y ante el, ha de suceder y pasar un misterio muy grande: y si de esto quiere nuestro rey Motecuhzoma saber, es tan poco, que luego será ello entendido, porque a quien se mandó presto vendrá, y esto es lo que decimos nosotros, para que esté satisfecho; y pues ello ha de ser así, aguárdelo. Fue luego Petlacálcatl y tratóselo de plano a Motecuhzoma, cómo presto vendría lo que había de venir. Admiróse Motecuhzoma de ver que conformaba esto con lo que le dejó dicho Nezahualpilli rey (de Tetzcoco, hijo de Nezahualcóyotl). Díjole Motecuhzoma al mayordomo: preguntadles, que esto que ha de venir o suceder, de dónde ha de venir, de el cielo o de la tierra; de qué parte, de qué lugar y que cuándo será. Volvió Petlacálcatl a ratificar la
pregunta a los encantadores, y entrando y abriendo las puertas, no halló
a persona alguna, de que quedó muy espantado. Fue luego Petlacálcatl
a contárselo a Motecuhzoma: llegado ante él dijo: señor
mío, hacedme tajadas, o lo que más fuéredes
servido: sabed, señor, que cuando llegué y abrí las
puertas, estaba todo yermo, que uno ni ninguno parecía, pues yo
también tengo especial cuenta, porque tengo allí viejos con
la misma guarda de ellos y de otros, y no los sintieron salir, y creo que
volaron, como son invisibles y se hacen todas las noches invisibles, y
se van en un punto al cabo del mundo, esto deberían hacer.
Dijo Motecuhzoma: váyanse los bellacos; llamad a los principales Cuauhnochtli y Tlacochcálcatl 3 y a los demás, que vayan a los pueblos donde ellos están, y maten a sus mujeres e hijos, que no quede uno ni ninguno y les derriben las casas. Hizo llamar muchos mancebos que fuesen con ellos a saquear las casas de las mujeres de los nigrománticos, los cuales se juntaron luego, y fueron a las casas de ellos, y mataron a sus mujeres, que las iban ahogando con unas sogas, y a los niños iban dando con ellos en las paredes haciéndolos pedazos, y hasta el cimiento de las casas arrancaron de raíz. Llegada del macehual de las costas del Golfo A pocos días vino un macehual (hombre del pueblo), de Mictlancuauhtla, 4 que nadie lo envió, ni principal ninguno, sino sólo de su autoridad. Luego que llegó a México, se fue derecho al palacio de Motecuhzoma y díjole: señor y rey nuestro, perdóname mi atrevimiento. Yo soy natural de Mictlancuauhtla; llegué a las orillas de la mar grande, y vide andar en medio de la mar una sierra o cerro grande, que andaba de una parte a otra y no llega a las orillas, y esto jamás lo hemos visto, y como guardadores que somos de las orillas de la mar, estamos al cuidado. Dijo Motecuhzoma: sea norabuena, descansad. Y este indio que vino con esta nueva no tenía orejas, que era desorejado, tampoco tenía dedos en los pies, que los tenía cortados. Díjole Motecuhzoma a Petlacálcatl, llevad a éste y ponedle en la cárcel del tablón, y mirad por él. Hizo llamar a un teuctlamacazqui (sacerdote) y díjole: id a Cuetlaxtlan, y decidle al que guarda el pueblo, que si es verdad que andan por la gran mar no se qué, ni lo que es que lo vayan a ver, y que qué es lo que guarda o encierra la mar del cielo, y esto sea con toda brevedad y presteza, y llevad consigo en vuestra compañía a Cuitlalpítoc.
El Teucnenenqui y el Cuitlalpítoc se subieron a un árbol, que llamaban árbol blanco, muy copudo, y desde allí los estaban mirando cómo cogían pescados. Y habiendo acabado de pescar, se volvieron otra vez a la nao con su batel o barquillo. Dijo el Teucnenenqui: vamos, Cuitlalpítoc. Bajáronse del árbol y volvieron al pueblo de Cuetlaxtlan, y al instante se despidieron del Pínotl. Volviéronse con toda la brevedad posible a la gran ciudad de México-Tenochtitlan, a dar la razón de lo que habían ido a ver. Llegados a México, fuéronse derechos al palacio de Motecuhzoma, a quien hablaron con la reverencia y humildad debida. Dijéronle: señor y rey nuestro, es verdad que han venido no sé qué gentes, y han llegado a las orillas de la gran mar, las cuales andaban pescando con cañas y otros con una red que echaban. Hasta ya tarde estuvieron pescando, y luego entraron en una canoa pequeña y llegaron hasta las dos torres muy grandes y subían dentro, y las gentes serían como quince personas, con unos como sacos colorados, otros de azul, otros de pardo y de verde, y una color mugrienta como nuestro ychtilmatle, 6 tan feo; otros encarnado, y en las cabezas traían puestos unos paños colorados, y eran bonetes de grana, otros muy grandes y redondos a manera de comales pequeños, que deben de ser guardasol (que son sombreros) y las carnes de ellos muy blancas, más que nuestras carnes, excepto que todos los más tienen barba larga y el cabello hasta la oreja les da. Motecuhzoma estaba cabizbajo, que no habló cosa ninguna. Preparativos ordenados por Motecuhzoma Al cabo de gran rato habló Motecuhzoma y dijo: vos sois principales de mi casa y palacio; no puedo dar más fe ni crédito a otra persona más que a vos, porque me tratáis la verdad cada día: id ahora vos y el mayordomo, y traedme al que está preso en la cárcel, que vino por mensajero de la costa: idos por él a la cárcel adonde estaba entapiado. Fueron, y abriendo las puertas, no lo hallaron donde lo habían puesto, de que quedaron admirados y espantados. Fuéronselo a decir a Motecuhzoma, de que quedó más espantado y admirado, y dijo: en fin, es de la cosa natural, que casi todos son nigrománticos, pues mirad lo que os mando con pena, que si alguna cosa descubriéredes de lo que os digo, debajo de mi estrado os tengo de enterrar, y morirán vuestras mujeres e hijos, y os despojaran de todos vuestros bienes y desharán vuestras casas, hasta los postreros cimientos, hasta que salga agua de ellos, y asimismo morirán vuestros deudos y parientes; y traedme secretamente dos plateros muy buenos oficiales de obra primorosa, y dos lapidarios de los buenos gastadores de esmeraldas. Dijéronle: señor, aquí están los oficiales que mandaste traer. Dijo Motecuhzoma: hacedlos entrar acá. Entraron y díjoles: venid acá, padres míos; habéis de saber que os envié a llamar para que hagáis cierta obra, y mirad que no lo descubráis a hijo de madre, so pena de las graves penas de tirar hasta los cimientos de casas, pérdida de bienes y muerte vuestra; de mujer, hijos y parientes, porque todos han de morir: cada uno ha de hacer dos obras, y se han de hacer delante de mí. Aquí secretamente en este palacio adonde ahora estamos: hase de hacer un ahogadero o cadena de oro de a cuatro dedos cada eslabón, muy delgado, y han de llevar estas piezas y medallas en medio unas esmeraldas ricas, y a los lados, como a manera de zarcillos, de dos en dos, y luego se harán unas muñequeras de oro y su cadena de oro colgando de él, y esto con toda la brevedad del mundo. A los otros oficiales les mandó hacer dos amosqueadores grandes de rica plumería y en medio una media luna de oro, y de la otra parte el sol muy bien bruñido el oro, que relumbre de lejos, y dos brazaletes de oro, con muy rica plumeria. Y a los lapidaros les mandó hacer a cada uno, dos muñequeras de dos, o para las dos manos y para los dos pies, de oro, en medio engastadas ricas esmeraldas. Y mandó al mayordomo Petlacálcatl, que trajese luego secretamente mucho oro que estaba en cañutos, y mucha plumería rica de la menuda, la más suprema de las aves "tlauhquechol" y "tzinitzcan zacuan", 7 y muchas esmeraldas y otras piedras ricas de muy gran valor: todo lo cual dieron a los oficiales, y en pocos días fue acabada toda la obra. Y una mañana, luego que se levantó Motecuhzoma, enviaron a uno de los corcovados a rogar al rey Motecuhzoma que se llegase al aposento de los oficiales. Habiendo entrado, después de haberle hecho todos gran reverencia, le dijeron: señor nuestro, la obra toda está de todo punto acabada: véisla aquí, señor. Parecióle muy bien todo lo hecho a Motecuhzoma. Díjoles que estaba muy bien hecho y a su contento y placer. Hizo llamar a Petlacálcatl su real mayordomo y díjole: a cada uno de estos mis abuelos, dadles a cada uno una carga de mantas de las de a diez brazas y de a ocho, y de a cuatro, y mantas ricas, pañetes, huipiles, naguas para mis abuelas, maíz, chile, pepita, algodón, frijol, a cada uno igualmente, y con esto se fueron muy contentos los oficiales a sus casas ... 8 |
|
|
|
1
Petlacálcatl: especie de mayordomo mayor: Jefe de calpixques:
funcionarios encargados de diversos oficios en el palacio o en el templo.
2 Otra alusión, como la que se halla en el sexto presagio incluido en el capítulo anterior; acerca de los recorridos nocturnos de la diosa Cihuacóatl, que iba llorando y gritando. 3 Cuauhnochtli: nombre de un alto funcionario de Tenochtitlan y Tlatelolco. Tlacoshcálcatl: "jefe de la casa de los dardos". 4 Mictlancuauhtla: "Bosque de la Región de los muertos." Según Orozco y Berra se trata de una población ya desaparecida, situada en las costas de Veracruz. Todavía en un mapa enviado a Felipe II en 1580 por el alcalde mayor Alvaro Patiño, aparece con el nombre alterado como Metlangutla. 5 Teucnenenqui: "gran caminante o emisario". 6 Ychtilmatle, mejor: ichtilmatli, capa o "tilma" hecha con fibra de maguey. 7 Tlauhquechol: ave roja; posiblemente el flamenco o la guacamaya. Según Garibay probablemente es toda ave roja y grande. Tzinitzcan: ave de pluma fina. (Trogonorus mexicanus). Zacuan: otra ave de vistoso plumaje, color amarillo dorado. 8 Tomado de Crónica Mexicana de Alvarado Tezozómoc, caps. CVI y CVII. El texto presentado se conserva sólo en castellano. Su autor, Tezozómoc, escribió también la Crónica de mexicáyotl en náhuatl. |